♥︎ · · · · ━━━━❝ 𝗵𝗶𝘀𝘁𝗼𝗿𝗶𝗮 𝗼𝗿𝗶𝗴𝗶𝗻𝗮𝗹.
Dicen que la maldad podría consumir hasta lo más puro del ser. Bueno ¿Qué pasaría si la persona que más daño causa es quién en realidad desearía salvar tu corrompida alma? El pecado, fue la inoc...
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Yoongi sonreía victorioso, miró una última vez su celular el cual aún mostraba en la pantalla una llamada recién finalizada. Colocó su brazo apoyándolo en la ventanilla de aquel automóvil rojo que había "tomado prestado" minutos atrás. La acera estaba escasamente concurrida y la línea recta del camino iluminado por trozos brillantes unidos al mismo lo llevaba a sentirse victorioso.
Se cernía en aquel asiento revestido de cuero negro, cambiando las canciones que encontraba, mientras pasaba su dedo índice y su lengua sobre sus finos y aún rojizos labios, todavía podía sentir aquellos temblorosos pero hambrientos belfos sobre los suyos, ese exquisito sabor de ambivalente lujuria, vergüenza y curiosidad burbujeante, delineando su estadía entre su cavidad bucal que aún medía la suavidad y calidez de ese chico, esa textura enviciante y esa necesidad extrema de colisionar sus manos sobre cada rincón de esa contextura que respondía ante sus toques leves pero electrizantes, era enloquecedor, cómo lo era en su ser completo ese chico.
La sonrisa no se podía despegar de su rostro, en su mente había celebraciones y planes de cómo poseer al hombre, que excesivamente le parecía interesante, no podía evitarlo, a Min Yoongi le encantaban los retos, acertijos y ese tal Park Jimin parecía el sujeto perfecto para pasar el tiempo, quería abarcar su piel y divertirse un poco con él, aquel chico con afán de mantenerse en un estado indiferente pero con destellos y brotes mínimos de emociones, precioso físicamente y corrompible, amaría destronar la fingida inocencia de cada poro de esa piel transitada por los superfluos daños y de misterios diluidos en esos ojos profundos, similares a los suyos. Respiró profundamente y observó las calles, las mismas le gritaban sin voces y las luces le daban un baile sólo para sí, dejando a su interior recrear aquella lava ardiente que se instalaba en su bajo vientre registrando su sed extraña por nadar en aquel ser.
Y sin darse cuenta por completo habia llegado a su nuevo hogar, bajo tranquilamente, estacionó aquel automóvil y se internó en el absorto negro de su casa, serían probablemente las tres o cuatro de la madrugada, bien sabía que su padre posiblemente estaría despierto en su inmaculado salón, el cual él tenía prohibido ingresar, subió lentamente por las escaleras apreciando el silencio que para algunos podría ser asfixiante, pero para sí era música. Los pasillos se vestían con la luz a medias de la luna que ingresaba intrusa y bella desde la ventana que estaba situada en el final del largo pasillo. Dirigió sus pasos hasta dar a su cuarto.
Entró, chasqueó los dedos y la luz tenue avanzó a lo largo de esas cuatro paredes, vio el pequeño desastre que había dejado horas atrás cuándo Im le había hablado para ir a esas carreras clandestinas donde sólo ingresaban con invitación o con una buena suma, sonrió levemente y se apresuró a despojarse de sus zapatos y ropa para dormir solamente con la tela de su ropa interior y cobijado con sus mantas. Trató de conciliar el sueño pero no pudo, daba vueltas y más vueltas en su gran cama, algo lo mantenía ansioso. Era extraño pues sus hombros estaban tensos pero su estómago bailaba en burbujeantes sensaciones. En sólo unas horas había vivido mucha adrenalina a comparación de sus noches anteriores. Le gustaba volver a sentir, le agradaba, sentir lo que fuere en su ser tan vacío era adictivo, el peligro, oh el peligro lo llenaba de vida, el miedo, lujuria, pasión que él causaba llenaban su tórax de flores ardientes y mortíferas para los demás, pero placenteras para sí mismo.