9

1.8K 143 4
                                    

—¿Por qué eres así?—preguntó ella. Su rostro expresaba una seriedad cómoda.

—Siempre he sido así.

—Tienes un carácter muy duro.
—¿Hasta ahora lo notas?—dije en tono sarcástico.

Ella se quedó mirándome desde su lugar, analizándome, como una tipa mirándome. Debo admitir que es algo fea, pero tiene lo suyo, no es una chica que se preocupe mucho por su aspecto, es como si solamente tomara lo primero que ve. A veces puede tomar un estilo tan sencillo, otras veces una rara combinación de colores raros.

—No me mires así, Aurora.
—¿Mirarte como?—finge estar despistada.
—De esa manera, tan diabético.
—Querrás decir; Dulce...

Aurora me mira como si fuera una buena persona, lo cual obviamente no soy ni pienso serlo, aunque a ella ya se lo he demostrado de diferentes formas, sigue conmigo. No la he golpeado o lastimado por que su vida ya es demasiado miserable, con eso basta.

—¿Donde vive tu abuela?—pregunte tratando de cambiar de tema.

—Ella vive casi en el centro del pueblo.

—¿Y llegaste aquí caminando?

Ella asintió, recargo su mentón en una mano, su codo se recarga en su muslo.

—Voy a preoguntarte algo, pero quiero que seas franca conmigo—le dije—. ¿Qué quieres de mi exactamente?

—¿De que hablas?—se sienta con la espalda recta y se pone seria.

—Hablo de que... te he dicho que te alejaras, he tratado de demostrarte que no soy quien para ser tú amigo. Tú sigues sonriéndome como si fuera algo perfecto.

—Eres lo más real que he tenido—la miró extraño, ella nota ese gesto y comienza a explicarme—. Quiero decir, siento que tengo un propósito para alguien, estar para esa persona. He conocido personas que me tratan como si fueran unos panes de Dios, y Al final me desechan como condon usado. Suena grotesco pero así me siento.

—Eso no responde mi pregunta completamente.

—Me encanta estar contigo, es lindo.

—Oye, Aurora, ¡Despierta!—mi hermano chasqueó los dedos para salir de mi trance—. Ya te van a dar de alta. Así que pon atención para irnos más rápido de aquí.

Seguía en la camilla, quería largarme de aquí, no he hablado con mi hermano en horas y no tenía la intención de hacerlo, a veces quisiera acabar con mi vida, pero luego recuerdo a Kevin y todo se olvida. Aunque no pueda verlo con libertad sin estar recordando lo que él hizo.

Estaba en la cancha, donde también estaba un escenario estilo teatro, observando con algo de miedo y felicidad a la vez al hombre que acaba de matar a algunos cuantos alumnos, un par de maestros y un ayudante de cocina. Decidí enfrentarlo como cuando una chica confiesa que le gusta al chico. Siento más miedo de rechazo a que me mate. Y no entiendo por qué, es decir, es muerte, y...¿Le tengo miedo a un puto rechazo? ¿Es en serio?

Entre a la cancha y aplaudí lentamente para llamar su atención, ya que por lo que veía solo daba reverencias al "público" había un par de muertos aquí.

Temblaba, aún así el miedo no se percibía en mi, estaba disimulándolo muy bien, pero no duraría mucho.

—Te juro que no venía venir esto—dije señalando el lugar, señalando los cuerpos. Caminaba en medio de la cancha, en frente de él. Mi voz no era firme pero tampoco con trémulos. Como si esto fuera algo normal o simple chiste sin gracia.

—No me conocías del todo. Nunca lo hiciste—dice. Se baja del pequeño escenario y camina hacia a mi, con el arco en su mano derecha.

—Si te conocía, pero no sabía que tenías las bolas para hacer tal cosa. Matar gente.

—No me tientes a hacerlo contigo, por que en si no me conoces del todo—ya cerca de mi, exhibiéndome su altura, sintiéndose intimidante, se agacho hasta mi oreja y susurro—. Si de verdad me conocieras, sabrías que soy capaz de muchas cosas, como tú, harías grandes cosas por mi, pero no eres capaz. Por algo te encerré en ese salón, tú no serías capaz de vivir esto.

—¿Quieres apostar?—dije en tono retador, el miedo fue disminuyendo y el enojo aumentando, como cada vez que peleábamos.

—No, quiero que te largues.

—¿Y si no quiero? ¿Me matarás también?—lo rete. Estaba firmando mi sentencia de muerte.

Me miro como siempre, la mirada profunda, mordiéndose el interior de su mejilla. Trague la saliva. Cerré los ojos para esperar mi muerte con una de sus malditas flechas.
Pasaron varios segundos.

No hizo nada. Solo escuche pasos alejándose del lugar, abrí los ojos. Kevin ya se había marchado.

¿Qué se puede esperar de este sujeto? O más bien que no. Acaba de matar personas y yo esperaba algo cursi.

Me senté en la grada, esperando a que la policia entrara y me arrestara o me llevara a una ambulancia para ver si estoy herida, o algo por estilo, pero optando mi apariencia, me tomarían como una testigo y obvio no quiero ir a la carcel. Baje de las gradas a uno de los cuerpos, que un tenía una flecha clavada en el cuerpo y lo tome, hice presión para sacarla. Cuando lo hice, utilicé la punta para cortarme el brazo izquierdo.

¿Como? Como si fuera una tonta emo cortándose las venas.

¿Qué estoy haciendo? Cortándome las putas venas.
¿Por qué? No quiero ir a la carcel.
¿Y es mejor morir, Imbecil? Tal vez.
Empiezo a creer que esto era estupido e inútil, él tenía razón. No soy capaz de esto.

Mi mano no dejaba de sangrar, me acosté en suelo y espere a que sucediera lo primero que suceda. Ya no importa que pase. Estoy sola.

Mire mi brazo izquierdo, la cicatriz era una basura, ya que fue vertical, e hicieron lo que pudieron para coserla sin tanto error, pero no les funcionó.

A veces quisiera ser una muchacha tranquila, que solo se preocupe que ponerse cuando va a ver a sus tantos novios, ir a fiestas, o cosas así. Pero no me lo permito, no me dejo hacer esas cosas, me impido hacer esas cosas y solo por una persona. Por ti Kevin. y no entiendo por qué, si no está aquí para decirme que hacer o que no hacer.

Soy como tú. (Kevin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora