No sabía cuánto tiempo había pasado desde que se sentó en este banco. Ya no le quedaban lágrimas y tenía el cuerpo insensible del frio que hacía. Había anochecido hacia ya un buen rato, pero todo le daba igual, no tenía fuerzas para volver al hotel. Aunque debía hacerlo, tenía que llamar a su madre, y luego pedir un vuelo de vuelta, no podía quedarse aquí, sabiendo que Daniel estaba con otra y que ella no le importaba. Se volvería loca si se quedaba.
Lentamente se levanto del banco y comenzó andar hacia el hotel, que gracias a Dios quedaba cerca. No creía que las piernas la sostuvieran más tiempo. Cuando entro en su habitación, no estaba segura de que iba hacer primero, ducharse, llamar a su madre, o reservar un vuelo. Solo tenía ganas de meterse en la cama, acurrucarse con las mantas y olvidarse del mundo, pero como sabía que no podría dormir aunque quisiera, y vio su horrible imagen en el espejo decidió darse una ducha.
En la ducha perdió el tiempo, necesitaba olvidarse de todo y sentirse mujer. Necesitaba sentirse como antes, cuando salió del hotel. Se puso otro de los conjuntos de lencería que se había comprado, debajo de la bata, no tenía ganas, ni fuerzas de vestirse, ni siquiera de ponerse el pijama de seda, que también se había comprado para la ocasión.
Era casi medianoche, pero decidió llamar a su madre. Necesitaba su apoyo ahora más que nunca, ya que le iba a contar la tontería que había hecho. Saco su móvil del bolso, y para su sorpresa estaba apagado - después de salir del avión, nunca lo volví a encender - una pequeña llamarada de esperanza le recorrió el cuerpo. - Quizás, después de todo… -. Lo más rápido que pudo encendió el teléfono, y después de unos segundos empezaron a entrar los mensajes diciendo que tenía una llamada perdida. Silvia miro el teléfono, ¡27 llamadas perdidas! Cinco de esas llamadas eran de su madre, las otras 22 eran de Daniel.
Decidió hablar primero con su madre, estaba demasiado nerviosa para hablar con Dani.
- Silvia hija, ¿dónde te has metido? Llevamos llamándote todo el día.
- Si ya, acabo de verlo. Tenía el teléfono apagado.
- ¿Has hablado con Daniel?
Silvia respiro hondo
- Pues no, ¿porque?
- Pues cariño, porque estuvo aquí, y cuando vio que no estabas...
- ¿Cómo que estuvo allí?
- Si, vino por tu cumple. Pensaba que celebraríamos una fiesta y quería darte una sorpresa... Hija, ¿qué te pasa?
Silvia no pudo aguantar más, estaba llorando.
- Pensé que se había olvidado de mí. Estoy aquí en Barcelona, he venido a verle y pensé que se había olvidado de mí.
- Ay cariño, Daniel no se ha olvidado de ti nunca. Todos los años nos ha llamado siempre el día antes de tu cumpleaños, para saber cómo sería la fiesta y que os íbamos a regalar. Y siempre decía que te felicitáramos por su parte, aunque luego siempre se arrepentía y decía que no te dijéramos nada.
Silvia no podía hablar, estaba sorprendida. Jamás pensó que sus padres pudieran ocultar algo así.
- Anda, llámalo que va de camino, salió de aquí hace unas 5 horas. En coche. Y está muy preocupado. Me ha llamado 20 veces preguntándome si ya había hablado contigo. Esta al llegar y no sabe dónde buscarte.
Notaba que en la voz de su madre había un tono de diversión, como si supiera que pasaría cuando Dani por fin diera con ella.
- Vale. Si. Eso hare.