Salieron del piso de Dani en silencio y enfadados, exactamente igual que la primera vez. Dani estaba decidido y Silvia estaba demasiado dolida y celosa como para prestarle atención. Los días que siguieron parecían seguir la misma rutina, Dani se iba a trabajar antes de que ella se despertara y volvía después de que ella se quedara dormida. Solo sabía que había estado allí porque al día siguiente el cuarto de baño había sido usado, la toalla húmeda la prueba de que se había duchado allí. Si no fuera por ese pequeño detalle, pensaría que estaba pasando las noches fuera, con mujeres como Gisela. Que no las trajera a esta casa, no significaba que fuera de ella no disfrutara de otras mujeres. Solo Dios sabía cuántas mujeres trabajaban con él, todas como Gisela. Atractivas y decididas a conquistarlo.
Silvia suspiro, tenía que sacarse esa idea de la cabeza. Hacía más de un mes desde que volvieron de Barcelona y apenas se habían dirigido la palabra. Los fines de semana iban a casa de sus padres y Dani se pasaba la mayor parte hablando con su padre. Su madre más de una vez le había preguntado si todo iba bien, y ella le aseguraba que sí, con una sonrisa que su madre seguro que reconocía como falsa. Si no le contaba que pasaba, era porque no quería preocuparla, así que fingir que todo iba bien, era su única opción.
Era un domingo por la tarde cuando estaban todos juntos disfrutando de un día perfecto con una barbacoa en el patio, cerca de la piscina, cuando su padre dio un palmetazo en la espalda de Dani y pregunto;
- Bueno hijo, ¿cuándo me vais a dar un nieto?
Silvia sintió como se ponía colorada como un tomate.
-¡Papa!
Dani, sin perder la calma se acercó a Silvia y le rodeo la cintura mientras le daba un beso en la frente.
- Me temo que vas a tener que esperar un poco Eduardo…
Su mirada ardiente hizo que Silvia se pusiera aún más colorada y desviara la mirada.
-…porque primero quiero disfrutar un poco más de mi mujer.
Le dio un beso que hizo que su padre soltara una carcajada.
- De acuerdo, de acuerdo. ¿Pero no esperéis demasiado eh? ¡Que Marta y yo tenemos ganas de disfrutar de unos nietos pronto!
Dani estaba temblando de los pies a la cabeza, y tratando de esconder su reacción al beso que le acababa de dar a Silvia para callar a Eduardo. Hacía más de un mes que no la tocaba, y su cuerpo obviamente la echaba de menos. Miro a Silvia de reojo, estaba sonrojada y parecía excitada, pero no, eso no podía ser. Ella lo odiaba. En todo este tiempo que en el que él se había alejado de ella, ni una sola vez había intentado acercarse ella a él. Deseaba poder olvidarse de su orgullo pero no quería sufrir más. Quizás debería divorciarse de ella y olvidar que esto había pasado, podía pedir un traslado a otro país, y no tener que verla nunca más. La miro mientras hablaba con Marta y se la imagino embarazada, con su hijo creciéndole dentro y supo que jamás podría dejarla, al menos no por voluntad propia.
Silvia sentía la mirada de Dani sobre ella, pero estaba decidida a ignorarlo, aunque su cuerpo tenía otra idea. El comentario de su padre parecía haber puesto en marcha su reloj biológico y no podía dejar de pensar en quedarse embarazada y tener un hijo. Un hijo de Dani. Aunque claro, si Dani seguía sin tocarla eso jamás iba a pasar. Quizás debería sorprenderlo un día, un fin de semana cuando no tenía que ir a la oficina a trabajar. Cancelaria la comida con sus padres, fingiría que se sentía mal, y cuando él se encerrara en la oficina a trabajar, se pondría uno de sus conjuntos de lencería para seducirlo… Si, definitivamente podría funcionar. Sonrió para sí, el próximo fin de semana iba a seducir a su marido.
Volvieron a casa temprano porque sus padres habían quedado para cenar, y Silvia deseo que Dani se pusiera a trabajar para poner en práctica su plan, ¿para qué iba a esperar? Sin embargo, parecía que sí que tendría que esperar ya que Dani se hizo un café y se fue al jardín con el perro. Silvia estaba ansiosa por sentarse a su lado y abrazarlo, pero en vez de eso, se dirigió a la cocina para preparar la cena. La voz de Dani la freno en seco.
- Silvia, ¿puedes venir?
No confió en su voz para responderle, así que cambió el rumbo y salió hacia el jardín.
- Ven siéntate.
Silvia lo miro expectante, pero el desvió la mirada. Carraspeo antes de hablar.
- Mañana tengo que ir a Barcelona, por unos días.
- Vale, voy a preparar mi bolsa de…
- Voy solo.
A Silvia se le helo el cuerpo y cerró los ojos fuertemente.
- ¿Porque?
- Porque tengo unas reuniones muy importantes y si vienes conmigo solo vamos a pelearnos y no voy a estar concentrado.
Soltó un bufido
- Si claro.
Dani entrecerró los ojos.
- ¿Qué quieres decir con eso?
- Venga ya Dani.
Silvia puso los ojos en blanco
- ¿De verdad crees que no sé qué vas solo para poder estar con ella?
- ¿Qué? ¿Con quién?
Dani parecía realmente confundido.
- Olvídalo Dani. Tú disfruta de tu viaje.
Silvia se metió en la cama temprano pero no podía quedarse dormida. Estaba preocupada por las razones de Dani de querer irse solo. Seguro que quedaría con esa… y no lo podía culpar. Dani era un hombre y hacia un mes que no hacían el amor. Si ella estaba frustrada, no se imaginaba como estaba el. Hoy lo había notado cuando la había besado. Silvia se destapo y decidió no esperar más, Dani era su marido, y pensaba dejárselo claro. Ahora mismo.