Un Amor Inolvidable - Capítulo 16

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Al día siguiente Silvia se levanto tarde. Dani había estado distante con ella incluso cuando estuvieron comiéndose la tortilla que había preparado. Después de la cena tardía, la instalo en su habitación y dijo que el ya dormiría en el sofá o algo. A Silvia no le dio tiempo de pedirle que se quedara con ella, y la verdad era que no había podido dormir muy bien.

Se estiro lentamente, sentía dolor en músculos que nunca antes había sentido y sonrió al pensar en lo que había causado ese placentero dolor.

Seguidamente frunció el ceño, ¿porque Dani la había acusado de engañarla? ¿Porque hablaba de casarse?

Silvia decidió darse una ducha antes de enfrentarse a Dani, pero cuando termino y fue a hacerse algo de desayunar, se dio cuenta de que Daniel no estaba durmiendo en el sofá, y la casa estaba tan silenciosa que parecía que no había nadie.

Daniel tenía razón cuando decía que no era muy grande, pero era suya y olía a él. Eso bastaba para que a Silvia le pareciera el mejor piso del mundo.

Cuando termino el desayuno, fregó los platos y como no tenía otra cosa que hacer decidió encender la televisión, aunque no veía nada de lo que estaban poniendo. Los eventos de la noche anterior se repetían en su cabeza una y otra vez y Silvia no dejaba de intentar averiguar qué era lo que había dicho o hecho para que Dani reaccionará como lo hizo.

Al cabo de un rato seguía pensando en ello, cuando escuchó la puerta de la entrada, y Dani entro con unas cuantas bolsas de comida.

- Bien, estas despierta.

No parecía de mejor humor que ayer. Silvia no respondió, simplemente le miro.

- ¿Quieres hacer algo, ver algún lugar ya que estas aquí?

¿Qué pensaba, que iba a pasarse la semana haciendo de turista? Silvia negó con la cabeza y Dani suspiro, frustrado.

- Está bien, ¿hay alguna otra cosa que te apetezca hacer?

Inmediatamente Silvia se sonrojo y desvió la mirada. Si que había algo pero después de la reacción que había tenido Dani la noche anterior al hacerle el amor, ella no pensaba proponérselo. Daniel tosió nerviosamente y se dio la vuelta, como si estuviera ocultando algo. Todavía me desea, pensó Silvia, sin entender su rechazo. Daniel se aclaró la garganta.

- Bueno, mañana temprano salimos temprano hacia Madrid. Hemos quedado con tus padres para cenar.

Silvia lo miro, pero él seguía de espaldas a ella.

- Así que ¿si quieres descansar o algo…?

Silvia negó nuevamente, y volvió toda su atención hacia el televisor, como si la película que estaban echando fuera lo más interesante del mundo.

Daniel se encargo de la comida y la cena, sin poder olvidarse de la noche anterior. Todavía podía notar el sabor de Silvia en su lengua. Podía sentir su piel bajo la suya... Y Dios, cuando Silvia había insinuado con su mirada que era lo que quería hacer, casi se abalanza sobre ella en el sofá. Tenía que controlarse, porque a su cuerpo no parecía importare el engaño. Había hablado brevemente con Eduardo por la tarde, para explicarle que él y Silvia iban a casarse, pero que necesitaba su apoyo para que Silvia no lo dejara tirado. Mañana tendría que explicárselo todo, y no era una conversación que estaba deseando tener. Después de la llamada había ido a comprar un anillo, pero claro, ya tenía el anillo perfecto en la caja fuerte de su casa de Madrid. Era de oro blanco, con una esmeralda preciosa, el color que más le gustaba a Silvia. Sin embargo ahora que había surgido la oportunidad, no quería dárselo. Había comprado el anillo con intención de dárselo después de la fiesta de Eduardo y Marta, como un regalo más; la boda de su hija. Soltó un bufido. Qué tontería… Así que hoy le había comprado un anillo muy sencillo, aunque elegante. También de oro blanco, porque eso era lo que a ella le gustaba, con unas pequeñas piedras preciosas en negro. Sabía que no expresaba lo que tenía que expresar pero no podía abrir su corazón ahora, porque si no, se lo arrancaría de cuajo.

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