Daniel estaba tan furioso, que apenas podía ver la carretera. Llevaban una hora en camino y no se habían hablado en toda la mañana. Después de que Silvia se encerrara en la habitación la noche anterior, el se había dedicado a pensar, a revivir. Una vez más, lo había rechazado. Una vez más, lo había humillado, aunque esta vez solo estaban ellos de testigos. Y una vez más, se le había partido el corazón en mil pedazos. No podía mas, quería convencerse a si mismo que podía vivir sin ella, que si la dejaba en paz como ella quería, tarde o temprano se olvidaría del dolor. Sin embargo sabía por experiencia que no sería así. No se olvido la ultima vez, y no se olvidaría esta vez. Silvia tenía que casarse con él, no había otra opción. Hablaría con Eduardo – el estaría de acuerdo, y obligaría a Silvia a convertirse en su esposa. Odiaba tener que recurrir a Eduardo, pero si Silvia no entraba en razón…
Pensó en las razones que tenía para querer que Silvia fuera su esposa. Por supuesto, la primera razón era el honor. Le había quitado la virginidad y eso para él era sagrado. Sabía que era un poco anticuado pero, así era como lo habían educado tanto sus padres como los de ella, así que… La segunda razón era la posibilidad de un embarazo. Aunque Silvia le había dicho que no era posible, el no podía estar seguro. Quizás era otro engaño más. La tercera razón era que esto era lo que siempre había deseado, aunque claro está, en otras circunstancias. Eso justificaba la cuarta razón. De una manera egoísta, quería que sufriera igual que el. Si no se quería casar, se casaría. Igual que si hubiese querido casarse, el se hubiese negado.
Quizás.
Aunque, no. Probablemente no se negaría…
No había dormido en toda la noche, y cuando fue a despertar a Silvia para irse, ya estaba más que lista. Aunque parecía que había pasado una noche igual de mala que él, y solo había hecho que quisiera acostarla en la cama a su lado, y ayudarla a descansar. Un pensamiento que obviamente había ignorado.
Silvia podía sentir la inquietud de Dani. Ella misma estaba nerviosa, no había dormido, y no paraba de pensar en cómo salir de esta pesadilla.
Realmente deseaba casarse con Dani. Era lo único en lo que pensaba, y realmente era lo que quería. Pero no podía aceptar. Dani no la quería y ella no podría vivir con el sabiendo que había arruinado su vida obligándole a hacer algo que no deseaba, solo por honor. El dedo anular le picaba de las ganas que tenia de llevar el anillo que le había comprado Dani. Incluso en este mismo momento, con la tensión que había en el coche, deseaba poder decirle que sí. Pero, no le haría eso, le quería demasiado para hacerle eso.
Por fin se había reconocido a si misma que lo que sentía era más que un simple enamoramiento, o encaprichamiento. Había llegado a esa conclusión después de quedarse sin lágrimas la noche anterior.
Se había pasado la noche pensado en él y como seria estar casada con el, claro que en su mente, el todavía la quería y deseaba estar con ella. Serian iguales en la relación, se cuidarían mutuamente, y ella le demostraría que ya no le tenía miedo porque sabía que estaban hechos el uno para el otro. Silvia podía imaginarse como serian sus hijos, con los ojos tan azules como los de su padre, y Dani mirándolos con adoración… Pero claro, tal y como estaban las cosas en este momento, si se casaba con el seria un matrimonio lleno de reproches y secretos. Si ni siquiera se podían hablar como adultos civilizados. ¿Como demonios se suponía que tendrían un matrimonio normal? Y de hijos ni hablar. Nunca expondría a sus hijos a un entorno tan hostil. Aunque sabía que Dani los adoraría, sería complicado. Suspiro. Mejor ni lo pensaba, porque le dolía toda esta situación. Jamás hubiera pensado que la relación con Dani podría ser peor que antes, pero eso parecía.
- ¿Estas bien?
La pregunta algo brusca de Dani, la saco de sus pensamientos.
- Últimamente es lo único que sabes preguntar.
- Eso no es una respuesta.
Silvia volvió a suspirar.
- Estoy bien, no te preocupes.
- Mentirosa.
Silvia giro la cara rápidamente al oír Dani decir eso, pero cuando lo miro vio que tenía una mueca burlona.
- Vas a tener que ser más sincera cuando seas mi mujer, ¿lo sabes verdad?
Silvia puso los ojos en blanco.
- Si claro. Seré la esposa sumisa y obediente que deseas. Tendré la comida en la mesa a la hora que mi señor desee, y te hare un masaje en los pies cuando llegues de trabajar, ya que yo me habré pegado todo el día tranquilita en casa limpiando…
Soltó un bufido y se volvió para mirar nuevamente por la ventana.
Dani soltó una carcajada, que sorprendió a Silvia. Lo miro de reojo, pero él no quitaba la vista de la carretera.
- Por Dios Camp...ejem... Silvia, que no espero nada de eso, no vivimos en los años’50! No te obligaría a hacer esas cosas… aunque lo del masaje…
Dani estaba hablando como si no pasara nada entre ellos. Como si Silvia hubiese accedido a casarse con él. Se sintió obligada a recordarle que ese no era el caso,
- Sin embargo, sí que me obligas a casarme contigo…
El ambiente alegre que había en el coche se disipo rápidamente, y Silvia se arrepintió de sus palabras inmediatamente.
- No te obligo Silvia. Tú sabias perfectamente lo que iba a pasar si te acostabas conmigo siendo virgen, así que no intentes hacer como si todo esto fuese culpa mía.
Silvia no pudo reprimir la cara de sorpresa.
- No claro, yo lo organicé todo para que te sintieras culpable y te casaras conmigo aunque no me quieras.
Cuando no lo negó, Silvia sintió nuevamente que se le partía el corazón, deseaba que Dani le dijera que todavía seguía siendo su campanilla y que la quería igual o más que antes, pero ya estaba claro que eso no iba a pasar.
Pararon a repostar y comer algo antes de seguir el viaje, ya que los dos estaban cansados y parecía que estaba a punto de llover. Aunque Silvia se ofreció a conducir lo que quedaba del trayecto, Dani se negó y ella pronto se quedo dormida apoyada en la ventanilla del coche.