Santiago de Chile a 11 de abril de 2011.
Papá,
Cuando recibí tu llamada para felicitarme por mi cumpleaños, me sorprendió bastante. Y lo que me dejó aún más atónita fue cuando me pediste que fuera a tu casa porque querías hablar conmigo. La verdad es que estuve considerando no ir, porque no podía imaginar sobre qué hablaríamos. Después de todo, aparte de compartir un apellido, éramos dos extraños. Pero al final decidí ir.
Lamentablemente, fui bastante ingenua al pensar que tal vez me pedirías perdón o algo por el estilo. En cambio, lo único de lo que hablaste fue de tu dolor y de cómo me culpabas por la muerte de mi madre, el amor de tu vida.
Me sorprendió escucharte decir eso. Mi madre falleció un día después de darme a luz debido a complicaciones, y resulta que tú me echaste la culpa a mí. Porque, según tus palabras, si ella no me hubiera tenido, nunca habría muerto.
Escuchar eso solo generó en mí rabia y odio, porque en ningún momento te disculpaste conmigo. Solo me llamaste para victimizarte.
Después de esto, no quiero volver a saber de ti. Para mí, solo eres un hombre egoísta que nunca se preocupó por mí y que me culpó de algo que no estaba en mis manos.
Además, quiero que sepas que me sorprendió mucho escuchar de tu boca que como soy la viva imagen de mi madre. Cada vez que me miras, ves su reflejo, y eso te duele.
Te duele recordar que perdiste a tu gran amor, y es por eso que siempre me ignoraste. Pero no puedo llevar el peso de tu dolor, no puedo ser responsable de tu sufrimiento.
Sinceramente,
Anastasia.
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Cartas para la Sombra de un Padre
Historia CortaTodo comenzó cuando apenas tenía 10 años y esperaba con ilusión tu presencia en mi fiesta de cumpleaños. Pero el día transcurrió sin tu llegada, y el vacío que dejaste se convirtió en una herida en mi corazón infantil. Recuerdo con nitidez el torren...