1. Cómo vive un hijo del Rey

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Tres días antes de Navidad, viajaba en un avión en el regresaba de un trabajo realizado en la estación rastreadora ubicada en la Isla Coopers de las Bermudas. Habíamos volado hasta la zona de Nueva York y estábamos todavía volando en circulo. Esto no tenia nada de extraordinario. El trafico aéreo sobre Nueva York es generalmente intenso, y aveces se necesitan diez o quince minutos para conseguir turno de aterrizar. Pero en esta ocasión , ya habíamos volado alrededor del aeropuerto treinta minutos y al final escuchamos la voz del comandante que dijo, en términos que manifestaban dudas: "Hay problemas en el tren de aterrizaje, pero esperamos repararlo en unos pocos minutos."

Los pocos minutos pasaron, seguidos de otros mas después de lo cual volvimos a escuchar la voz del comandante que nos dijo como debiéramos afirmarnos para un aterrizaje sin ruedas. 

El avión debía llegar al aeropuerto y partir luego con destino a Londres. Yo sabia que llevábamos todo el combustible necesario para el viaje trasatlántico, y es ilegal eliminar el combustible sobre el área de Nueva York. Ese tipo particular de avión, a turbo hélice, casi siempre se incendia cuando se arrastra sobre la pista, al aterrizar sin ruedas. Estábamos encerrados en una bomba incendiarios casi segura. Mi primera reacción a esta noticia fue pensar: "¡Aleluya!¡Este es día de graduación! Señor, haz que sea pronto y fácil."

Sería rápido  por cierto, no había ninguna duda de esto. Sería fatal de repente para todos nosotros. Pero, ¿Sentí tormento al respecto? Absolutamente nada. En realidad experimenté un sentido de anticipación. Esta sería una nueva experiencia. Yo había estado gritando acerca de la victoria que hay en la muerte por mucho tiempo, y ahora estaba al borde de comprobarlo personalmente. ¡Alabado sea el Señor!
Fue en esos momentos que el Espíritu Santo me reprendió diciéndome: Hill, te estás comportando tan egoísta y egocéntrico como siempre. ¡Que diremos de los demás en el avión: los paganos que no me conocen, esos sujetos que están llenos de toda es falsificada alegría de Navidad que se obtiene con la bebida. Piensa en ellos: la condición en que se encuentran. La graduación no será para ellos una gran celebración.
"Lo siento, Señor", dije, y comencé  interceder. "Señor", dije en mi oración, "necesito saber como debo orar: creo que necesito una palabra de ciencia." Por medio del don de la palabra de ciencia concedida por el Espíritu Santo, Dios puede concedernos información en una forma sobrenatural. Él siempre tiene a mano todos los hechos, y Él puede darnos a aquellos que necesitamos cuando oramos en el Espíritu y le pedimos a Él por los mismos. No siempre es necesaria la ciencia, pero cuando es necesaria, el Espíritu nos la suplirá indefectiblemente.
Al orar en el Espíritu, orando en lenguas que mi mente natural no podía comprender ni dominar, me fue concedida una evidente y sobrenatural ciencia por medio de un cuadro tan claro como una escena de televisión. Yo vi una radiografía de todo el sistema de aterrizaje de ese avión: los impulsores hidráulicos, los cilindros, las bombas, todo. Y vi lo que estaba fallando en el tren de aterrizaje. Todo el aceite del sistema hidráulico se había escurrido. Era evidente que las ruedas no podían bajar: no existía líquido impulsor para realizar la maniobra.
Aunque era muy interesante ver lo que estaba fallando, todavía sería mejor el poder repararlo. Y así que oré: "Señor, repáralo tú. Ten a bien llenar de aceite ese sistema seco de modo que el tren de aterrizaje pueda funcionar." Entonces, mientras continuaba orando en el Espíritu, vi el celestial fluido hidráulico, el santo aceite del Espíritu fluir a través de todo el sistema del avión. Al ser llenado, las ruedas bajaron cuando solamente nos encontrábamos aproximadamente a tres metro del suelo. Fue un aterrizaje perfecto, en una pista cubierta de carros contra incendios, ambulancias y cámaras cinematográficas. Todos ellos se habían preparado para el peor incendio de la historia del aeropuerto Kennedy.
Al detenerse el avión, el comandante volvió a hablar personalmente a los pasajeros. Estaba pálido como un papel, su voz temblorosa.
"Señores", dijo él: " No tengo ni la mas remota idea de lo que sucedió." Si el me hubiera preguntado, yo se lo podría haber dicho, pero no lo hizo, solo trató de explicarse a su mismo mientras permanecía de pie moviendo su cabeza de lado a lado con gesto de incredulidad. "Nuestros instrumentos revelaban que el fluido se había escurrido del mecanismo", dijo él, "de modo que no había manera de conseguir que las ruedas bajaran, no teníamos frenos, ni dirección..." Se detuvo para tragar saliva, lo que hizo con dificultad. "Era algo imposible, pero de todos modos las ruedas bajaron en el momento preciso, y pude controlar las hélices y detener el avión antes de chocar con el edificio de la administración"
Yo podía ver que estábamos estacionados frente al edificio de administración, donde no nos correspondía estar, ¡exacto que ese era el único lugar donde no había aviones a nuestro paso! No ocurrió ni el mas mínimo dañó en ninguna parte de la nave, y Jesús lo había hecho todo. Todo lo que Él necesitó fue un intercesor que ya estaba en una actitud de oración y alabanza. No habría habido tiempo suficiente para alabar y confiar en Dios si no hubiera estado en comunión con Él. Y Dios honró mi oración con un milagro.
Me habría gustado ver la bitácora de la línea aérea BOAC para ese día peculiar con el fin de ver como registraban el incidente. No pudo ser un asunto de hacer un informe usual escueto. Tenía que ser algo que tuviera visos de extraordinario, porque el Espíritu Santo había estado a cargo de toda la situación.
Ese mismo día, me encontré temporalmente atascado en el aeropuerto. El avión que debía llevarme a Baltimore, en el cual yo había hecho reservaciones, no había aparecido, y yo deseaba llegar a casa. Siendo la época de Navidad, habían millones de personas que deseaban movilizarse. Y no existía ninguna razón humana para que mis nueces tuvieran prioridades sobre las de otros. Pero Dios habías acabado de demostrarme lo que Él podía hacer cuando yo confiaba en Él, de modo que, mientras esperaba, me regocijé orando: "Señor, tu si puedes librarme de una muerte segura como lo hiciste, tu puedes ciertamente llevarme hasta Baltimore sin ninguna dificultad."
Seguro de que Dios tenía algo en reserva para mí, aunque no sabía el que y el cómo, me dediqué a consultar en todos los medios ordinarios. Llamé a las empresas de transporte. Todas tenían sus pasajes saturados. Consulté con todas las áreas. No había ningún vuelo con cabida para mí. Era inútil inscribirse en la lista de espera, ya que había cientos de personas en ella.
Yo dije: "Señor, he hecho todo lo posible. He agotado todos los medios. De modo que voy a desistir buscando." Y entonces escuché sus instrucciones. Me dijo que caminara hacia la puerta de embarque. Esto es algo que ninguna persona hace normalmente. Lo lógico es esperar frente a la ventanilla de pasajeros. Pero no iba a discutir con el Señor. Dije: "Di, Señor"' y me encaminé hacia la puerta para comprobar lo que el tenía para mi allí. Yo sabía que no tenía que caminar hasta la puerta en vano.
Sucedió que  justamente frente a la puerta había un avión con destino a Washington y con una escala en Baltimore. Había mucha gente en la lista de espera. Yo lo sabía. No existía razón humana para viajar en ese vuelo, por cierto, pero permanecí allí alabando al Dios, realmente regocijandome por la situación en la que me encontraba. En medio de mi regocijo escuché que llamaban a un Fulano de Tal. Seguidamente dijeron: "Última llamada para Fulano de Tal" Era hora de salida para el avión y no aparecía.
El portero no siguió el procedimiento regular con el cual se permite que la primera persona en la lista de espera tome el lugar de Fulano de Tal. No había tiempo para eso. Sencillamente me miró y preguntó: "¿Desea usted ir a Baltimore?"
Yo le dije: "Si, Señor"
Me contestó: "Pase"
Subí a bordo, cerro la puerta y partimos.
En el orden natural, los hechos de ese día no podían haber sucedido asi. Pero había sido un hijo del Rey a bordo de ese avión a punto de explotar. Y mas tarde, yo había sido un hijo del Rey esperando en la puerta un vuelo con pasaje completo. Y los hijos del Rey no tiene que darse con el orden natural. Ellos no tienen que quedarse con lo secundario. Los hijos del Rey tiene un trato preferencial. Ellos pueden vivir cono hijos del Rey, mientras mantienen sus ojos en el Rey.
Dios dice: "Alábame todo el que respira." El cerebro educado responde: "Espere que tome aliento" y nunca lo hace.
Dios dice: "Lee mi palabra, hazlo y toma nota de los resultados." El cerebro educado dice: "Pero ¿Qué de esto?¿Qué pasa si...,?¿Supongamos que esto o aquello?" Y es solamente un oidor y no un hacedor. El cerebro educado nos hace personas de doble ánimo como en Santiago 1:8, esquizofrénicos, y dudosos de una victoria que es segura.
Dios dice: "Si no os volvéis como niños", el cerebro educado responde burlonamemte: "¡Simplificación exagerada!"
Dios dice: "Probadme ahora", y el cerebro educado pide tregua diciendo: "Permítame comprobar esto primeramente para ver si se ajusta a mi teología."
Este principio de cerebro educado se destaca en Hechos 4:13 donde después de ver a los discípulos ministrando poderosamente con las señales que seguían, los cerebros educados idiotas del mundo religioso se sintieron intrigados porque ninguno de entre los hijos del Rey tenía su doctorado.
Y del mismo modo, aun ahora, a media que lee el capítulo primero de este libro, puede detectar en si mismo la tendencia a prengutar: "¿Por qué el piloto del BOAC no voló hacia el mar y eliminó todo el exceso de combustible para salvaguardar la vida de todos los pasajeros?"
A lo cual un hijo del Rey responde: "¿Por qué no preguntarle al piloto?"
Un hijo del Rey es un reportero, no uno que explica detalles. Este libro es un reportaje de las cosas extraordinarias que sucede cuando un hijo del Rey sigue las instrucciones del Manual del fabricante, en lugar de estarle haciendo la venia a su cerebro educado.

Como vivir como un hijo del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora