4. Cómo salir de un pantano

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Mi amigo Ed dijo: "Entra", y entonces comenzó a explicarme la realiadad. Habíamos leído las Escrituras juntos, en carias ocasiones anteriores, pero esa noche Ed fue muy personal y dijo que la razón por la que podía ser tan libre, era que había confesado sus pecados, y la sangre de Jesús los había lavado, lo había limpiado.

En el pasado, no me había gustado oír de la sangre de Jesús, y cuando alguien me mencionaba la palabra pecado, se me hacia un nudo en  la boca del estomago, y me descomponía.

Pero esa noche, estaba tan desesperado como para seguir escuchando. Y Ed me mostró el versículo en Juan donde Jesús dice: "Yo soy el camino, la verdad y la vida, y si tu deseas conocer a tu padre celestial, tienes que hacerlo a través de mi, de otro modo no podrás hacerlo."

Antes, siempre había objetado ese versículo, preguntando: "Pero, ¿qué diremos de los hindúes, y de los budistas, y de ...?"

Pero esa noche, fue como si Dios me interrumpiera diciendo: Olvídate de ellos. ¿Qué diremos de ti?

Ed me preguntó: "¿Qué piensas de esto? ¿Deseas a Jesús, o no, según sus condiciones, si evasivas?"

Me sentía lo bastante miserable como para decir que sí, y sino recuerdo mal, oré en estos términos:

"Señor Jesús, si realmente estas aquí, y mi amigo Ed parece creerlo así, ten a bien hacerte una realidad en mi, ahora mismo."

No fue una gran invitación, pero era todo lo que Él necesitaba. Me sentí como si me hubiera abierto, se hubiera movido dentro de mi, me hubiera enrollado alrededor de Él, y me hubiera conectado a una fuente de poder, concediéndome perfecta paz y lavando cuarenta y cinco años de mugre. Él me hizo saber que estaba en buenos términos con Dios para siempre, y todo lo que estuvo registrado en mi contra, había desaparecido, que todos mis pecados estaban tan lejos como el oriente esta del occidente, que Él los había echado al mar del olvido. Y que en el cielo, el mar ya no es más, así era como había sucedido con mis pecados, todo el lodo que había estado amenazando con tragarme para siempre. Estaba perdonado.

Cuando era niño vivía en el campo, y por lo general hacia excursiones con mi hermano. Había un pantano respecto del cual todos nos amonestaban a no acercarnos a él. Tenia ciénaga, una cierta clase de barro que en ligar de resistir el movimiento del cuerpo tiene a atraer el cuerpo hacia el fondo. Si uno cae en una ciénaga, y no hay nadie que lo ayude. Se hunde a la razón de varios centímetros por minuto.
Ya que la ciénaga era zona prohibida, era normal que mi hermano y yo nos sintiéramos desafiados a explorarla en su totalidad.
Un día en que estábamos saltando por los pantanos yo resbalé en el pantano y comencé a hundirme. Tendría entonces un metro de altura, lo que significaba que en poco mas de media hora parecería sofocado, ahogado en la ciénaga. Todo lo que quería de mi era un montículo en la superficie de la pegajosa masa negra. Estaba aterrorizado de morir, tanto que ni siquiera podía llorar.
Recientemente, el Señor trajo con fuerza a mi memoria todas la religiones, las filosofías, y los cultos paganos, y me mostró lo que me podían ofrecer cuando yo estaba hundiéndome en el negro lodo que representaba el pecado de mi propia vida.
Confucio dijo:"Es mejor que te mantengas alejado de tales lugares muchacho." Y habiéndome dado ese maravilloso consejo, siguió su camino y me dejó hundiéndome.
Buda dijo:" Que esto sea una lección para ti, mi hijo", y me hundí más todavía. Yo había sido un budista y sabía que estas cosas tenían el propósito de ser lecciones, de modo que cuando fuera reencarnado la próxima vez, yo pudiera una existencia mejor.
Mahoma suspiró y dijo:" Es la voluntad de Alá", y seguía hundiéndome.
La ciencia cristiana manifestó:" Es solamente un error en tu mente. En realidad no estás en ninguna dificultad. Lo que pasa es que no estás pensando correctamente." Yo había sido un seguidor de la ciencia cristiana, pero el pensar correctamente no había sanado mi embriaguez de modo que me hundí otro centímetro más y ya no me quedaba mucho centímetros.
Los hindúes me dijeron:"Le deseamos mejor suerte en la próxima reencarnación". Este primer «viaje» como pulga le fue mal. En la próxima vuelta vendrá como mosca. El sucio y negro loro me seguía tragando.
El evolucionista me dijo:" Todo lo que necesitas es un poco más de tiempo. El tiempo cura todas las cosas, amigos." Pero con cada minuto que pasaba me encontraba peor que antes.
Yoga me dijo:" Trascienda su problema." Yo lo había tratado de hacer, me había sentado y me había dedicado a la contemplación por tanto tiempo me que me había aburrido y estaba hundido hasta la cintura.
El unitarismo había dicho:" Todo lo que necesita hacer es alcanzar más amor." Pero, ¿Cómo va uno a salirse de un Pantano de barro cenagoso sólo con el amor?
Un adivinador me dijo:" Consulte el Zodiaco, las estrellas tienen la respuesta." Pero las estrellas no alumbraban ese día y así me hunde más profundamente.
Darwin dijo:" Se trata de la supervivencia de los más aptos, sí es apto, sobrevivirá." eso era exactamente lo que temía. Al hundirme unos centímetros más, demostré mi ineptitud para cualquier cosa excepto para ser enterrado vivo.
Aristóteles me sonrió y dijo:" Mi hijo, conócete a ti mismo." Ahí estaba el problema. Yo me conocí a mí mismo, estaba destinado para el fondo del montón de barro.
Platón afirmó:" La respuesta está en la verdad." Simplemente busqué la verdad pero él no estaba hablando de la verdad, tangible, una verdad viviente Y la verdad viviente; según él significaba que yo estaba por ser aniquilado.
Zoroastro dijo:" Use su poder de la voluntad." Pero yo había usado el mío hasta el último, y no me había servido de nada. Estaba por perecer.
Un psiquiatra me dijo:" No se sienta culpable. Todo lo que necesita es salir y cometer más pecados." Pero me encontraba de tal manera esclavizado que no había manera de ir a ninguna parte o hacer ninguna cosa.
Había probado Fronteras Espirituales, Nuevo Pensamiento, Rearmamentismo Moral, Edgar Cayce, y todos los demás. Ninguno de ellos me había ayudado en lo más mínimo. Yo me hundía cada vez más y más hasta encontrarme casi completamente perdido.
No sea religión, ni filosofía que no hubiera probado. Todas pretendían ser diferentes, pero eran todas lo mismo, inútiles, dejándome en mi miserable  vacía  enajenada, hastiada, vana, hedionda condición de cadáver.
Pero sucedió entonces qué pasó por allí Jesús y me dijo: Yo soy el camino, yo soy el único camino, solamente dame tu mano.
Yo no puse argumentos tales como:" ¿Y qué dirémos de los demás? Sencillamente le tendí mi mano, y Él me la tomo entre la suya. Me sacó de ese barro negro inmundo y puso mis pies sobre la roca sólida, lavándome también.
No, no sé exactamente Jesús quién materialmente me sacó del barro ese día en que yo era un muchachito que casi perece. Pero de algún modo, a último minuto, cuando ya aguantaba la respiración porque presentía que el próximo lindo sería el último, Él envío a dos extraños a través de los bosques para sacarme del peligro. Nunca supe el nombre de esas personas, nunca los había visto antes y nunca los he vuelto a ver. Pero no estaría sorprendido si los hombres que me sacaron eran dos ángeles, enviados para librarse de los elegidos de Dios porque yo tenía una madre cristiana que me había entregado a Jesús aún antes de nacer.
El día que le conocí personalmente, el día que me sacó del negro barro del pecado y me lavo completamente, había dejado de ser yo un muchacho que andaba explorando con mi hermano en el Pantano. Ya era un hombre maduro,  que me embarcaba en la aventura más grande que cualquiera puede realizar a cualquier edad, es decir, comenzaba aprender a vivir como un hijo del Rey.

Como vivir como un hijo del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora