8.Cómo librarse de una espalda adolorida

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Cuando recién me convertí, vivía con un constante dolor debido a que un disco de la columna vertebral se había desintegrado. Las radiografías revelaban que se había producido una total pulverización, una destrucción total, y el disco se había pulverizado. Las vertebras estaban librándose una a otra , oprimiendo los nervios, y mis piernas estaban adormecidas y me punzaban. EL medico me había dicho que si no me operaba, en dos años estaría paralizado desde la cintura abajo. Yo deseaba estar libre de las insoportables dolores, pero no me atraía la idea de ser operado, de modo que continué postergando la operación.

Fue entonces que me crucé con la promesa de Dios en Marcos 16:17-18: "Estas señales seguirán los que creen... En mi nombre pondrán sus manos sobre los enfermos, y sanarán." Siendo un cristiano tan nuevo, yo era muy ingenuo para dudar, de modo que consulté con todas las personas religiosas de Baltimore acerca del poder de Dios para sanar. Yo deseaba encontrar alguien que quisiera poner sus manos sobre mí de modo que yo sanara, así como lo dice la Biblia.

Pero todos me ignoraron. Ellos me dijeron: "Bueno, Hill, tu sabes que esto terminó cuando los discípulos murieron. Dios no hace esa clase de codas ahora. Para eso tenemos medico y medicina."

"¿Esta tratando de decirme que el poder de Dios se agoto cuando Pedro murió?", les pregunté yo.

Bueno, eso era lo que dijeron ellos, pero eso no era lo que  mi Biblia decía. Ella decía que Jesús es el mismo de ayer, y hoy, y por los siglos; no que Él podía sanar a la gente dos mil años atrás pero que Él se había aburrido de esto o que se había jubilado justamente ahora cuando yo lo necesitaba.

De modo que fui al Señor acerca de ello. Yo oré: "Señor, si todavía es cierto, borra toda referencia al derecho a ser sanado del Libro o envíame un telegrama desde el cielo diciendo que ello no es ya cierto.  Tú lo has dicho, y yo lo creo, pero, ¿dónde se encuentra?"

No mucho tiempo después, Dios trajo a Baltimore un evangelista que predicaba la sanidad. Yo me puse en la fila de los que deseaban ser sanados en la gran carpa del evangelista, él me puso las manos sobre la cabeza y dijo: "Sé sano en el nombre de Jesucristo", y yo recibí una nueva espina dorsal, allí mismo mientras esperaba. Como resultado tuve licencia para creer todo acerca de las sanidades que aparecían en el Manual del Fabricante, no porque alguien de algún seminario dijera que era o no verdad,sino porque yo tenia la prueba viviente en mis espalda, un nuevo disco de la tercera vértebra lumbar.

Ese evangelista era Oral Roberts.

Cuando volví a mi iglesia sanado después que mi pastor me había garantizado de que esas cosas ya no sucedían más, su teología se vio algo confundida, Pero mi espalda estaba muy confortable. Y me hubieran eliminado de su membresía si no hubieran sido porque yo daba el diezmo, y no podían darse el lujo de perderme.

Por años yo llevé la confirmación de mi sanidad en mi espalda, pero hace poco el Señor dispuso que yo recibiera ademas confirmación médica. No estaba enfermo, y no tenía ninguna razón para consultar al médico, pero el Señor me impulsó irresistiblemente a pedir una consulta para un examen físico. Sabiendo que la obediencia es mejor que el sacrificio, y que el General estaba enviando órdenes a su soldado, yo dije: "Sí Señor", y conseguí la consulta.

El médico hizo las preguntas preliminares pertinentes, y finalmente dijo : "¿Ha tenido alguna vez una afección física seria?"

"Sí, tuve la desintegración de un disco de mi columna."

"¿Quién fue su médico?¿Quién hizo el diagnóstico?"

Yo le di el nombre del médico, y él dijo: "Ah, sí. Todavía ejerce en el centro de Baltimore. ¿Lo operó?"

"No"

"¿Quién la realizó?"

"Jesús"

El medico me miro como si pensara que no había escuchado bien.

 "Jesús fue el cirujano " dije yo.

El médico dejó los papeles y el lápiz la mesa: "Cuéntame al respecto." 

Nunca había visto uno con tanta sed por oír acerca de Jesús como ese médico. Cuando yo había terminado mi relato, él dijo: "Esa es la historia más maravillosa que he oído jamás. Yo deseo oír más de ello más adelante." Entonces volvimos a las preguntas.

"¿Ha tenido alguna enfermedad incurable?"

"Si, fui alcohólico"

"Óigame de eso"

¡Uf! No se cansaba de oírme contar. Cuando terminé de decirle toda la historia, él medico dijo: "¡Esa es la cosa más maravillosa que haya oído jamás!" Fue entonces cuando me di cuenta de que yo me encontraba allí por disposición divina, no porque yo necesitara alguna ayuda médica, sino para decirle a él acerca de Jesús. Él parecía considerarlo oportuno, y me pidió que le contara más acerca de la sanidad de mi desintegrado disco.

"¿Se ha sacado una radiografía desde que sanó?"

"No señor. He pagado todo el dinero que pienso gastar en radiografías. Tengo la sanidad. No necesito más radiografías."

Él dijo; "¿Sabe? yo deseo ver cómo se ve en la actualidad. El costo será cubierto por el médico del gobierno."

"¿Quiere decirme que el gobierno pagará por las radiografías para corroborar el poder sanador de Jesús? Entonces estoy dispuesta a hacerlo. Si el tío Sam me va a ayudar a gloriarme en Jesús yo lo haré."

De modo que me dio un comprobante y dijo: "Preséntese a este laboratorio y dígales que yo le envío. Dígales  que traten de ubicar un disco dañado o desintegrado en la región lumbar. "

Bueno, fui al laboratorio de rayos X, y me pusieron bajo la máquina de rayos y tomaron las tres tomas, tres ángulos diferentes. Me dijeron: "Espere ahora hasta que revisemos y estemos seguros de que no se movió y salieron movidos." De modo que esperé. Cuando la técnica volvió me dijo: "Póngase bajo la maquina otra vez más." Me coloqué. Tomaron otras tres radiografías más. Ella me dijo: "Espere ahora."

Me colocaron bajo esa máquina cuatro veces ese día. Tomaron doce radiografías, y todavía no han ubicado algún disco dañado. Dios lo ha sanado.

Marcos 16:17 es ta cierto hoy como siempre lo ha sido.


Como vivir como un hijo del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora