POV STILESMi marido tenía una habilidad especial para meterla n los sitios más impredecibles. Así que no me sorprendía desasido pillarle en una fiesta de trabajo con la mano debajo de la falda de una pelirroja de risa bobalicona y contoneos exagerados. O para que le colgara muérdago de la hebilla del cinturón. Anqué no estuviéramos en navidad. De pronto, después de ocho años preguntándome si lo mío era paranoia o intuición, tenía la respuesta: Matt me estaba engañando y no podía seguir.
Probablemente tendría que haberlo dejado antes, pero esta ciegamente enamorado y, además, mi madre consideraban que el divorcio era una ordinariez, a pesar que ella misma había pasado por uno. Quizás temía que no pudiera encontrar algo mejor. Resulto que no podía haber escogido mucho peor.
Exactamente hace un año, seis días y catorce horas después, matt y yo firmarnos en la línea punteada y nuestro divorcio quedo disuelta, como se disuelve la sal de un coctel margarita den la lengua, dejando el regusto de algo que empieza siendo dulce pero acaba siendo amargo. Los detalles de nuestro divorcio nutrieron el voraz frenesí de la prensa local de Glenville. Matt era el hijo predilecto de la ciudad, al fin y al cabo, todo el mundo quería un jugoso bocado para sus titulares de la noche. Su trabajo como presentador de las noticias del canal siete prácticamente le otorgaba el estatus de una celebridad y unos seguidores entregados. En cuanto a mí, de un solo brochazo me dibujaron como el típico casa fortunas que solo quería perseguía su dinero. Al parecer, yo solo recordaba el incidente con la pelirroja y, de algún modo, me convertí en el mala de una sola dimensión atrapado en el reality show de su propia vida así que cuando mi tía Melisa me llamo para invitarme, junto con los niños, a pasar el verano con ella en el pequeño pueblo de bell harbor en Michigan, su oferta me resulto oportuna como para rechazarla.
―necesitas una buena limpieza Psitica Stiles―me dijo Melisa por teléfono ―, ha llegado el momento de purgar fuera de tu sistema todo mal karma de matt.
Yo no tenía la más mínima fe en esa absurda creencia suyas en el tarot, la guía de los ángeles o cristal terapia, pero necesitaba desesperadamente vacaciones. Y la oportunidad de esconderme. De aquella casa rosada de pizarra de la tía Melisa, que alzaba en lo alto de una colina con vista la playa de Michigan, era el lugar perfecto para descansar, reinicializarme y decidir que demonios iba hacer con mi vida en los próximos cincuenta años. Cierto es que esos años probablemente esté muerto, pero odio dejar las cosa al azar.
Conduje el jeep por las pequeñas las pequeñas avenidas de bell harbor flanqueados por hileras de olmos, baje la ventanilla, inspire profundamente y sentía el aroma de la arena cálida, mesclado con otro olor a crema bronceadora y a lilas, un aroma de várenos despreocupados, antes que de me importara lo mas mínimo el peligro de los rayos uve y las toxinas del lago. El sonido de las cigarras casi ahogaba el sonido de las olas que rompían en la cercana orilla.
Que cambio tan drástico con respecto al calor resplandeciente del asfalto de glenvilla, una pista de carreras en la que conducir era una guerra. Bell harbor parecía haberse quedado detenido en el tiempo que no existía en ningún lugar, ajeno a la chabacanería de la vida más allá de las fronteras. Como un brigadoon encantado, solo que aquí la gente no se ponía a cantar y bailar en el momento más inesperado. O quizás si lo hacían y yo no me había dado cuanta.
Conduje por delante de las casas claras en cuyos largos y blancos porches ondeaba banderas americanas. Un perro de aspecto descuidado que llevaba un pañuelo rojo correteo por la acera agitando la cola con fuerza como si se dirigiera algún lugar importante. Después de la última curva, ante mis ojos apareció el patio DE LA casa de la tía Melisa. Como si se trata de una floristería de saldo, había flores por todos partes: flores auténticas, flores de seda, flores descoloridas y flores de platico. Espesos matorrales de ásales sin podar rodeaban los bebederos para los pájaros, bancos de hierro y una variedad de colecciones de estatuas de ángeles y gnomos. Sentí como el corazón me daba un brinco inesperado y me golpeaba la costilla, como una luciérnaga que trata de escapar de un tarro de cristal.
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Mi Segunda Primera Vez ||Sterek UA||
Teen FictionStiles Stilinski, perfecto esposo, padre y, es un experto en poner orden. Pero cuando el caos invade su hasta entonces vida «perfecta», confía en que unas vacaciones de verano en la casa del lago de su tía, le ayudarán a reorganizarse. Stiles quiere...