Capitulo 2

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—¿Café, stiles? —me preguntó mellisa, y extendió el brazo con la cafetera peligrosamente llena hasta los bordes, aunque no había a la vista taza alguna  donde verter el café. Aquella mañana, mellisa llevaba puesto un turbante de color verde menta de tal modo que los suaves rizos castallos surgían en lo alto de su cabeza y le daban el aspecto de un tubo de ensayo en plena efervescencia.

—Claro —respondí. Saqué una taza del armario procurando hacer caso omiso de la suciedad y se la tendí.

Había sido un desafío levantarme aquella mañana. El colchón de la habitación parecía una bolsa de naranjas y el sonido de las olas rompiendo en lugar de arrullarme me había provocado ganas de ir al baño. Cuando, al amanecer, iker se había metido en mi cama y con él habían aparecido los perros y sus babas, me había preguntado de nuevo si no habría sido un error venir a Bell Harbor. Pero mellisa me había acosado con la tenacidad de un testigo de Jehová hasta dejarme sin argumentos para negarme.

—¿Qué tal has dormido? —me preguntó mellisa, y me tendió la taza después de esparcir en ella un poco de canela.

—Genial —mentí y deseé poder inyectarme café directamente en las venas.
Estiré el brazo por detrás de mellisa para alinear la cafetera con la licuadora.

—Es fantástico, querido. He pensado que después de desayunar podríamos ir a dar un paseo. Hay un camino que lleva directamente hasta el parque de la escuela.
Los niños estaban sentados en la isla de la cocina con los ojos todavía hinchados por el sueño, pero expectantes. Me incliné y los besé en la mejilla.  maya me devolvió el beso, pero iker volvió el rostro. Se estaba haciendo ya mayor para besuqueos y sentí un vuelco en el corazón.

—Por favor, papi, me gustaría ver la escuela —dijo maya esgrimiendo su sonrisa más encantadora.

—¿Os habéis lavado los dientes antes de bajar? —les pregunté.

—Creía que estábamos de vacaciones —repuso iker con el ceño fruncido.

—No en lo que a higiene dental se refiere. Os los laváis después de desayunar y entonces iremos al parque.

Chocaron los puños en señal de victoria, felices, hasta que mellisa colocó delante de ellos dos cuencos humeantes.

—Comeos vuestras gachas, queridos.

—¿Qué es esto? —preguntó maya frunciendo el ceño al ver aquel potingue desconocido.

—Es puré de avena, maya. Cómetelo.

—No es como nuestra avena. ¿Qué son todos estos puntos?

Eché un vistazo al engrudo. mellisa no había mejorado como cocinera con los años. Cuando éramos niñas, en algunas ocasiones, mi hermana y yo apostábamos cualquier tontería y la que perdía tenía que comerse alguno de los mejunjes de mellisa. Su puré de avena era lo peor, siempre pegajoso y descolorido. A veces mordías algo y no sabías ni qué podía ser ni por qué estaba ahí. Hacía tiempo que sospechaba que isaac se había hecho chef simplemente a modo de autodefensa.

—¿Qué son esos puntos? —pregunté sin poder resistirme.

—Semillas de lino. Ayudan a hacer caca.
Los ojos de iker se abrieron de par en par:
—Hacer caca es divertido. Una vez, yo hice caca...

—¡iker! —No era el momento para esa historia—. Come.

—Sí, comed, queridos. Tengo que estar de vuelta a las doce. Harry me lleva al tiro al plato. —Se llevó la mano a la sien y me miró antes de continuar —: Ay, querida, ¿estoy siendo descortés por acudir a una cita cuando tú no has tenido una en siglos?

Mi Segunda Primera Vez ||Sterek UA||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora