Capítulo 21

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—Solo es un cepillo de dientes, Stilles. A lo mejor es porque te huele muy mal el aliento.

Estaba sentado en la cocina de Allison decorada con estridentes mariquitas, antes de ir a recoger a los niños en casa de Matt. Derek estaba pasando unos días en un congreso de medicina en Seattle, de modo que yo tenía tiempo para deambular.

—Pero me pareció mono.

Ella se masajeó el vientre todavía plano, una costumbre que había adquirido desde que supo que estaba embarazada.

—Es mono, desde luego. Pero no deberías trasladarte allí por un tipo, y menos por uno que puede que se marche.

— ¡Es melisa quien no para de decir que me traslade allí! ¡Yo nunca lo he dicho!

—Directamente, no, pero no has parado de dejar pistas por todas partes.

Solo hablas de lo divertido que es, de que todo el mundo es muy simpático, y de que todo es mucho mejor que en Glenville. ¡Francamente, parece que no te importe en absoluto dejarme totalmente abandonada cuando nazca mi bebé! — Allison se tapó la cara con las manos y se echó a llorar. ¡Ay, esas malditas hormonas del primer trimestre tienen mucho poder! Te dan una patada en las rodillas y te hacen caer redonda en un mar de lágrimas.

Dejé mi limonada y rodeé los hombros temblorosos de Allison.

—No me voy a ir a vivir allí. Estoy de acuerdo en que sería una tontería.

— ¡Pues no lo sería! —hipó ella—. Sería totalmente lógico. Es mucho mejor aquello que esto. ¿Dónde se supone que llevaré a jugar a mis hijos? No hay ningún parque al que ir andando desde casa. No hay playa, ni tiendas de chucherías, ni de cometas. Bell Harbor tiene todo eso, aparte de todas esas casitas tan monas, que parecen todas distintas. —Se secó la cara—. Piénsalo, podrías comprarte un bungaló y pintarlo de lila, si quisieras. Yo necesito una especie de dispensa papal para poner un bebedero para pájaros..., maldita asociación de vecinos.

—A lo mejor tú deberías trasladarte a Bell Harbor —le dije.

—A lo mejor lo hago, pero tú primero. — Volví a sentarme deseando que hubiera un poco de ginebra en la limonada.

— ¿Así que ahora dices que debería trasladarme allí?

—Seguramente. Pero no lo hagas por un tipo.

Cuando Melisa y Scott me habían aconsejado que me mudara, fue fácil rechazar la idea. Al fin y al cabo, Scott tenía motivos profesionales y Melisa estaba pirada. Pero que Allison se sumara a la causa cambiaba las cosas.

— ¿No me echarías de menos? — Volvió a hipar.

—Sí, pero iría a verte continuamente. A la Princesa Botoncito le encanta el agua.

— ¿Quién es la Princesa Botoncito?

—Mi bebé. Jeff la llama así.

— ¿Y si es un niño?

—Pues recibirá un montón de palos.

(***)

El estruendo de la televisión se oía a través de la puerta del piso de Matt. Llamé por segunda vez e Iker abrió al cabo de un minuto.

—Hola, papi. —Se me echó en los brazos y me abrazó. Nunca me cansaría de eso.

—Hola, guapo —ronroneó Matt. Ah, estaba absolutamente cansado de eso.

Crucé el umbral de aquel apartamento sin apenas mobiliario.

—Vaya. Me encanta lo que has hecho con el espacio.

Matt rio por lo bajo.

—Sí, bueno, tú te quedaste todos los muebles, ¿recuerdas?

Sonreí.

— ¿Están preparadas las cosas de los niños? —Cuanto antes me largara de allí, mejor.

— ¡Qué prisa tienes! ¿Quieres tomar algo?

—No, gracias. No tenemos tiempo. Y tengo que conducir.

— ¿Tienes otra cita en el paraíso con ese tal Derek del que los niños cotorrean a todas horas? ¿Quién es?

—Nadie. Un amigo. —Aparté de un puntapié un periódico del suelo, buscando los zapatos de los niños.

— ¿Un amigo, eh? —Matt se apoyó en la pared—. Está bien tener amigos. ¿Vais en serio?

Dejé de buscar zapatos y miré a Matt con dureza.

—Me parece que eso no es asunto tuyo, ¿verdad?

Sonrió con suficiencia.

—Ah, ¿o sea que es serio? ¿Qué tipo de nombre es Derek? ¿Es un motero o algo así?

Vi la sandalia de maya metida debajo de un cojín del sofá y crucé la sala para sacarla.

—Es médico. Vamos, niños. Ayudadme a recoger vuestras cosas.

Maya se puso a saltar a la pata coja.

—papi, ¿dónde está mi otro zapato?

—Aquí, cariño. Deja que te ayude.

Recogimos sus cosas a toda prisa y las metimos en una bolsa de lona. No me entretuve en doblar nada. De todos modos iría todo a la lavadora en cuanto volviera a casa de melisa.

—Papa, no te bebas mi zumo, ¿vale? Guárdamelo —le pidió Iker.

—Vale Iker. Te lo guardaré. ¿Seguro que tienes tanta prisa, Stilles?

- Podríamos pedir una pizza, abrir una botella de vino. Podrías hablarme de tu nuevo amigo. O mejor, podríamos rememorar. —La insinuación era alta y clara. «Pongámosles una película a los niños y larguémonos disimuladamente a la otra habitación para echar uno rapidito».

Negué con la cabeza vehementemente.

—No, tengo cosas que hacer. Tengo que pasar por casa antes de volver a Bell Harbor.

Él frunció el ceño.

—No tienes que ir a ver cómo está la casa. Puedo hacerlo por ti.

—Es una oferta muy amable, Matt. Pero me gustaría recoger un par de cosas. Niños, dadle un besazo a papá. Tenemos que irnos.

Maya le dio un beso en la mejilla y un abrazo. Iker intentó hacer lo mismo.

—Bueno, me parece que ya está todo —dije—. Ya nos veremos,

-Matt. —Empecé a andar hacia la puerta. Los niños se adelantaron corriendo, pero Matt me agarró el brazo y apretó.

—Stilles, di la verdad. ¿Vas en serio con ese tipo?

¿Estaba celoso? ¿Después de tanto tiempo y de todo lo que me había hecho pasar?

No era tan ingenuo como para creer que lo mío con Derek era serio. No sabía si lo sería algún día, pero no iba a permitir que Matt lo supiera.

—Vamos totalmente en serio. Nunca he estado tan enamorado.

Mi Segunda Primera Vez ||Sterek UA||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora