「Capítulo 19」

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El primer amor es algo que difícilmente se olvida. Solo sucede. Es confuso y desordenado, también es impaciente y curioso. Te hace vibrar de emoción y anhelas fervientemente que la otra persona sienta lo mismo que tú. Se siente como un paseo cuesta arriba, sin brújulas o mapas. Eres tu propio guía y el único capaz de trazar tu destino.

Para Jimin fue todo eso y más.

Tenía 15 años y una vida de ensueño. No podía quejarse de nada.

Excepto que sí lo hacía.

Se sentía como un muñeco.

A los cuatro, aprendía latín. A los cinco, tocaba el violín y acordeón. A los siete, sabía cuatro idiomas y había escrito dos obras de su propia autoría.

No fue sorpresa que para los once estuviera dando una conferencia en la universidad de Harvard. Así como tampoco lo fue cuando a los quince cursaba con orgullo la carrera de Economía y Finanzas en la universidad más prestigiosa de Corea.

Jimin era, en reducidas palabras, un genio.

Recuerda con añoranza su primer día de clases. Su cabello castaño peinado con algún gel de marca costosa y unas ropas recatadas y estrafalarias. Él adoraba los chalecos con cuello en V, los pantalones marrones o beige desgastados eran sus favoritos y nunca faltaba una que otra camisa de cuadros para hacer juego con sus infaltables prismáticos.

Tenía el libro de "La riqueza de las naciones" aferrado a él mientras avanzaba con pasos cortos en el enorme campus. Ansioso por comerse el mundo.

Había visto un par de chicas mirarlo sonrientes cuando pasó a su lado y suspiró avergonzado, acomodándose las gafas.

Él sabía que, a pesar de los cientos de capas que cubrían su cuerpo, era un imán de estrógenos. También sabía que aquellas chicas le llevaban seguramente cuatro o cinco años y se sintió extraño al pensar en la posibilidad de tener algo con ellas.

Su móvil sonó en su bolsillo cuando estaba a punto de entrar a su primera clase y con premura lo sacó para responder.

Las palabras nunca dejaron aquellos labios pomposos, sus dedos apretujaron el teléfono de última generación que le había sido obsequiado el día de su cumpleaños cuando lo vio.

Un pelinegro caminaba molesto, huyendo de otro más bajo que lo seguía por atrás. Este tenía el cabello verde menta, como los dulces que alguna vez probó en su niñez. Unos ojos felinizados y negros en contraste con su nívea tez le robaron el aliento.

"¡Esto no es gracioso, hyung!" el más alto se quejó y Jimin buscó un lugar para esconderse y pasar desapercibido.

"Lo es, solo que tú no quieres aceptarlo." su voz. No había manera que Jimin pudiera olvidar ese timbre seductor y sugerente. Estaba seguro que lo seguiría hasta en sus peores pesadillas. "Admite que estás celoso."

Jimin frunció el ceño, desde su escondite vio como el de cabello verde acorralaba al más alto y lo miraba ladino.

"No lo estoy, joder"

"Jungkook, ¿qué dijimos sobre el lenguaje?" el de voz perfecta contraatacó. "Y pensar que me besas con esa boca, niño."

"¡No soy un niño y no estoy celoso, hyung!" el tal Jungkook refunfuñó, cruzándose de brazos.

Jimin sintió una opresión en el pecho al ver cómo el más bajo se acercaba y besaba tiernamente al pelinegro, logrando sonrojarlo.

"Sí, lo que digas." respondió con una sonrisa. "Bueno, llego tarde a mi clase." el pelinegro hizo un puchero. "Trata de no extrañarme mucho."

Paradise [M.yg + P. jm]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora