Harry's P.O.V
—¿Un nombre diferente para mí? Hmm. Eso va a ser raro —dije, moviéndome hacia la puerta de la minúscula oficina de Jess y que me habían asignado a compartir—. ¿Puedes moverte al pasillo? Necesito poner este escritorio contra la pared que has estado sosteniendo con tu espalda.
Bromeo, pero estoy serio. Me preocupo como el infierno por ella, realmente. Luce realmente pálida y frágil otra vez, como lucía el día que hicimos el contrato.
Caminé alrededor de una caja llena de suministros de oficina con marcas nuevas y la empujé a un lado. Limpiando el camino para que saliera más fácilmente. Ella cambió inclinándose de un punto a otro y apoyó su peso contra la puerta. Sé que no seré capaz de concentrarme a menos que se siente. Descanse. ¿Duerma? Tomo una de las sillas giratorias y atravieso el desorden con ella para colocarla a su lado.
—Esa silla también está en mi camino —agrego, deteniéndome para escanear su rostro de cerca—. ¿Quizás puedas arrastrarla hacia afuera en el pasillo y sólo pasear mientras yo termino?
No hizo ningún indicio de tocar la silla.
—Estoy bien.
Estoy seguro de que está mintiendo. Las palabras del entrenador me persiguen mientras estudio los círculos grabados bajo sus ojos. Hoy están tan oscuros que parecen moretones. Jess necesita dormir, ¿ahora? No es como si pudiera preguntarle directamente, o pedir una respuesta. Va a tomar algo de tiempo antes de que pueda simplemente saber si está mintiendo o no.
Quisiera que me hablara de sí misma. La mayoría de las chicas suelen no tener problemas con hacerlo. Ya había descifrado que Jess no es como las otras chicas. Sus ojos no habían dejado la silla.
—Bien podrías quitarme un peso de encima —la animé otra vez—. Eso me tomará un poco de tiempo, además podré usar los veinte centímetros extra de espacio.
—Sí, pero estás haciendo todo el trabajo. No puedo solo sentarme y no hacer nada.
—Solo uno de nosotros puede encajar aquí mientras las cosas mgrandes son movidas alrededor. No me importa estar en el suelo. Soy el empleado remunerado. ¿Recuerdas?
—Oh, lo recuerdo. —Su tono es seco y posiblemente sarcástico, pero veo su sonrojo. Se gira para, agradecidamente, tirar de la silla hacia afuera en el pasillo y sentarse. Suelta un suspiro que suena a alivio. Cuando descansa en el asiento me siento inexplicablemente feliz y aliviado.
Pretendí ignorarla y empujé el puesto largo y rectangular al centro de la oficina sin ventanas a las que habíamos sido asignados. Está en la parte baja junto al departamento de envíos. Tomaba sólo cinco minutos encontrarla. El Señor Foley nos dijo que no nos preocupáramos por el espacio apretado o la mala ubicación.
La oficina se suponía sería más como un almacén para nuestras cosas y un lugar para aprender la base de datos.
Aparentemente, una vez que pasemos por él, seremos asignados a proyectos especiales y trabajaremos en uno de los almacenes más grandes.
De acuerdo al presumido amigo que había encontrado en el salón de empleados esta mañana, los esclavos del verano —como nos llamaba— estábamos normalmente atascados trabajando en los puestos que nadie más quería.
Lo que sea. Adelante. No puedo esperar.
—Nombres —hablé por encima de mi hombro—. Acabemos de una vez con esto. ¿Cómo piensas que debería llamarme? Me aterra — bromeé—. Llámame Edward, o Peeta o Príncipe Encantador, y lo juro; me largo.