Introducción

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Una firma, un beso y una despedida; esposas, personas uniformadas y una camioneta que los separó definitivamente... en eso se resumía el panorama frente a los ojos de Samuel. Desde las alturas, y estando con los pies colgando al borde de la cima del edificio más alto de la Organización, el morado vio como su decisión se materializaba, como Guillermo desaparecía finalmente de su vida y se alejaba rápidamente de su lado tras ser empujado dentro de la camioneta que lo llevaría de nuevo a la ciudad, tal y como lo había querido desde hacía varios días.

Finalmente estaría tranquilo.

Suspiró con fuerza cuando el vehículo comenzó su marcha finalmente y dio inicio a un nuevo comienzo para ambos, un comienzo que los mantendría alejados, que no los uniría bajo ningún aspecto y que marcaría dos caminos que jamás se cruzarían, dos caminos que se alejarían cada vez más conforme los días corriesen. Guillermo iría al norte y Samuel al sur, siempre en direcciones opuestas, lejos el uno del otro... y el morado no podía estar más conforme con ello.

O al menos eso creía.

Su corazón, alocado y desentendido, palpitaba con fuerza contra su pecho y alborotaba verdaderamente sus pensamientos, pero no dejó que esa sensación se apoderara de él por mucho tiempo. Ninguno de los dos se merecía estar al lado del otro, por lo que haber tomado la decisión de desterrar al maligno de la Organización y de su vida había sido la mejor que jamás pudo haber tomado... ¿no es así?

-Aquí estas- a pesar de haber escuchado la voz de Frank a sus espaldas y de preguntarse como había hecho el rojo para subir hasta allí, Samuel no apartó sus ojos de la camioneta, la cual se había achicado bastante por la distancia –Te estábamos buscando.

El morado se llamó al silencio; apoyó un codo sobre una de sus rodillas y utilizó su mano como sostén para su mejilla, la cual se aplastó contra la palma de esta con velocidad y pesadez. Guillermo se estaba yendo, cada vez con más velocidad, pero aún así no podía dejar de sentir aquel peso sobre sus hombros, como si aun cargara con la pesada mochila que pensaba había perdido cuando firmó los papeles. Era extraño, complejo por sobre todas las cosas, pero no podía esperar que las cosas fuesen de otra manera; Guillermo había calado muy profundo en su corazón como para dejarlo tranquilo tan rápidamente.

-Borja quiere verte- ahora que escuchaba la voz de Rubén entendía como había subido su compañero.

-Lo veré luego- fue lo único que pudo decir el morado antes de volver a suspirar, sonando frustrado.

No quería sentirse así, tan herido a pesar de haber tomado una decisión que creía era certera, pero aún así lo sentía. Sentía su corazón estrujarse cada que la camioneta se alejaba y su respiración alterarse por las lágrimas del menor que aún creía sentir sobre su hombro, sus labios picar por ese último beso que se dedicaron y sus manos temblar ante la necesidad de volver a tomar sus caderas con fuerza. Pero también sentía enojo, enojo por saber todo lo que Guillermo le había causado, tristeza por lo poco que había tardado en romper su confianza y furia por tener presente que era un maligno con el cual, inevitablemente, estaría unido para el resto de su vida por más alejado que esté de él. Y quizás era eso lo que en realidad le estaba afectando tanto: su maldita unión. Siempre habría algo que lo ligaría con Guillermo Díaz, el joven que logró robarle el corazón en un abrir y cerrar de ojos y que era descendiente de las mismas personas que habían matado a sus padres y a cientos de elementales. Guillermo no solo significaba amor, sino también odio, y eso era algo con lo que no podía convivir. Sin embargo, tampoco se veía capaz de estar tan alejado de la única persona que lo había hecho sentir vivo después de la muerte de sus padres...

Todo eran contradicciones en la cabeza de Samuel.

-¿Quieres hablar?- cuestionó el elemental de fuego ante el incesante silencio por parte de su amigo.

-No- respondió tajante –Solo quiero dormir.

Samuel enderezó su cuerpo y pronto estuvo de pie, estando a escasos centímetros de caer si daba un paso en falso, aunque, en realidad, no le importaba; Después de todo lo que había pasado y todo lo que estaba sintiendo, un golpe desde esa altura parecía algo minúsculo y sin importancia. Miró por última vez el horizonte y como la camioneta que llevaba a su ex pareja desaparecía finalmente de su campo de visión y saltó, importándole poco y nada la altura del edificio y lo mucho que podía llegar a causarle si fuese un ser humano normal.

Para su suerte, no era un ser humano normal.

Una vez que sus pies tocaron el suelo, y gracias a la brisa que había creado para amortiguar la caída, dirigió sus movimientos directamente hacia el complejo de habitaciones, decidido en que dormir sería la mejor opción para calmar su alborotado pensar.

Mañana sería el primer día de su nueva vida, y estaba decidido a afrontarla sin Guillermo en ella.

Entre pensamientos y elementos [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora