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124 días antes del reencuentro.

–A pesar de que le dijiste que suportarías todo por él, decidió que te largaras. Esto es por él. Estas lejos por él- susurró Guillermo en la soledad de su habitación y sintiendo como las lágrimas que se escurrían y humedecían sus mejillas comenzaban a ser menos –Samuel te quiere lejos, Samuel te quiere lejos...

El psicólogo tomó una gran bocanada de aire y la contuvo en sus pulmones mientras disminuía la presión en su marca, pudiendo así recuperar la calma con la que no había despertado. Como comenzaba a ser habitual, había despertado con los ojos inyectados en lágrimas y el corazón latiéndole con desesperación a causa del salto que había pegado en la cama al despertarse, por lo que aquel ritual de masajeo y palabras frías parecía haberse convertido en una opción cada vez más fuerte para calmar a sus desesperados y distorsionados recuerdos. A pesar de que su vida comenzaba realmente a funcionar sobre ruedas y sin muchas complicaciones, una fuerza mayor estaba empecinada en recordarle que existían partes de él que aún estaban rotas y en traer, de alguna u otra forma, a Samuel a un presente en el que no formaba parte. Se sentía tonto por tener que evocar a aquellos recuerdos noche tras noche, sobre todo porque realmente sentía que todo mejoraba conforme los días pasaban, pero sin embargo era algo que no podía controlar de ninguna manera.

Una parte de Guillermo comenzaba a recomponerse y la otra solo quería seguir estando incompleta.

El joven suspiró, liberando finalmente sus pulmones, y dejó que sus manos acariciasen sus mejillas con tranquilidad, limpiando así los residuos de lágrimas que aún había en ellas; tomó otra bocanada de aire, la dejó salir con rapidez y dio por finalizado su ritual dejándose caer de nuevo contra el colchón. Los rayos de sol que comenzaban a entrar por su ventana entre abierta le dieron la tranquilidad que necesitaba para sentirse pleno nuevamente ya que eso significaba que un nuevo día había comenzado y, por ende, que no tendría que arriesgarse de nuevo a caer en aquellos recuerdos repetidos. Sonrió, un poco con naturalidad y otro forzado, y finalmente quitó las sábanas de sobre su anatomía y salió de su cama, convencido de que podría afrontar otro día sin problemas como había pasado con el anterior y el anterior y todos los días desde que había logrado encontrar algo de estabilidad.

Nada que le recordase el porqué estaba como estaba iba a tirarlo abajo.

Tomó su móvil y revisó los últimos mensajes que había recibido antes de caer dormido mientras se dirigía al baño, sonriendo de forma verdaderamente sincera por la cantidad de mensajes tontos que tenía de parte de Daniela y Jason, los cuales habían tenido una discusión bastante infantil a altas horas de la madrugada. Según entendía, ambos intentaban saber quién de los dos era más divertido a base de chistes malos e insultos con emoticones de por medio, y al no estar Guillermo para determinarlo ambos habían culminado en una lluvia de mensajes sin sentido que habían perdurado hasta casi las dos de la madrugada. Cualquiera que leyese aquella conversación pensaría que eran un grupo de adolescentes que no contaban con mayores preocupaciones y no que, en realidad, se trataba de tres adultos profesionales que tenían unos de los mejores puestos dentro del hospital psiquiátrico más prestigioso de Londres, y eso, sin duda, le encantaba a Guillermo; con ellos podía mantenerse en el presente y no enfrascarse en el pasado por más que este estuviese empecinado en que eso pasase. Antes de entrar a la ducha revisó por última vez los mensajes y se encontró con un par que lo hicieron rodar los ojos y ensanchar la sonrisa a pesar de que había intentado no hacerlo, sintiéndose tonto por tener nuevamente esa reacción al leer los mensajes privados que recibía de parte de Jason prácticamente todas las mañanas.

Jason: Guille, sweetie, pasaré a desayunar contigo

Y no es pregunta

Entre pensamientos y elementos [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora