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El día del reencuentro.

Su vida había contado, quizás, con demasiadas subidas y bajadas a lo largo de aquellos trescientos sesenta y cinco días. Se había sentido la peor mierda y rey del mismo universo, había pasado por cientos y miles de estados anímicos y cambiado de postura y pensamiento unas cuantas más, había sido millones de versiones de sí mismo que no llegaron a representarlo completamente en ningún momento pero que, sin embargo, habían logrado tomar protagonismo todos aquellos días; y ahora, que lograba contemplar aquello con un poco más de seguridad y tranquilidad, se sentía aliviado por saber que estaba en busca de algo mejor, se sentía bien consigo mismo al saber que estaba intentando alejarse de todo ello, de volver un poco a la estabilidad. Ya no quería estar bajo tierra y en la cima a la vez o dejar que sus ideas chocasen una y otra vez por lo contradictorias que resultaban ser las unas con las otras, quería tener control total de su vida, dejar de subir y bajar constantemente, y para ello, necesitaba encontrar a quién había provocado que todo a su alrededor fuese tan drástico...

Samuel miró el pequeño aparato electrónico que le había otorgado la Organización el día que recibió el alta y apretó los labios cuando volvió a toparse con los mismos puntitos de colores que titilaban desde entonces, sintiéndose nervioso por estar tan cerca y a la vez tan lejos de volver a ver al joven maligno. Según el puntito azul en la pantalla y los movimientos que habían logrado cuadrar para señalarlo en el mapa, el supuesto hogar de Guillermo se encontraba a unas cuantas calles de donde se estaba quedando, por lo que sentirse emocionado por salir no podía ser menos; sin embargo, y según marcaba el puntito rojo, Guillermo no se encontraba en casa y se movía por algunos sectores alejados, cosa que lo obligaba a quedarse en donde estaba hasta que los puntitos comenzasen a acercarse. Ansiaba con que ese momento ocurriese.

-¿Todo bien?- preguntó Frank con una humeante taza de café en sus manos, mirándolo con cariño y tranquilidad.

-Sí, solo... quiero verlo- confesó el morado mientras dejaba que los cortos y casi inexistentes cabellos de su cabeza raspasen la yema de sus dedos.

-Tranquilo, falta poco para eso- el menor de los dos sonrió y se llevó la taza a la boca, incentivándolo inconscientemente a hacer lo mismo.

Samuel tomó su taza de café y le dio un sorbo sin despegar sus ojos oscuros de la pequeña pantalla del dispositivo.

-No se moverá si lo miras con intensidad, Samuel- comentó Rubén mientras soltaba una pequeña risa, contagiando a todos los de la mesa; el morado sonrió mientras negaba.

-Lo sé, pero realmente necesito que ese puntito rojo comience a moverse- apoyó la taza sobre la mesa, tomó el dispositivo con ambas manos y dejó que su espalda chocase de lleno con el respaldo de la silla en la que estaba sentado -Vamos, Guille, ¿justo hoy decides quedarte después del trabajo?

Si, había incluso investigado por qué sectores se movía el puntito rojo y dedujo que si pasaba gran parte de su tiempo metido en un hospital psiquiátrico y luego salía era porque trabajaba allí, o al menos eso esperaba. La idea de que Guillermo estuviese trabajando en uno de los hospitales psiquiátricos más importantes del país le generaba cierta sensación de bienestar y tranquilidad en el pecho porque significaba que había podido continuar con su vida con lo que el amaba, pero también le generaba malestar y desesperación por el mismo motivo; ¿hasta qué punto había Guillermo podido recomponer su vida sin él? Una parte de suya esperaba que de manera completa y la otra, totalmente egoísta, pedía que aún lo necesitase. No iba a mentir diciendo que el ser parte del olvido del maligno no le afectaba y que no esperaba ver una sonrisa en su rostro al verlo, pero eso no dejaba de lado que estaría muy contento si confirmase que este había podido afrontar ese año de una manera positiva y logrado reconstruirse con su ausencia.

Entre pensamientos y elementos [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora