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7 días antes del reencuentro

Decir que aquellos casi dos meses habían sido los peores y más difíciles de la vida de Samuel quizás era un tanto exagerado, pero sin duda los había padecido desde el primer día hasta el último. Aquella conversación con David, a pesar de que había dejado un par de cosas claras dentro de su cabeza, también había abierto cientos de puertas que el crecía haber sellado, como también un par de ventanas que ni siquiera sabía que poseía su pequeña pero revoltosa casa mental. Todos los días a cada hora durante más de cincuenta días su cabeza había estado pensando y pensando, maquinando una y otra vez en aquella persona que, ahora, estaba a punto de cambiar su vida entera sin siquiera estar en ella: Guillermo. Había viajado al pasado a los tiempos buenos y a los malos, había sentido los labios del menor sobre los suyos y la sangre contraria humedecer sus nudillos, había visto los ojos llenos de alegría y su sonrisa cada que hacía algún chiste tonto y presenciado como los mismos se llenaban de lágrimas y se mantenían verdes del otro lado del cristal que marcó el principio del fin de su alborotada historia. Había pensado, analizado, llorado, insultado... había pasado días y días enteros siendo un descontrol de personalidades que no podía manejar, un desorbitado y desestabilizado elemental que viajaba entre el pasado y el presente constantemente y no podía definir cuál de sus versiones era la mejor. Ninguna parecía ser la mejor.

Algo dentro de él creía con emoción y alegría cada que recordaba a Guillermo, algo poderoso, fuerte y persistente que lo agobiaba de una forma reconfortante, que lo abrazaba cada que sentía que no podía seguir luchando con sus pensamientos; pero a la vez algo se marchitaba, se pudría, lo hacía sentir enojado y colérico por el simple hecho de tenerlo en mente, lo ofuscaba a niveles insospechados. Y esa inestabilidad lo había tenido durante muchísimos días, veintinueve para ser exactos. El morado había pasado veintinueve días luchando solo contra los pensamientos contradictorios que se formaban dentro de él a todas horas y ahuyentando a todo aquel que le insinuase algo de ayuda, por lo que también había conseguido un par de asperezas en sus pocas relaciones.

Y eso se mantuvo hasta que pidió ayuda.

El primero al que acudió, por extraño que pareciese por todo lo que había pasado entre ambos, fue David, quien no dudó ni un instante en brindarle toda su atención la noche en la que Samuel tocó a la puerta de su habitación con la esperanza de ser ayudado. El elemental doble lo escuchó y aconsejó hasta donde su conocimiento sobre la situación se lo permitió, por lo que tampoco había sido de mucha ayuda a pesar de que había puesto lo mejor de sí para colaborar; mucho no podía hacer desde su lugar después de todo. Sin embargo, y algo que realmente le agradeció a su compañero, había llegado a la conclusión de que debía acudir a personas que estuviesen al tanto de toda la situación y que pudiesen ayudarlo con todas las herramientas, y esos eran sus antiguos compañeros de pelotón.

Pero sin embargo tardó siete días más en contactarlos.

Sus compañeros, en especial Frank, siempre le habían dejado en claro que podía contar con ellos sin importar lo que pasase y siempre se habían mostrado atentos para con él a pesar de que se comportaba como un verdadero imbécil la mayoría de las veces, pero sin embargo dudó bastante en hablar con ellos, sobre todo por lo mucho que se habían distanciado el último tiempo. Recordaba que un día los mensajes de parte de Francisco habían cesado y él se sintió agradecido por ello, pero en aquel entonces solo era sinónimo de soledad; sentía que había despreciado a las únicas personas que realmente se habían preocupado por el desde el primer momento. Sin embargo, y luego de enviarle al rojo varios mensajes de disculpas y un par más pidiendo su ayuda y la de sus antiguos amigos, se sorprendió al tener una respuesta inmediata y prácticamente sin rencores de parte del rojo, cosa que lo dejó un poco más tranquilo hasta que pudo verlos. Su vida quería ser un caos pero sus amigos seguían estando para él a pesar de todo. Su reencuentro ocurrió un par de días después de los mensajes y había llegado con incomodidad y medias sonrisas, las cuales apaciguaron un poco el ambiente tenso que se había formado entre los cinco; a pesar de que todos se mostraron predispuestos a ayudar, era evidente que las cosas que ocurrieron entre ellos antes de dejar definitivamente la Organización no habían quedado en el pasado. A pesar de todo ello, Samuel se sintió pleno por primera vez en mucho tiempo cuando finalmente volvió a verlos después de tanto tiempo, feliz por todo lo que ellos habían logrado del otro lado de los muros que lo vieron crecer. Alejandro y Francisco compartían un modesto piso a las afueras de la ciudad y habían solidificado su relación ante sus familias mientras que Rubén y Miguel habían decidido emprender una seguidilla de viajes alrededor del mundo, conociendo así gran parte del país y algunos sectores de otros, fortaleciendo así su amistad; los cuatro, desde su lugar, habían aprendido a vivir su retiro de las misiones y lo elementos de una manera sana y admirable, cosa que Samuel deseaba hacer con todas su fuerzas en algún momento. Y fue aquella idea la que lo impulsó a hablar finalmente y desde lo más profundo de su corazón.

Entre pensamientos y elementos [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora