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185 días antes del reencuentro.

El infernal y moderno aparato tecnológico no hacía otra cosa más que sonar una y otra vez sobre la mesita de noche junto a él, provocando que el ceño naturalmente fruncido de Samuel se marcase todavía más en su rostro. Aún no entendía como había podido aceptar aquel "obsequio" de parte de Frank pero estaba convencido de que había sido una pésima idea; el rojo no paraba de enviarle mensajes durante los días que pasaba fuera de la Organización y hacía al móvil danzar y sonar casi a todas horas, causándole a Samuel real rechazo. Había evaluado la posibilidad de apagar aquel artefacto y así dejar de escuchar el molesto sonido que generaba la aplicación de mensajería pero sabía que si hacía eso tendría a Frank tarde o temprano torturándolo por haberlo hecho, por lo que tampoco tenía muchas opciones.

El rojo no dejaba de insistir con lo mismo una y otra vez.

Suspiró con fastidio cuando el aparato volvió a sonar un par de veces más y decidió contestarle a su ex compañero de una vez por todas, agotado de tener que lidiar con ese insoportable sonido que no le permitía a su cuerpo regenerarse correctamente por la falta de concentración. Tomó el móvil y, aún recostado sobre la cama, deslizó el dedo sobre la pantalla y se dirigió directamente a los mensajes de Frank, los cuales eran los únicos que tenía.

No había muchas personas que quisiesen hablar con el después de todo.

Samuel: Que quieres Frank? Voy a apagar el móvil si sigues tan insistente.

El morado no tuvo tiempo a reaccionar cuando recibió una respuesta por parte del insistente compañero.

Frank: Y hasta que contestas! Estoy enviándote mensajes desde ayer, pasó algo? Por qué no contestas?

-¿Quizás porque no quiero hacerlo?- susurró en la soledad de su habitación mientras negaba.

Sabía con qué fin llegaban los mensajes y lo que insinuarían, sabía que palabras utilizaría su ex compañero casi como si él las estuviese escribiendo, tenía claro cuáles eran sus intenciones y lo repetitiva que sería su conversación de ahora en adelante...

No iba a salir de la Organización por más mensajes que recibiese.

Samuel: No molestes.

Frank: Anda! Solo quería saber cómo estabas del desgarro

Samuel: Estoy bien. Ahora, deja de fastidiar.

Arrojó el aparato de nuevo sobre la mesita de noche y dejó que su mente volviese a centrarse en recomponer a sus cansados músculos con el sonido de los mensajes de fondo, cosa que lo obligó a volver a suspirar. No quería saber nada de Frank, ni de sus salidas, ni de sus padres, ni de lo bien que le haría salir a reencontrarse con ellos. No quería tener que mover sus dedos sobre la pantalla para insultar virtualmente al rojo por su insistencia ni mucho menos leer sus respuestas que buscan ser profundas y elaboradas para convencerlo de salir pero que solo lograban causarle repulsión. No iba a reencontrarse con gente que no era su familia, no volvería a pisar las calles que solía recorrer con sus padres, no jugaría a ser feliz cuando no lo era. Pero sobre todas las cosas, y lo que más le impulsaba a quedarse, no se arriesgaría a encontrarse con Guillermo. No, no y más no. Habían pasado poco más de seis meses desde la última vez que lo había visto y podrían pasar cientos más antes de que Samuel se plantease el romper con su pacto con el maligno; había llegado a la conclusión de que podía pasar su vida entera encerrado en aquella institución con tal de cumplir con su parte del trato y ser fiel a lo que había pactado.

Entre pensamientos y elementos [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora