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365 antes del reencuentro

El brillo del sol queriendo salir por el horizonte era débil y escaso por lo temprano que era en la mañana, pero aún así Samuel se encontraba con los ojos clavados en el, contemplando el amanecer desde la ventana de su habitación. Los tonos oscuros pero claros del cielo lograban tranquilizarlo pero no que se sintiera completamente sereno, por lo que su corazón continuó palpitando fuerte y con insistencia como lo había hecho durante el día anterior y toda la noche, mostrando que, a pesar de que su dueño quería ignorarlo, el seguía allí. Por más que se lo propuso, no había podido conciliar el sueño correctamente durante toda la noche, cosa que trajo como consecuencia que sus morados ojos se viesen acompañados de un par de pequeñas ojeras que tomarían territorio sobre su rostro si no lograba dormir más de quince minutos seguidos. Su cuerpo estaba cansado y su cabeza igual, pero a pesar de ello decidió cambiarse y dejar su habitación cuando el reloj marcó las cinco de la mañana, siendo el único despierto de todo el complejo de habitaciones; no le encontraba el sentido a seguir admirando el horizonte con la esperanza de encontrar finalmente la tranquilidad que parecía escabullirse y alejarse de él.

Añoraba volver a utilizar sus habilidades como lo hacía antes de entrar en ese terrible plazo de recuperación luego de la batalla contra los malignos, por lo que sus pasos fueron firmes y directos cuando salió de su habitación, al igual que lo eran sus pensamientos ahora que tenía control sobre ellos. Necesitaba descargar toda esa opresión en el pecho que comenzaba a quitarle el aliento, y la mejor forma de hacerlo era entrenando tal y como lo hacía antes de que su vida diera tantos tumbos y volteretas.

Como lo hacía antes de conocer a Guillermo, en realidad.

Movió la cabeza con fuerza cuando el recuerdo del joven maligno quiso volver a su mente, obligándolo a salir con un par de sacudones. La molesta y repetitiva imagen de su ex pareja no había parado de materializarse frente a él cada que despertaba de sus pequeños lapsos de sueño, convirtiendo a su noche en un verdadero martirio por no poder sacárselo de la cabeza de una vez por todas. Era cuestión de abrir los ojos para verlo, tenerlo parado frente a él sonriendo y llorando al mismo tiempo, mostrándose en todas aquellas facetas que tanto habían logrado cautivar a Samuel pero que también había terminado por instaurarle un terrible rencor; el entrenador estaba frente a él recordándole lo mucho que lo amaba y mintiéndole en la cara, besándolo apasionadamente y llorando luego de que descubriera toda la maraña de mentiras que se había creado detrás suya. Todo era confusión cuando Guillermo aparecía en escena y volvía todo muchísimo más aturdidor y complicado, pero el morado sabía que podría contra ello, que era cuestión de tiempo para que la imagen del psicólogo desapareciera completamente de sus pensamientos. Y por mientras, ayudaría a su golpeado y alterado cerebro a olvidar, a distraerse de cualquier forma con tal de no ser aquel estúpido y perdido muchacho que no hacía más que vivir en un pasado repetitivo y doloroso.

En pocas palabras, haría lo posible para olvidarse completamente de Guillermo.

El hospital estaba completamente vació cuando entró, cosa que agradeció profundamente; al ser tan temprano, y visto que no debía de haber personas deambulando por la recepción a esa hora, nadie interrumpía su caminar. Sin embargo, y siendo completamente inevitable por la cantidad de recuerdos que guardaban aquellas paredes, no pudo evitar sentirse extraño al avanzar, alterado por la cantidad de anécdotas (tanto buenas como malas) que se podían encontrar allí. Instintivamente, llevó su mano izquierda hacía sus marcas, más precisamente a la marca de los verdes, y acarició la zona con tranquilidad, intentando así canalizar sus emociones cuando creyó ver a Guillermo caminar por los pasillos. El roce de sus dedos, al igual que el amanecer, lograba tranquilizarlo pero no de una forma completa, por lo que tampoco se tomó demasiado tiempo intentando afrontar la situación de aquella forma; sabía que comenzar todo desde cero sería algo complicado, pero no creyó que podía llegar a ser tan demandante y estar tan lleno de complicaciones con su recuerdos y sentimientos. Volvió a avanzar, esta vez ignorando completamente las imágenes que amenazaban con reproducirse en su cabeza, y llegó al elevador en cuestión de segundos, concentrando sus pensamientos en la cantidad de ejercicios que haría ahora que nadie estaba para detenerlo de ninguna manera; ansiaba poder descargar todo aquel tumulto de emociones utilizando sus habilidades.

Entre pensamientos y elementos [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora