"No puedo traerte a un mundo que no conoces... El fuego no solo es luz, también puedes quemarte".
La perdición estaba mas cerca de lo que parecía, aun cuando todo parecía estar en su contra.
Guerra, dolor, muerte... En todo ese conflicto no había es...
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💮 010| La Misteriosa Ayuda 💮
El sol se ocultaba a lo lejos en el horizonte. El anochecer se sentía más frío y el movimiento de las hojas daba a entender que pronto todo oscureceria.
—Es hermoso —cerraba los ojos y luego los abría. Los tonos rojizos del sol hacían un armonioso contraste con el cielo azulado.
— ¿Verdad que sí? —sonrió.
Si miraba hacia abajo podía notar la altura en la que me encontraba. La copa del árbol estaba bastante lejos del suelo, pero aquel niño pelirosainsistió en hacerme subir.
Tuve miedo de caer, pero la vista valía la pena.
—Gracias —le sonreí.
"Gracias"
Esa palabra se repetía una y otra vez en su cabeza. La luz se volvió cegadora, por lo que en un acto reflejo, la joven de cabello dorado paso una de sus manos por su rostro. Parpadeo un par de veces y tras bostezar estiró su cuerpo.
El dolor la asalto como si se tratara de una corriente electrica.
— ¿Qué...? —y los recuerdos llegaron uno tras otro—. ¿Dónde-...? ¡Debo salir de aquí!
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Un conjunto de pasos se movían en una secuencia agotadora en un constante vaivén. De un lado a otro, una cabellera naranja no dejaba de moverse contra el viento en una caminata impaciente.
¿Cómo proceder ante tal situación? —se preguntaba. Sin una princesa a su lado el reino ya no estaría a su control, aunque ese no era precisamente el mayor de sus problemas.
Lucy había desaparecido, eso estaba claro para todos los presentes, el reino se encontraba destruido, algunos ciudadanos habian resultado heridos y, aunque fueran minimas, podían contarse varias bajas tanto de civiles como de oficiales.
Pero en resumidas cuentas, su situación era mucho menos a diferencia de otros reinos. Todo se lo debían al sacrificio de su princesa.
— ¡Diablos! —Sir Loke se maldecia una y otra vez. El capitán de la guardia real se sentía un completo inútil al no poder salvar a su prometida.
—Ella... Ella estaba frente a mí —sollozo una peliazul—. No he podido hacer nada —la impotencia estremecía su pequeño cuerpo.
A pesar de estar en la misma situación y lugar, no movió ni un músculo. Sus heridas habían sido tratadas y ahora eran cubiertas por algunas vendas y banditas.
—No es tu culpa, Levy —una voz, cansina y pausada, trataba de calamarla.
—Pero... Su majestad —no había escusa alguna que la calmara. La culpa parecía apoderarse de su fragilidad.
