No era uno de los mayores dolores que había sentido y su cuerpo era una guía bien documentada de lo que era la bestialidad inhumana, por parte de los humanos... irónico y confuso a la vez pero esto era algo que jamás pensaría en perdonar. Su cuerpo dolía a horrores, adornado de esos hematomas purpuras y rojizos que ardían con la fricción de la sabana que cubría su cuerpo y algunas vendas que lo sanaban lentamente, los rasguños y mordidas no causaban mayor dolor en su carne pero si en su mente. El pensar en ese tipo de traición por alguien al cual admiraba y respetaba, alguien del que deseaba tener buena amistad con el tiempo tal vez volverse de sus mejores amigos, pero mala suerte o destino final. Las esperanzas en todo eso habían muerto al momento en que magullo su débil carne, dándole a entender que todos los hombres del exterior eran los mismos demonios de "Wand Mary".
-Eren, cariño...-
Sintió una cálida mano en su rostro, el llamado de su nombre con mucho amor le generaba confianza. Esa voz femenina de la que sin duda podría confiar, aumentando su visión lenta y tortuosamente, enfocando el rostro de la dulzura...
-Ngh... gh...-
Poca dicha era la suya al ver que aun podía ver con claridad pero no podía hablar. La frustración salía a pequeños quejidos y llanto lento que le desesperaba, el no poder decir el nombre de su ahora salvadora...
-Eren, perdóname...-
Era injusto, el no poder hablar, el no poder decir ni una sola palabra sin sentir que su garganta sangraba por dentro, el no poder decirle a esa persona enfrente suya que no tenía que pedir perdón por nada. Sintiéndose culpable el mismo por causarle dolor a esa buena mujer, tal vez siendo mejor jamás hablar ya que eso le genero el problema en el que se encontraba, ¿acaso había dicho algo ofensivo para el señor Rivaille?¿hizo alguna falta de respeto?¿rompió alguna regla que no conocía? ¡NO! Por más que pensaba el no creía saber algo malo. Sus brazos quisieron levantarse pero el izquierdo dolía demasiado, la científica vio su esfuerzo y esta le rodeo lentamente, acariciando por detrás su enmarañada melena castaña...
-Mi niño...-
Escuchaba las sollozas suplicas de Hanji cerca de su oído, lamentándose de lo ocurrido y avergonzándose de su mal trabajo en protegerle, pero eso no había sido premeditado, el de jamás imaginarse que su mejor amigo (o ex amigo, quizás) atacara al chico de esa manera, no había excusa para ella ni para Rivaille, mucho menos para Eren que su actitud sumisa era más que una evidencia perfecta para defenderle, esa actitud de niño de 7 años en el cuerpo de un adolescente casi de 15...
-A partir de ahora tú y yo estamos solos...-
Se aparto un momento para mirarle a los ojos, ambos con lagrimas saliendo y un brillo de tristeza. Tomando su mano derecha, acunándola en la calidez de las suyas, haciendo una promesa que solo aquellas dichosas de tener instinto maternal podían hacer...
-Nadie en este mundo, ni en esta vida, ni en otras te tocaran... Ningún alma tendrá sus malditas manos en ti... ¡Yo te protegeré!-
La sinceridad de sus palabras causaban algo de confort en su ser, pero las imágenes en su cabeza, el daño sexual... físico... emocional... todo estropeaba la tan apasionada promesa de Hanji Zoe, tomando el espacio de un solo pensamiento en la cabeza de Eren...
-"Mátenme"-
...
El alcohol ya había hecho efecto después de varios tragos difíciles de contar, la mesa llena de botellas vacías pero no mas como el suelo, las que en su mayoría estaban rotas, mezclándose con varias pastillas y utensilios médicos del botiquín que el castaño había tomado para suicidarse. Su vestimenta poco improvisada de unos jeans arrugados y una camiseta blanca de manga larga mal abotonada y semi abierta. La culpa era demasiada y el daño irreparable a su punto de vista, haciéndolo pensar si en este jodido mundo algún violador se había arrepentido de su cometido, quizás sí, quizás no, quizás el sería el primero, no sabía, solo quería saber cómo estaba ese pobre niño de ojos esmeralda al que tanto daño le había hecho.
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Rapto de Cordura
Fiksi PenggemarLuego de su despido por ejercer sin licencia, Rivaille encuentra otro trabajo en una institución mental ubicada en lo profundo de un bosque. Lo extraño de todo esto no es la ubicación, sino el comportamiento de un paciente en particular, que hará qu...