18.

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[Jimin]

Cierto era que las peleas eran cada vez más frecuentes, pero eso, a mi parecer, no hacían más que reforzar nuestra relación. Habíamos crecido más como pareja que cualquier otra en el mundo. Podía decirse incluso, que estábamos preparados para casarnos. Si hubiera entrado en nuestros planes, claro.

- Las bodas son horribles, hay demasiada gente –intervino el pelinegro. Sonreí desde el retrovisor, observándole encantado por ese pequeño espejo. Taehyung iba sentado a su lado. Era gracioso ver como uno tenía el uniforme impecable, y el otro, más mayor, no había centímetro de camisa que no tuviera una arruga. En vez de salir de clase, mi amigo pareciera que hubiera pasado la mañana jugando a estrujar su ropa entre los dedos. – En cambio las lunas de miel no me parecen tan mala idea.

- ¡¿PERO QUÉ DICES?! –El castaño dobló de formas inesperadas su cinturón, consiguiéndose poner frente a Jungkook, mirándole con los ojos incrédulos y sujetando su cara con las manos. Segundos después me percaté de que no existía tal cinturón, y si lo hacía, Taehyung no lo llevaba puesto. – ¡LAS BODAS SON LO MEJOR DEL MUNDO!

- Hay demasiada gente.

- ¡Hay fuentes de chocolate!

- Hay demasiada gente –insistió Jungkook. Yo, en silencio, no podía dejar de sonreír, escuchando y viendo de vez en cuando su disputa a mis espaldas. Eran adorables, sobretodo mi pelinegro. Siempre que intentaba no entrar a debatir infantilmente con Taehyung, terminaba hasta el fondo, gritando los mismos argumentos infantiles y que tan lindo le hacían ver.

- ¡Hay flores! ¡Las flores son geniales!

- Hay más gente que en clase. Hay muchísima.

- ¡Hay personas con bandejas que se acercan a darte comida, Jungkook! ¡Te llevan la comida, Jungkook!

- Cien, doscientas personas... en ocasiones hasta de quinientos invitados, que horror.

Y así siguieron hasta que llegamos al portal de Taehyung. Jungkook cambió inmediatamente de sitio, colocándose junto a mí. Incluso en la distancia, cuando nos despedíamos del castaño, seguía gritando argumentos a favor de las bodas. Y el pelinegro repitiendo el mismo con el que llevaba defendiendo su posición todo el debate. La diferencia era que de este último, no había ningún cristal que me impidiera oírlo.

- Es demasiada, Jimin. En serio, piénsalo. Demasiada gente suelta. ¡Son muchísimos, mires a donde mires hay personas! –intenté reprimir mi risa, pero de poco sirvió. Jungkook me miró ofendido y se cruzó de brazos. – ¡Sé de lo que hablo!

- ¿Ah, sí?

- He estado en dos bodas. ¡Y casi muero en ambas!

- ¿Había demasiada gente y no quedaba oxígeno para ti o cómo?

- ¡Pues más o menos! –exclamó poniendo un puchero. – Bueno, en la primera fue porque me caí de los brazos de mi tío. A penas tenía siete meses. –hizo la cuenta con sus dedos y asintió para sí mismo. Sonreí y seguí escuchando. – ¡Pero en la segunda, mi tío no tuvo la culpa! Faltaba espacio. Estoy seguro de que no se respetó la ley de espacio personal en ningún momento.

- ¿Existe tal ley?

- No lo sé, pero si no existe, debería. Y también la de no mentir a los invitados sobre su vestimenta. ¡Mi madre mintió más veces en ese día que en toda su vida! –reí en voz baja mientras me desviaba a una ventanilla de comida rápida. – Te lo prometo. El vestido de mi prima no era en absoluto 'divino y perfecto para la ocasión' y tampoco le quedaba 'como un guante hecho a mano por el mejor costurero de corea'.

- ¿Vas a querer alitas?

- Y nachos –se interrumpió medio segundo y seguidamente volvió a su argumento. Yo mientras tanto hice el pedido por ventanilla. Cuando tuve las vueltas y el ticket en mi mano, Jungkook seguía hablando. – El caso es que había casi dos personas por casilla en la pista. ¡Y la gente aun así no dejaba de entrar! –agarró su cubo de alitas cuando nos lo tendieron y dejó las demás bolsas en el suelo, junto a sus pies, mientras yo volvía a la carretera. – ¿Se puede utilizar el término 'aforo completo' para una boda?

- No que yo sepa.

- No importa. De cualquier manera, queda claro que las bodas son horribles y un atentado contra la comodidad, seguridad incluso, del ser humano.

- ¿Entonces decías que las lunas de miel te gustaban?

- ¡Ay, sí, las lunas de miel son geniales!

Y con esa frase la conversación dio un giro de ciento ochenta grados. El viaje en coche se dividió en dos tramos, uno apocalíptico y otro digno del jardín de las delicias. Jungkook representando cada uno de ellos a la perfección. Ahora, cada vez que hablaba, parecía que de su boca salían flores en vez de dagas.

- Las lunas de miel es todo lo contrario a las bodas. Literalmente. No hay nadie. Todo está perfectamente organizado para estar a solas con tu pareja. ¡Es fantástico! Las únicas ocasiones en las que tienes que mentir es cuando te preguntan si sabes ajustar tu solo el agua de la ducha.

- No sabes.

- ¡Sí que sé, cállate! –era tan divertido. Le pellizqué una mejilla y él las infló indignado, abultando los labios. Aproveché un semáforo en rojo para inclinarme a besarle antes de volver a arrancar. – En serio, si nos casamos, únicamente lo haré por la luna de miel.

- ¿Ya la tienes planeada?

- Sería en Thailandia. En una isla, completamente solos. –irónico era que hubiera planeado su luna de miel como las personas normales solían planear sus bodas. No podía más que sonreír al escucharle. – Comeríamos sobretodo fruta. Uvas. Muchísimas uvas, de las que no tienen semilla. Y cerezas.

- Esas frutas son de dos estaciones diferentes –apunté. Él me miró de reojo, recriminándome mi interrupción, e hice el amago de cerrar mi boca como si fuera una cremallera.

- Comeríamos las frutas adecuadas a la estación en la que fuera. ¡En verano!

- Entonces sí que puedes comer cerezas.

- ¡Bien! ¡Y llevaríamos sombreros de playa! –hizo el contorno de la prenda con sus manos, como si lo llevara puesto en ese momento. – Y te echaría crema en la espalda siempre que quisiera.

- Eso me gusta.

- Y habría mar. Un mar muy limpio y tranquilo. De esos que cuando metes los pies el agua está tan transparente que no sabes si estás ya dentro. –se recostó en el cristal, visualizando la idea con exagerado dramatismo. – Y algún día iríamos a nadar con los delfines. Y tendríamos sexo en cada lugar que encontráramos. ¡Hasta inventaríamos un juego!

- ¿Un juego?

- 'Te reto a hacerlo en'

- ¿Te reto a hacerlo en?

- ¡Exacto! Te reto a hacerlo en. Así se llamará. Perdería el que primero se negara.

- Seguro que ganarías tú.

- ¡Lo sé, es fantástico! –esta vez se apoyó con melancolía en mi hombro. No pude evitar contemplarle varios segundos mientras trazaba pequeños círculos con su dedo en mi brazo. – De verdad que lo sería. Es mi sueño.

- El sueño suelen ser las bodas.

- ¡Qué estupidez! ¡Las bodas son horribles, hay demasiada gente!

Y así comenzó el segundo apocalipsis. 

Toxic ☠ JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora