Jyu-ichi.

3.4K 352 115
                                        

Y cuando pasa un suceso bueno, uno de malo viene seguido de éste. Se llama equilibrio, representado siempre como el bien y el mal, acompañados siempre de la mano. Todo el mundo lo sabe, pero...

¿Quién habría esperado aquello?

El azul volvía a estar en el lugar que más visitaba últimamente, el baño. Miró las dos pastillas que tenía en la mano y se las tragó acompañadas con agua como hacía cada día. Se miró en el enorme espejo y vió las negras y grandes ojeras que se veían en su rostro y tanto destacaban. Y por culpa de ello, había vuelto a preocupar a su familia. Agarró la cuchilla de afeitar de su padre y la observó. Ya ni tan sólo dudaba antes de clavársela en la piel. Lo hizo con fuerza, la cual ya creía controlar a la perfección para sólo torturarse sin llegar a morir.

Aunque tampoco le importase hacerlo.

Suspiró y limpió la cuchilla con precisión, ya con experiencia de como hacerlo sin tardar demasiado ni dejar rastro. Guardó el instrumento en el cajón de siempre y abrió el grifo. Se lavó el brazo con agua para que se fuese, pero se asustó al ver que no dejaba de brotar. Frotó con más fuerza, pero era en vano. Su vista empezaba a oscurecer de forma rápida, sin dejarle pensar en que haría.

Antes de darse cuenta, todo se había vuelto completamente opaco para él. Había caído al suelo, inconsciente y golpeando su cabeza con la pica del baño.

Los demás hermanos, que se encontraban en el salón, se asustaron al oír un ruido tan fuerte, pero cuando escucharon la voz del amarillo entrando por la casa, pensaron que podía tratarse de él, quien siempre era muy ruidoso.

Jyushimatsu gritaba como de costumbre con alegría y entusiasmo por la casa, celebrando su llegada a casa tras jugar a béisbol. Siguiendo las órdenes de su hermano Choromatsu, se dirigió al baño para ducharse, ya que estaba lleno de tierra. Abrió la puerta, la cual no estaba cerrada con pestillo y por ello pensó que aunque hubiese luz, puede que no estuviese nadie. Y su voz se calló al instante en que vió a su hermano mayor, tirado en el suelo con un charco de sangre a su alrededor. Dejó caer su bate por la impresión, y se agachó a ayudar a su hermano.

-¿Karamatsu nii-san? Venga, no es momento de dormir.

Sin respuesta, ni un simple gesto.

-Nii-san, levanta. No hagas esas bromas, venga.

Nada.

-Nii-san... Jugamos a béisbol, si quieres... ¡Karamatsu nii-san! -gritó, ahora sí, llamando la atención de los cuatro restantes hermanos. Los chicos entraron algo curiosos y molestos por el ruido que estaba causando su hermano.

-¿Jyushimatsu, que ha...? -el verde no pudo acabar la frase, pues se había respondido la pregunta al agachar la cabeza y ver el cuerpo del azul en el suelo, con heridas que sangraban.

-¡Karamatsu! -exclamó el rojo, agachándose junto a Jyushimatsu para intentar moverle y despertarle, desesperadamente. El tercero negaba con la cabeza, ya que no podía creerse nada de aquello. Al ver que no reaccionaba, se giró hacia el rosado, que no decía nada y sólo lloraba del shock.

-¡Rápido Totty, llama a una ambulancia! -gritó Choromatsu, ya que era el único que tenía móvil y siempre lo llevaba encima. El nombrado asintió y sacó el móvil con las manos temblorosas para marcar el número de emergencias. Osomatsu y Jyushimatsu seguían en el suelo, sin saber exactamente como reaccionar. Que hacer.

-He entrado y estaba ahí, yo... -empezó el amarillo, dejando que las lágrimas que nadie estaba acostumbrado a ver en él saliesen de una vez. El morado miraba a Karamatsu, quien tantas veces le había ayudado y a quien tantas veces había maltratado. A quien tanto admiraba y quería como hermano mayor.

-Jyushimatsu, tranquilo. No es culpa tuya. -habló el verde, tranquilizando al chico como pudo, y el amarillo se limitó a abrazarse a Ichimatsu como pudo.

-No, no... Esto no puede estar pasando. Es una pesadilla, dime que lo es. -Osomatsu divagaba, llorando y sacudiendo la cabeza para tratar de despertar de aquella situación. Pero era real.

-Osomatsu nii-san, calmate. Lo que menos podemos hacer ahora es alterarnos. Debemos cuidar a Karamatsu nii-san hasta que llegue la ayuda. -dijo Choromatsu, quien intentaba actuar coherente y con nervios de acero ante tal situación. Pero no podía mentirse a él mismo.

Estaba muerto de miedo.

-¡No entiendo nada! ¿¡Por qué...!? -volvió a cuestionar el mayor, éste, si poder actuar como lo haría un "hermano mayor".

-Voy a llamar a papá y mamá. -informó Ichimatsu, y el verde asintió conforme a la idea. Todomatsu, quien ya había vuelto de llamar a la ambulancia, ahora sólo se lamentaba y lloraba junto a los demás.

-Karamatsu... ¿Por qué?

-Si me oyes, Karamatsu nii-san, tranquilo. Ahora viene la ayuda. Nosotros estamos contigo. Por favor, no te vayas... -suplicó el tercero, con un hilo de voz que no supo si podría controlar.

-Karamatsu nii-san... -murmuró Jyushimatsu, aún atónito por todo lo que estaba pasando. El morado volvió a entrar a la habitación y observó a su hermano mayor, quien estaba en el suelo, con una expresión de paz.

-Estaba peor de lo que pensábamos. Somos escoria. -comentó, rompiendo el pequeño y corto silencio que se había formado.

-No hemos hecho nada por él. Claro que somos escoria. -respondió Todomatsu, apretando los puños con frustración.

-Lo siento tanto... -murmuró el amarillo, disculpándose y con la esperanza de que abriera los ojos en cualquier momento. El rojo se levantó del suelo con determinación y miró a sus hermanos menores.

-No. Karamatsu va a salir de esta, ya sabéis como es. Lo logrará. -habló, lleno de ciega confianza por él. De optimismo guiado por esa confianza. Porqué creía que Karamatsu nunca los dejaría sólos.

-Él es quien quería llegar a este extremo, Osomatsu. -le recordó el morado, molesto por su estúpida esperanza. No quería que su hermano muriera, ni mucho menos. Pero si él quería hacerlo, no iba a volver.

-¿Y eso qué más da? No se irá. Y cuando despierte, estaremos con él. -dijo, mirando de nuevo a sus hermanos, que realmente querían ser llevados por aquel pensamiento. Antes de que alguien pudiese responder, la tan esperada ambulancia llegó. Los hombres entraron a la habitación y examinaron la situación con rapidez. Unos agarraron a la víctima mientras los demás hablaban con los hermanos.

-Lamento decirles que sólo dos pueden subir a la ambulancia junto al muchacho. -intervino el hombre, antes de que trataran de subir todos. Entendía su preocupación, pero no cabían en aquel transporte. Los cinco se miraron entre ellos, dudosos sobre quien iría. El rojo, por su parte, tenía bastante claro lo que iba a hacer.

-Yo iré.

[...]

Happy Pills. | Osomatsu-san. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora