Karamatsu volvía a estar sólo.
Y esta vez, lo deseaba. Ahora sonreía al entender el porqué de estar sólo todas aquellas veces en la camilla de un hospital, siendo atendido por médicos que le preguntaban como si realmente él fuera importante o valiese algo. En aquellos momentos todo le parecía doloroso.
Ahora, no le importaba.
Una sonrisa amarga se formó en sus labios cuando miró por la ventana. Llovía a cántaros, y en el reflejo del cristal podía verse a un chico de pelo negro mirando hacia el cielo con lágrimas que se deslizaban al son de la las gotas de lluvia.
Era triste, y desolador.
Perdiendo el tiempo, sólo alejaba lo inevitable. Miraba como las agujas del reloj avanzaban, torturando a cualquiera que no quería que el tiempo pasara. Que se asustaba con el tic tac que hacían las manecillas al moverse. Como la ansiedad aumentaba con las manecillas del reloj, que se burlaba de él desde lo alto de la pared.
La habitación estaba oscura, como lo estaba su interior. Caminaba por la habitación descalzo, congelándose los pies por puro gusto. Porqué el frío que entraba por la ventana era el único que podía sentir.
No puedes sentir si notaste como tu corazón se detuvo hace tiempo.
No, no era ese el problema. Sí podía sentir.
Sentía odio, desprecio y asco. Sentía todo aquello cuando pensaba en la clase de persona que era. Una persona que no valía nada, que sólo dañaba a aquellos que amaba, preocupándoles hasta el punto de hacerles llorar.
Doloroso, defectuoso e inútil.
Una persona que no merecía los que tenía. Qué merecía lo peor para él, liberar a los que le rodeaban de la carga que era. Alguien que sólo mentía a los demás con su falsa sonrisa y su falsa felicidad.
Una felicidad que sólo era verdadera al tomar las pastillas felices.
Y esas pastillas, se convertirían en su transporte a un lugar mejor. Un lugar donde no molestaría a nadie con su simple existencia, donde no sería recordado u odiado. Sólo estaría allí, sin que nadie supiese que estaba.
Como solía ser toda su vida.
Se colocó sus zapatillas y con aquella extraña sonrisa y el bote de pastillas que su hermano le había traído, salió de la habitación y empezó a caminar hacia el lavabo de la planta en la que se encontraba. Allí acabaría con todo.
Karamatsu se miró en el espejo del baño. A kilómetros, podía notarse el dolor sentimental y psicológico que tenía con tan sólo mirarle a los ojos. Mirándose fijamente, no sintió algo más que decepción por lo que veía. Sentía un profundo repudio hacia su persona cuando debería sentirlo hacia quien la estaba torturando día tras día, pero no podía. Su mente le estaba jugando una mala pasada, pensando que todo lo que alguna vez había dicho era cierto.
Das asco siendo así. Siendo tú.
El vacío de su corazón pronto se había trasladado a su mente, haciendo que fuese incapaz de razonar con ella misma. Los golpes y moratones dolían, pero nada podía compararse al dolor que su corazón debía soportar cada segundo de su vida. Sus labios formaban sonrisas forzadas que todos creían.
Estoy bien.
Repetía, con una sonrisa, cada vez que preguntaban. Y no volvían a cuestionarlo. Todos creían que iba bien, y la verdad, él prefería ver eso como una ventaja. No quería que nadie se molestase en preocuparse o en ayudarle. Nada le importaba, nada le llamaba la atención. Sólo quería salir de la pesadilla que era su vida en aquel momento.
Y eso planeaba hacer.
Lo prometo.
Aquella promesa era algo que, desde el principio, sabía que no podría cumplir. Era imposible, si desde hacía tiempo ya sentía aquella llamada de la muerte. Y por mucho que fuese una locura, sentía que acabar con él era hacerle un favor a los demás. Agarró el puñado de pastillas que le quedaban y las depositó en su mano para poder tomarlas.
Mañana vendremos a verte a primera hora.
Ya estaría muerto.
Iremos de compras cuando te mejores.
Ya no podría hacerlo.
Lo sentimos, nii-san.
No era su culpa. Era la suya, eso se repetía en su mente una y otra vez.
Das asco siendo así. Siendo tú.
Sí, aquellas palabras eran las que se repetían siempre.
Eres doloroso, Karamatsu.
Alguien doloroso no merecía vivir.
Doloroso de ver y de oír.
Cerró los ojos suavemente, sumiéndose en la terrible oscuridad que ahora le rodeaba. Pero no estaba asustado, incluso se encontraba calmado. Pronto sería lo único que vería. Pronto se desvanecería. Y con una sonrisa triste y un nudo en la garganta, se dispuso a tomar aquellas pastillas que acabarían con todo el sufrimiento de una vez por todas. Las agarró con fuerza y abrió la boca para tomarlas.
Karamatsu.
El pelinegro abrió los ojos al oír aquella voz. Como si hubiese despertado de una pesadilla, su respiración era agitada y algo entrecortada. Miró hacia los lados desesperado, pues aquella voz había dicho su nombre y parecía estar cerca. Al ver que no había nadie, sacudió la cabeza y soltó una risa irónica. Probablemente se lo había imaginado.
Nii-san.
Esta vez...
-¿Choromatsu? No, es imposible. Ellos... Están en casa, durmiendo.
Shittymatsu.¡Nii-san! ¡Karamatsu nii-san!
Las voces de sus hermanos resonaban en su cabeza, impidiendo de alguna forma que siguiese con lo que estaba haciendo. Pero debía hacerlo.
Tienes que dormir, Karamatsu.
Y ahora iba a hacerlo, para siempre. Iba a vivir en un sueño eterno, pues no debía despertar.
Jamás sería lo mismo sin uno de vosotros.
No, no lo sería. Sería mejor.
Lo siento, Karamatsu.
Podía jurar que sentía la calidez de aquel abrazo. Aquel abrazo de los pocos que había recibido en su vida. Un abrazo que no olvidaría. No debía sentirlo nadie, menos por él. No valía la pena.
Nosotros... También te queremos.
La voz de Osomatsu volvió a despertarle de aquel sueño. Como una mano, sacó al chico de la profunda oscuridad hacia la luz, donde le esperaban sus hermanos con una sonrisa. Y al ver que seguía vivo, llevó sus manos a su rostro que estaba empapado de lágrimas. ¿Cuándo había empezado a llorar? Se dejó caer de rodillas al frío suelo, sin decir nada y sollozando con su rostro tapado. Y esbozó una sonrisa amarga.
Pronto las lágrimas no serían nada más que algo lejano.
[...]
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Happy Pills. | Osomatsu-san.
FanfictionTodos conocen a Karamatsu Matsuno como el segundo de los sixtillizos, alguien narcisista y despreocupado pero amable y bondadoso. Alguien vergonzoso y doloroso. Una persona que recibe desprecios a diario. Y él, empezará a cansarse de ello. De ser él...