Jyu-go.

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Estoy orgulloso de ti, nii-chan.

Osomatsu seguía preguntándose porqué de toda la conversación sólo se había quedado con aquello. Miraba a su alrededor, tratando de borrar aquella frase y sonrisa de su hermano de su cabeza. Hasta que recordó que todos sus hermanos estaban en el hospital de visita al segundo Matsuno.

–Chicos, deberíais volver a casa. Se está haciendo de noche y mañana volveré a casa. –dijo el azul, mirando hacia la ventana y viendo el oscuro cielo reinando sobre la calle.

–Podríamos quedarnos. No es molestia para nosotros. –habló el verde, y todos asintieron con una sonrisa.

–No hay espacio y sólo es una noche. No os preocupéis, estaré bien. –aseguró, con esa faceta amable y protectora que todos conocían y a la que no podían evitar sucumbir. Los cinco aceptaron el irse a casa, levantándose del suelo donde estaban sentados y mirando a su hermano para despedirse.

–Mañana vendremos muy temprano para estar contigo. –informó Choromatsu, como si de una promesa se tratara. Karamatsu sonrió a su primer hermano menor.

–Gracias, Choromatsu.

–Y cuando te recuperes iremos de compras. –dijo el rosa, guiñando un ojo de manera divertida al pelinegro hospitalizado.

–Está bien, Totty. –aceptó entre risas, y todos se dirigieron hacia la puerta.

–Ahora sí, nos vamos. –informó el verde, que se sorprendió al ver que el rojo aún no se había levantado de su asiento. Antes de que pudiera llamarle, el azul lo hizo por él.

–Osomatsu nii-san, ¿podrías venir un segundo? –lo llamó, y el verde decidió esperar fuera junto a los demás y junto a sus padres.

–¿Qué pasa? –preguntó, aún algo absorto de la realidad pero centrándose en la petición que iba a hacerle su hermano.

–¿Podrías traerme las pastillas? –dijo, algo miedoso por su respuesta o posible sospecha hacia el porqué de su repentina petición.

–¿Las pastillas antidepresivas?

–Esas.

–¿Para qué? ¿No pueden darte aquí? –cuestionó, puesto que en un hospital había todo tipo de medicinas y eran más fáciles de conseguir.

–No lo creo. Además, no puedo hacer nada porqué estaré vigilado. Confía en mí, ¿sí? –dijo, y Osomatsu supo que había leído entre líneas su mensaje. Le preocupaba que tratase de hacer algo extraño.

–Está bien, pero con una condición.

–¿Y cuál es? La aceptaré. –habló con seguridad, mirando a su hermano que respiró hondo.

–Quiero que mañana todo vuelva a la normalidad. Que volvamos a casa, todos juntos. Que vayamos al Pachinko o pasemos el rato. Simplemente que volvamos a pasar tiempo los seis. –pidió, totalmente en serio. Para mucha gente podría ser una condición tonta y evidente pero no lo era para ellos. Era algo que llevaban meses sin tener. Y Karamatsu, sintió como tenía un nudo en la garganta.

–Está bien. –aceptó, con una sonrisa rota. No le quedaba otra opción.

–Y...

–¿Algo más, nii-san? –cuestionó, y las mejillas del mayor se coloraron por la tonta petición que iba a hacerle a su hermano. Bajó la mirada con vergüenza y tragó saliva para tener fuerzas para decirlo y no tener que repetirlo.

–Quiero que me llames onii-chan. –dijo, aún más rojo por la estupidez que acababa de pedir. Cuando se giró a ver a su hermano vió como sonreía algo confuso por su petición. –¡No te rías de mí!

–¡Está bien, está bien, Osomatsu nii-chan! –ni tan sólo estaba riendo, pero si sonriendo y eso le bastaba a Osomatsu.

–Nos vemos ahora entonces.

–Sí. Nos vemos. –el rojo salió por la puerta y se reunió con los demás, que ya llevaban un buen rato esperando al primogénito de la familia.

–¿Qué quería? –preguntó Choromatsu, confuso y curioso por lo que pudiese haberle dicho sólo al mayor.

–Quería que le llevase una cosa al hospital. –sentenció, encogiéndose de brazos y restando importancia al asunto.

–¿Y de qué se trata? –preguntó de nuevo, pues necesitaba más respuestas.

–Es un secreto entre hermanos mayores. –respondió a su pregunta, con una sonrisa burlona y un tono juguetón que sólo molestó al menor.

–¿Y por qué?

–Algún día os lo diré. Me adelantaré yo sólo para llegar antes a casa y llevarle eso. Nos vemos ahora. –concluyó antes de echar a correr hacia casa sin ellos, pues no debían encontrar aquello que debía darle.

–Este idiota siempre igual. –comentó el verde, suspirando derrotado por el comportamiento de su hermano mayor.

–¿Creéis que Karamatsu nii-san no confía en nosotros? –preguntó Todomatsu, algo triste por pensar en eso.

–No, debe ser que confía más en él. Son muy cercanos. –respondió Ichimatsu en lugar de Choromatsu, quien no sabía ciertamente si era así o no.

–Eso espero.

[...]

El rojo paseaba tranquilamente hacia casa, pues sabía que su familia tardaría en llegar ya que ni tan sólo habían salido del hospital aún. Él no tardaría en llegar, pues durante un buen tramo había estado corriendo y tomando ciertos atajos que sólo a pie podía tomar. Suspiró al tratar de pensar el porqué había pedido sus pastillas tan repentinamente. El porqué de no decírselo a los demás teniendo en cuenta que lo peor ya había pasado.

Cuando llegó a casa, saludó inconscientemente y rió ante su propio error. Jamás había visto la casa tan silenciosa y solitaria, y hasta daba miedo. Pensó en que, sí uno de sus hermanos de fuese, el ambiente sería así. Y quería evitarlo a toda costa. Se dirigió al baño y recordó el lugar donde Karamatsu solía esconderlas. Leyó el nombre de estas y vió que había sido cambiado.

Happy Pills.

–Karamatsu y su doloroso inglés. –bromeó, y guardó el bote en pastillas en su bolsillo. Volvió a salir de la casa y se dirigió de nuevo al hospital. Normalmente se quejaría, pero no podía negarse después de lo que él había hecho por todos.

Una vez allí, sacó el bote y miró como estaba prácticamente vacío. Lo observó tristemente, pues no sabía cuan deprimido podía estar su hermano para tomar tantas pastillas. Abrió la puerta de la habitación y entró sin pedir permiso.

–Karamatsu, he vuelto. –anunció, llamando la atención de su hermano azul, que miraba hacia la ventana. El cielo estaba oscuro y nublado, apunto de caer una gran tormenta.

–Osomatsu, muchas gracias. –dijo, y el chico alargó el brazo para recibir las pastillas. El rojo negó, restándole importancia.

–No es nada. He visto que te quedan muy pocas...

–O, no te preocupes. Tengo suficientes para hoy.

–Está bien.

–Osomatsu nii-chan. Gracias y... Cuidaos muchísimo, ¿sí? Recordad que os quiero. –habló, con un hilo de voz tan frágil como él mismo en esas circunstancias. Sus ojos brillaban a causa de las lágrimas que amenazaban en salir.

–No digas tonterías como si no fuésemos a vernos mañana. Vendremos a primera hora, ¿sí? –le recordó, prometiéndole con esas palabras que allí estarían. Porqué no iban a fallarle.

–Claro. –dijo, parpadeando varias veces y rápidamente para ahuyentar aquellas traviesas lágrimas que querían salir. El rojo sonrió a su hermano, que ahora también sonreía. Se dirigió de nuevo a la puerta para salir de allí y volver a donde le esperaban.

–Nosotros... También te queremos. –dijo, en forma de despedida para, ahora sí, salir de la habitación de su hermano. Karamatsu sonrió ampliamente, dejando caer las lágrimas que tanto había guardado.

[...]

Happy Pills. | Osomatsu-san. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora