Jyu-roku.

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Osomatsu no podía dormir. No después de la actitud tan rara de su hermano en el hospital. Miraba a sus hermanos con tranquilidad, pues ellos parecía que estaban más relajados. Lo que no sabía, es que no sólo él no podía dormir. Aún así, fingían que podían y que eso hacían. Y el rojo, probó a hacerlo también. Pero la imagen de su hermano tirado en el suelo inconsciente apareció en su mente. Las palabras de Chibita también lo hicieron.

Él... Quería morir, chicos.

Las lágrimas de Karamatsu, Todomatsu, Choromatsu, Ichimatsu y Jyushimatsu cayendo por sus mejillas.

Lo sentimos, nii-san.

Y las palabras tan extrañas que le había dedicado aquel día, a solas, en el hospital.

¿Podrías traerme las pastillas?

Confía en mí, ¿sí?

O, no te preocupes. Tengo suficientes para hoy.

Osomatsu nii-chan. Gracias y... Cuidaos muchísimo, ¿sí? Recordad que os quiero.

Los ojos del mayor de los Matsuno se abrieron de inmediato ante el terror de un fugaz pensamiento. Se levantó de la cama, quedando sentado y medio destapado.

-Mierda. -dijo, y los demás hermano que estaban ya despiertos abrieron los ojos e imitaron al mayor.

-¿Qué? -preguntó Choromatsu, algo confuso por su inesperada intervención. La mirada de todos iba de un lado para otro a causa de que su hermano daba vueltas por la habitación desesperado y vistiéndose.

-¡Mierda, mierda! -exclamó de nuevo, y todos se levantaron del futón para tratar de calmarlo y que les diera una explicación.

-¿¡Qué!? -repitió el tercero, agarrando al rojo por los hombros para que parase de caminar. Empezaron a vestirse instintivamente, pues podían imaginarse que iban a salir.

-¡Las putas pastillas! -gritó, ahora si, confundiendo del todo a sus hermanos que se miraban entre ellos encogiéndose de hombros al no saber de que hablaba. Empezaron a bajar las escaleras, guiados por el primogénito de la familia.

-¿¡De qué cojones hablas!? -volvió a preguntar el tercero, insistiendo en una explicación. El rojo sólo seguía histérico, ya que estaban perdiendo el tiempo.

-¡De las putas pastillas! -repitió, haciendo que los pequeños se dieran con la palma de la mano en la frente por ver que iba a ser así todo el rato.

-¿¡Qué putas pastillas!? -preguntó Choromatsu, subiendo el tono de nuevo para ver si ahora si le entendía de una vez. Osomatsu agarró de los hombros a Choromatsu, mirándole fijamente. Podía reflejarse el terror que sentía.

-¿¡Queréis ayudar a Karamatsu!? -respondió con otra pregunta a su duda, aunque la respuesta de los demás fuera evidente.

-¡Claro que sí!

-¡Pues seguidme y subid vuestro puto culo al coche! -ordenó, y todos obedecieron, abriendo las puertas del coche y cerrándolas nada más entrar. Choromatsu eligió ir de copiloto, al lado de Osomatsu por si habían posibles accidentes. Osomatsu introdujo la llave y arrancó el coche para empezar a conducir.

-Espera, ¿vamos al hospital sin papá y mamá? -preguntó de manera inocente el tercero, algo temeroso por lo que pudiese pasar.

-¿¡Eres imbécil!? ¡No hay tiempo! -le recordó su hermano mayor, haciendo que su ceño se frunciera como el del mayor.

-¡No me grites, imbécil! -dijo, dándole un puñetazo en el brazo con fuerza. Osomatsu miró al verde tras soltar un quejido.

-¡Me estás gritando tú, capullo! -dijo, devolviéndole el golpe con más fuerza. La cosa de verdad una en serio, el ambiente estaba cargado y los chicos estresados por lo que estaba sucediendo. Los tres hermanos menores rodaron los ojos al ver que seguían siendo iguales hasta en momentos donde estaban robando el puñetero coche de sus padres para ayudar a su hermano hospitalizado.

Happy Pills. | Osomatsu-san. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora