El juego había comenzado. Las alarmas desactivadas, los rehenes reunidos, la corderita a salvo.
Y nadie sabía aún que habíamos tomado la Fabrica Nacional de Moneda y Timbre.
—Primero que nada, buenos días.—es lo primero que pronuncia Berlín cuando ya todos tienen puestos sus antifaces, y nosotros podemos sacarnos las máscaras.
Rio y Tokio se dedican una pequeña sonrisa de satisfacción que por supuesto, yo no paso por desapercibido. Me pongo frente a Rio y le sonrío cínicamente a Tokio. Ella deja de hacerlo y me manda una mirada de odio.
Rio sólo rueda los ojos mientras yo suelto una pequeña risa.
—Soy el capitán a mando del atraco. Lamento que hayan tenido que ser parte de esto, pero nosotros no lo hemos decidido así. Tal vez el destino.—sigue diciendo Berlín mientras se pasea entre los rehenes alterados.—De ahora en adelante, van a hacer todo lo que yo les diga.
Tal vez, Berlín se haya aprovechado un poco de ser el capitán al mando del atraco.
—¿Cuál es tu nombre?—pregunta tomando delicadamente el rostro de una mujer que estaba hiperventilando.
—Ariadna.—susurra llorando.
—Ariadna.—repite suavemente. Paris les manda una corta mirada de desconcierto antes de seguir mirando a los rehenes, vigilando.
—Trata de tranquilizarte, ¿está bien? Respira tranquila. — hace unos cortos respiros para que la chica se calme. Luego eleva la voz:—Ahora respirad todos conmigo. Inhalar, exhalar. Un poco de terapia no nos irá mal, vamos. Inhalar, exhalar.
Inconscientemente, yo también estaba tratando de tranquilizarme junto a los rehenes. Estaba nerviosa, muy nerviosa por este atraco.
—¿Cuál es tu pin?—pregunta Denver.
—3627.—responde temblando la rehén.
—¿Cuál es tu pin?—pregunta de nuevo a otro rehén, mientras Rio anotaba y Paris guardaba los teléfonos.
—¿Para que queréis saber nuestros pines?—pregunta alterado.
Denver y Rio se ríen totalmente divertidos por el atrevimiento del hombre.
—¿Cuál es tu nombre?
—A-arturo, Arturo Román.
—Pues Arturito, porque si no me lo dices te lo saco a guantazos, ¿eso es lo que quieres?—pregunta totalmente amenazante.
Paris rueda los ojos ante aquello.
—1234.—suelta exaltado.
Esta vez sí los tres se ríen a carcajadas. Menudo números de su pin. Sin poder evitarlo, a Paris también le causaba un montón de risa.
—Menudo pin te han puesto he, Arturito.
Luego de que la secretaria Mónica Gastambide declarara por teléfono que el sistema había caído, para no guardar sospechas, el primer plan de la operación comenzó.
—Pronto, a sus posiciones. ¡Activad las alarmas!—ordena Berlín.
Rápidamente nos ponemos en acción. Denver y Moscú traen las bolsas de dinero, Rio activa la alarma y nos ponemos frente a las puertas de metal, que se abren en cuatro segundos.
Esperamos a que la policía llegue bajo el aviso de Berlín, quién estaba en comunicación con el Profesor.
—Quince segundos, ahora.—dice Berlín sujetando bien su M-16.
Paris y los demás siguen sus órdenes, preparándose para dentro de quince segundos, excepto Tokio.
Tokio se adelanta.
Y allí es cuando todo se fue a la mierda. Tokio había jodido oficialmente el primer plan del atraco.
