05;

8.5K 415 141
                                    

El profesor lo dijo una vez: "Si váis a robar a lo grande, deben soñar a lo grande."

—¿Qué vais a hacer con todo el dinero del atraco?

—Va, pues yo me voy a comprar un maserati, pero uno color cielo, azul despejado.—dice Denver riendo.—Y una casota, pero una de tres pisos.

Moscú pasa detrás suyo y le da un zape en la cabeza, negando.

—Y para ti unos pulmones, que los tienes hecho mierda.—bromea.

—¿En eso te vas a gastar el dinero? ¿En unos pulmones?

—Pues claro.

Tokio rueda los ojos mientras niega con la cabeza.—Y a todo esto, ¿de dónde vas a conseguir unos pulmones?

—Pues hay gente que vende riñones, debe haber gente que venda pulmones, ¿no?

Todos ríen antes su idea tan estúpida. Berlín da un trago a su bebida y se acerca a la mesa.

—Yo lo gastaría en una bodega de provincia, con hectáreas de plantas de viñedo para cultivar mi propio vino.—dice para luego servirse más de tequila.

París toma asiento y presta realmente atención, luego de estar jugando distraidamente con la pelusa de su blusa.

—Pero podrías entrar en un súper y elegir la botella que quieras, ¿por qué montarte una bodega?—pregunta Río, mirándolo confundido al igual que los demás.

Berlín lo mira fijamente, para luego responder:

—Por el arte.

Todos ríen, excepto París, quién lo mira con algo parecido a admiración.

—Vas a invitarme un copita algún día, supongo.—dice sonriendo, con un tono de pregunta.

Berlín sonríe levemente.

—Tú serás la primera.

Todos aullan mientras que París sólo ríe.

—Después de las cinco esposas, claro.—bromea Denver.

Todos ríen esta vez, una vez más. Tokio carraspea un poco.

—Bueno, pues yo quiero una isla.—sonríe pícaramente.

—Yo igual.—responde Río rápidamente, con una sonrisa de bobo.

—Que sean tres.—dice Denver con el cigarro entre los labios.

—Umh, tres son multitud ya.—niega Tokio riendo.

—Creo que todos tenemos un asuntillo que resolver primero, bueno, por lo menos yo sí. Y después de eso, me compro una avioneta para volarla yo misma.—dice sonriendo exhuberantemente.

—¿Y para qué, si puedes tener un piloto buenorro?—pregunta París.

—En ese caso, le hablaría desde la torre de control: dame pista, para más artistas.

Todos ríen una vez más. Esta vez todos miran a París, quién se acomoda en su asiento.

—Bien, yo quiero una casa en la playa, aunque no literalmente, sino en un punto alto, dónde pueda ver el mar siempre.—dice sonriendo.

—Yo quisiera algo parecido.—dice Río.—Una casa pegada al mar, así cuando me levante—silva—, directo para un clavado.

Todos ríen.

—Al fin alguien con una idea inteligente.—se burla Moscú con sarcasmo.

—A ver, pues ¿que quieres tú, entonces?

—Yo me grabaría un disco, de corrido. Y con la portada algo así.—posa con el respaldo de la silla como esos muchachos de revista, todos ríen.

—Vas a ser como Albertino Alfonzo pero con treinta quilos más.—dice Río riendo.

—Pero Albertino canta ranchera, yo te estoy hablando de corrida...

—Enséñale tú lo que es corrida, papá.—insita Denver, con un gesto de cabeza hacia Río.

—Venga, va, ¡que cante, que cante, que cante!—todos empiezan a canturrear para animarlo.

París sólo reía mientras aplaudía con ellos.

Por la falta de tus labios, lloré por primera vez, y maldije conocerte, por no dejar de quererte.

París se ríe mientras que Moscú le canta con todo sentimiento. Le recordaba a cuando su padre le cantaba.

Berlín le mira por el rabillo del ojo, con sus mejillas encendidas y riendo por el canto de Moscú.

—Yo mi esposa quise hacerte, sin amor busqué la suerte, fui tirando de pistola, y el destino trajo muerte.

María, mi vida, mi amor,

No dejaré de quererte, a balazos te perdí, ya no volverás a verme.

Ese recuerdo, de los cinco meses que compartimos en ese casa, definitivamente fue el favorito.

Y ese fue el recuerdo que se mantuvo en mi mente cuando las esperanzas se fueron de mí.

N/A:
¿Os gusta el coqueteo mutuo entre París y Berlín?

He dejado un mensaje en mi perfil, para no dejar confusiones.

La casa de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora