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Maratón 1/3

Para poder convivir en paz, el profesor nos distribuyó algunas tareas domésticas que cada uno cumpliría mientras no estuviéramos repasando las clases.

Claro que, algunos no tenían idea de que era la higiene en general.

Saca tus asquerosos pies de la mesa que acabo de lustrar, ¿quieres?

Denver ríe y se pone un cigarrillo en los labios. Paris suelta un gruñido y le aparta los pies de un empujón, mientras que rueda los ojos.

—Oh, venga, ¿por qué no dejas eso y te fumas un porro conmigo?—empieza a reír.

—Deja eso tú y ponte a limpiar, hijo.—Moscú le pega en la nuca y le saca el cigarrillo de la boca.

Paris hace un indicio de reír y se tapa la boca. Denver rueda los ojos fastidiado por su padre.

—A ver, a ver, si os ibaís a reunir los amargados me hubierais avisado para no pasar por aquí.

Paris aguanta su risa con una sonrisa de labios sellados hasta que Denver desapareció por la puerta de la casa y Moscú y Paris quedaron solos en el patio.

Moscú rió.—¿Lo tienes?

—Por supueeesto.—responde y saca el encendedor de su chaqueta.

Moscú saca dos cigarros de la cajetilla que le robó sutilmente a su hijo y le da uno a París, mientras se acerca para encenderlo. Sus provisiones de cigarrillos han terminado y ya que a Denver le sobran (y definitivamente no iba a darles uno voluntariamente), no se daría cuenta que le falta uno.

Además, la tienda estaba a kilómetros de dónde se encontraba la Granja de Toledo, ni siquiera podían arriesgarse a que los vecinos los vieran.

—¿Sabes cuándo fue la primera vez que me fume el primero?

Estábamos sentados en el patio cuando Moscú preguntó, viendo el sol ponerse al oeste y, por un breve instante, al dia juntarse con la noche. 

—Cuando tenía once, mi padre y yo estábamos trabajando en un pequeño pozo que llegaría a las alcantarillas y reparar las tuberías del pueblo.— le dio una calada al cigarrillo mientras Paris le observaba atenta.—De un tema a otro, llego al asunto de mi madre. El la golpeo tanto en una noche de copas que la mandó al Hospital. Dijo que se cayó de las escaleras, y como los gastos no se pagaban solos, estaba trabajando de más para conseguir el dinero...

Paris observa el rostro marcado de Moscú, y podía ver que en cada linea de expresión de su rostro, de su vejez, contaban un montón de experiencias. París se preguntó si así sería ella, de mayor, o si le contara a sus nietos de su atraco profesional a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre ellos se reirían sobre sus delirios. 

—... él me lanzó al pozo y no me dejo subir hasta el anochecer. Me moría de hambre, y lo único que había dejado era su kit de cigarrillos.—finaliza expulsando el humo del cigarrillo.

Paris procesa aquello. De repente las ganas de fumar se la pasan. Recuerda la manera en que ella comenzó a hacerlo.

—Bueno, la primera vez que yo lo hice, tenía dieciocho.—cuenta, observando la cola del cigarrillo humear.—Mis hermanos tuvieron un coma etílico en una fiesta, mi mama estaba trabajando asi que solo estaba yo en medio del hospital, esperando, aterrada.  Estaba llorando y temblando, y la chica a un lado mio me lo ofreció. No he podido dejar el vicio, realmente.

Y probablemente nunca pueda hacerlo.

Ese dia, aunque haya sido una insignificante charla, me di cuenta que todos estábamos aquí por una cosa en común. Debilidad. Tal vez no seamos los unicos, pero si los primeros en asegurar nuestro futuro y jugarnos nuestras vidas en una realidad sin paradero, por que, ¿que nos depara el destino mañana, si no nos arriesgamos?

La casa de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora