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A veces la vida da tantas vueltas que te mareas y no sabes donde caíste y el destino tan caprichoso que nunca sabes dónde vas a parar. Me llamo Alice Morgan, soy pintora de alm...
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NICOLAE
Alice estaba descansando con el pulso estabilizado, pero había perdido mucha sangre. Sabía que necesitaba una trasfusión, ya que sino quizás no se recuperaría. Le prometí a Drogo que me quedaría en la mansión, pero ella corría peligro y, ahora que la hemorragia estaba detenida, era hora de irnos al hospital.
En cuanto a la excusa que se me había ocurrido, era la de que un asaltante le propinó una puñalada justo cuando paseaba por el jardín de casa. Siempre podía ayudarme de mi poder de convicción si era absolutamente necesario ya que odiaba valerme de mis capacidades especiales.
Decidí mandarle un mensaje a Drogo para avisarle que llevaría Alice al hospital, informándole de la hemorragia, que ya había cesado por el momento. Por fortuna, no parecía padecer ninguna infección, cosa que era necesaria para una pronta recuperación. Le pedí que en cuanto pudiera, trajera a los demás al hospital por si acaso el atacante tenía la feliz idea de volver a las andadas. No podíamos saber el alcance del poder de esa persona, por tanto, toda precaución era poca.
Apenas tenía idea de lo sucedido, Drogo me había informado con unas pocas palabras antes de marcharse. Tan solo sabía que habían tenido un percance con un desconocido pero que todo estaba bajo control. Yo conocía a mi hermano y tenía la tendencia de quitar hierro al asunto, solo para que los demás evitaran pensar en si era débil al no poder enfrentar cualquier situación.
Su orgullo era una enorme torre de marfil donde él se encerraba, donde fingía ser más que el resto cuando simplemente, se sentía lo contrario a lo que mostraba. Era un niño aún, atrapado en un cuerpo deseoso por el género femenino, cosa que engrandecía aún más su ya de por sí desmedido egocentrismo.
Sin perder más el tiempo, tomé a Alice con cuidado y la envolví en una manta. Siempre me fijé en los puntos de sutura para evitar que se abrieran, evitando todo movimiento brusco. La coloqué en el asiento de atrás para que estuviera más cómoda y me senté al volante. A cada minuto miraba por el espejo retrovisor para ver si ella había despertado, pero aún seguía profundamente dormida.
Me fijé en su frente, pero no se encontraba llena de sudor para mi mayor alivio; era una mujer fuerte y lo había demostrado. No pude evitar rememorar ciertas imágenes que tenía en sus recuerdos al intentar relajar su alterado estado. Era algo inevitable cuando jugaba con mis poderes mentales; me quedaba con algo de la persona, algún recuerdo o vivencia que albergara.
La vi a ella jugando en un jardín, completamente sola. Ningún niño se le acercaba ya que la consideraban alguien muy extraño. Se la veía tan cerrada y alicaída que no pude evitar pensar en Peter: ambos eran tan parecidos. Quizás esa era la razón por la que Alice era la única persona fuera de la familia que llegó a comprenderlo tan bien en tan poco tiempo.
Vi el dolor de su vida, el miedo a ser descubierta, el tapar lo que ella era desde una edad muy temprana. Odiaba la sociedad en la que ella se movía, la cual, por desgracia, era la misma en la que nos movíamos nosotros. Supe que ella era el ángel que necesitábamos todos, el complemento que nos daría la luz en el mundo de tinieblas en las que nos habíamos acostumbrado a vivir.