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Dicen que nadie es imprescindible. Sin embargo, mi amistad con Miriam era de las cosas que más bien me hacían en la vida. Nos habíamos conocido de bastante pequeñas, porque ella también estuvo en el centro de danza de alto rendimiento una temporada. Allí se dio cuenta de dos cosas: que echaba de menos su Galicia natal; y que el baile no era lo que más le gustaba en éste mundo.

Así que se volvió para su casa y se dedicó a estudiar interpretación. En busca de oportunidades, y ya más crecidita, se había mudado a Madrid de nuevo hacía unos años. Esta vez, pero, se había llevado con ella a su novio Pablo, con el que tenía una relación estable no; lo siguiente.

Miriam y yo nos complementábamos a la perfección. Ella me mantenía los pies en el suelo cuando se me iba la pinza; y yo le recordaba que no tenía que tomarse las cosas  tan enserio y que nadie tenía unas expectativas tan altas de ella, como las que ella tenía de si misma. Además, las dos teníamos salidas bastante graciosas y nos lo pasábamos genial juntas.

Entré al restaurante que habíamos elegido para la ocasión, que no era otro que un restaurante de sushi. Enseguida vi su melena rubia de leona en una mesa al fondo del establecimiento.

—Perdona, ya sé que llego tarde —le dije, mientras le daba dos besos y me sentaba en frente suyo.

Ella me miró sarcásticamente.

—Buah, pues como para no saberlo chica, si llegas con veinte minutos de retraso —respondió la gallega. —Pero bueno, tú no te preocupes, que yo me he tomado la libertad de pedir vino blanco para amenizar la espera —dijo señalando la botella metida dentro de la cubitera, al lado derecho de la mesa.

—Esa es mi leona —le guiñé un ojo. El apodo de leona se lo había puesto yo al poco de conocernos, debido a su melena rizada. Durante mucho tiempo había luchado contra ella planchándosela siempre, hasta que comprendió que aquellas ondulaciones eran una característica clave de su forma de ser. A parte que, en mi opinión, estaba mucho más guapa así. Y creedme, yo tenía buen gusto en chicas.

—Bueno, ¿y que me tienes preparado para la clase de hoy? —preguntó Miriam, que era una habitual en mis lecciones de baile, a pesar de tener grandes ventajas en comparación a las demás alumnas.

—Pues no sé, la verdad. Creo que voy a improvisar un poco, porque ayer no pude prepararme nada.

—¿Por la movida con Ricky y eso? —preguntó ella, ladeando la cabeza y poniéndose seria, una expresión muy suya que no siempre significaba que su estado de ánimo también fuese serio. Yo me encogí de hombros.

—Tampoco fue tanto, en cuanto salgamos de aquí lo llamo y sé que vamos a estar bien. La cosa está en que nos discutimos por "el temita" —dije, haciendo las comillas con los dedos.

—¿Ha descubierto que sudas de Ana? —preguntó Miriam.

A diferencia de Ricky, ella apoyaba mi decisión de intentar olvidarme de ella. Supongo que le pesaba más la parte de saber que Ana estaba en una relación consolidada, cosa con la que la gallega se podía identificar.

—Tía no digas sudar. Yo no sudo de Ana. Yo intento pues... evitar el contacto —respondí.

—Bueno Mimi, ya sabes lo que pienso —tomó un trago de su copa y yo hice lo mismo. —Creo que haces lo correcto. Lo que más me extraña, es que Ana te siga llamando. No sé qué le hiciste esa noche, pero válgame... Parece que le gustó —dijo antes de empezar a partirse de la risa, ante mi mirada atónita.

Hay que joderse. Vaya una la leona.

🥑🥑🥑

—Mierda —dije, al meter las manos en los bolsillos de mi chaqueta.

Polos opuestos 🥑 || WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora