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—Vicky me mata. Me-ma-ta —dije mientras sacaba mis cosas del maletero, ante la incrédula mirada de Miriam.

—Eeeella que la gusta hacerse la víctima. Te va a matar a ti, si más consentida no te puede tener —negó con la cabeza.

Bueno, ya. Pero igualmente, llegaba tarde. Y por mi culpa, Miriam también. Y no me lo podía permitir en días como hoy, en que todo en la escuela estaba organizado al detalle para que las horas cuadraran.

Nos aseguramos que Miriam no se dejaba nada en mi coche, porque luego volvería con Pablo, y entramos disparadas a la academia.

Durante la jornada de puertas abiertas, siempre se pedía a algunos alumnos que participaran en las clases para hacer una pequeña demostración. Normalmente se apuntaban los más buenos y los más entusiastas, y Miriam siempre estaba entre los alumnos buenos porque como ya sabéis, la tía baila que te cagas. También hacíamos salir voluntarios aleatorios, siempre que no opusieran mucha resistencia.

La escuela de baile ya estaba llena de gente, repartida por las distintas salas. En una de ellas, se estaba preparando un aperitivo. Miré a través del cristal, achicando un poco los ojos. Los tipos del catering me habían hecho caso: habían puesto aguacates.

—Mimi, no sé qué demonios haces ahora —dijo Miriam.

—Ay, sí sí. ¡Vamos, vamos!


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Durante las jornadas, cualquier persona interesada en la escuela, incluso los familiares de los alumnos, podían venir a ver cómo dábamos las distintas clases en directo, con los alumnos voluntarios, y luego los profesores hacíamos demostraciones con algún alumno. En todas las salas de la escuela había alguna actividad, y en el vestíbulo había estantes con información no solo de la escuela, sino también de ropa y material relacionado con el baile.

Estuve de sala en sala toda la tarde. No vi a Ana, y aunque era difícil porque había bastante gente, llegué incluso a preguntarme si al final había venido.

Como Vicky me había cambiado la franja horaria con Pol, tuve que bailar un tango con ella; así que cambié de sala una vez más.

Mientras bailaba, mi concentración solo estaba focalizada en mi cuerpo y en los movimientos que éste daba. Sin embargo, en cuanto terminamos el baile y los asistentes a la jornada empezaron a aplaudir, mi mirada recorrió la sala buscando ciertos ojos oscuros. Y los encontró. Ana me sonrió y yo le devolví la sonrisa.

Finalmente, Vicky dijo que, para terminar, cada uno de los tres profesores que nos encontrábamos en aquella sala, elegiríamos algún voluntario del público para bailar. ¿Y qué tocaba bailar? Baile latino. ¿Concretamente? Bachata. ¿No necesitaba que las cosas fluyesen como en Punta Cana? Pues un remembering nunca estaría de más.

—No os preocupéis —dijo Vicky a los asistentes. —Es solo un trocito de canción, y nosotros os vamos a ayudar. Todo el que quiera puede unirse también.

Entre las caras felices, las caras tímidas, y las caras asustadas, busqué a Ana. Obviamente ella era lo que viene siendo la capitana de las caras asustadas.

Mientras me acercaba a ella, no dejaba de mirarme y negar con la cabeza, gesticulando y diciéndome "No, no, no. Mimi, no".

En cuanto la tuve en frente, le tendí la mano.

—¿Me permites éste baile, Ana Banana?

—Mimi, no, por favor. Es que ¿por qué me haces esto siempre? —se quejó, aunque noté que estaba intentando contener una sonrisa.

Polos opuestos 🥑 || WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora