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Por primera vez en días, dormí completamente tranquila. Sin pesadillas, sin levantarme a media noche, sin tardar horas en quedarme dormida. A lo mejor no era para tanto; a lo mejor ese "hablamos" que me había dedicado Ana antes de irse a casa, no era más que una forma de decirme que sí, que hablaríamos, pero manteniendo las distancias.

Pero yo no me lo tomé así. Ana ya sabía todo lo que sentía por ella, me había escuchado decírselo el día uno de enero. Ahora tenía que demostrárselo.

—¡Parece que alguien ha dormido a gusto hoy! —sonrió Ricky cuando aparecí en su salón-cocina, recién levantada.

—Es que tu cama es muy cómoda, Ricky —le dije yo, tocándole la espalda cariñosamente, sin poder esconder que estaba feliz.

—Sí, será eso... —respondió mi amigo, levantando una ceja, mientras con una cuchara de madera removía una olla de arroz.

—¿Qué nos haces para comer? —le pregunté, mientras me sentaba en un taburete de la cocina.

—La tía, que ya se ha auto-invitado —dijo, negando con la cabeza. —Arroz al a canaria. Digo, a la cubana.

Me eché a reír.

—Ricky eres tonto, vaya mierda de chistes haces por la mañana.

—Sí, pero bien que te ríes —me guiñó un ojo.

—Solo yo podría reírme con algo así. No lo intentes con nadie más —dije, señalándole con el dedo.

—¿Me vas a contar como fue ayer?

—Bueno, pudimos hablar nuestras cosas. Básicamente, está confundida, y tiene miedo... un poco como yo —dije, apoyando el codo en la barra y mi cabeza en mi mano. —Quedamos en que nos hablaríamos. Así que de momento solo he ganado una batalla... pero sé que al final voy a ganar la Guerra.

—Mimi, chao. De verdad. Y luego soy yo el que hace bromas malas, esto es terrible. Me duelen las orejas —dijo riéndose, sin dejar de estar pendiente de lo que cocinaba.


🥑🥑🥑


Ricky me aconsejó que dejara pasar el fin de semana antes de hablar de nuevo con Ana, pero yo necesitaba más de ella. Si tenía que demostrarle que la quería, y que pensaba en ella todo el tiempo, tenía que estarle un poquito encima, ¿no?

Además, solo el pensar que cualquier día, tomando café en un bar, paseando por Gran Vía, o saliendo con Ago y Raoul directamente, que el peligro ya era obvio; alguien se podía enamorar de ella... mi cabeza no podía procesar ese pensamiento sin sentir punzadas en el estómago. Y yo que nunca había sido celosa.

De todas formas, opté por hacerle caso. El tiempo había demostrado que los consejos de Ricky, no eran malos para nada. Así que me tranquilicé con el simple hecho de no encontrármela de fiesta inesperadamente el sábado.

Pero en cuanto el lunes llegó, me planté a la inmobiliaria de mi padre justo durante la hora del descanso de Ana; no obviando que Mireya se rio en cuanto me vio entrar.

—Si todo lo que hacía falta para que se te viera el pelo en éste edificio era una chica, tu padre tendría que haberla contratado antes.

Rodé los ojos, pero sonreí.

—¿Me has hecho el favorcito que te pedí?

Ella asintió.

—¿Has pensado como me vas a compensar por todas las estupideces que estamos haciendo últimamente? —dijo, poniendo una mano en su cintura y ladeando la cabeza.

Polos opuestos 🥑 || WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora