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Octubre 1992

—¿Qué mierdas estará haciendo que no contesta el puto teléfono?

Era la décima octava vez en estas dos horas que Stephanie no me contestaba el maldito teléfono, ya me estaba temiendo lo peor. Le tenía muy claro que no quería más problemas en la casa, no solo en busca de mi tranquilidad mental sino por Dylan, ese pequeño no merecía presenciar las mierdas de dos adultos inmaduros.

En estos últimos meses, Stephanie se ha vuelto un dolor de cabeza, todo por su nueva afición a las drogas y el alcohol, según ella por la presión que la industria le estaba ejerciendo y siempre con la estúpida excusa de "Axl no tienes que preocuparte por mí, puedo parar en cualquier momento", de esto hace tres meses y en lo que va del año, hemos tenido que visitar el hospital más de cinco veces por sobredosis...

Comenzaba a ponerme nervioso, ya me había fumado la cajetilla completa de cigarrillos, molesto por la falta de respuesta, fui dentro de la oficina donde estaba Doug arreglando algunos documentos de la discográfica con nuestra secretaria.

—¡Doug! —entre a la habitación gritando.

—¿Qué pasa Axl?—dice frustrado agarrándose el puente de su nariz—¿Podrías por favor hacer algo de silencio? Estamos haciendo algo delicado aquí.

—Ya pero es que no me interesa, necesito—me interrumpe poniendo una mano delante de mí.

—No me vengas a decir ahora que te tienes que ir porque la idiota de Stephanie ha tenido.

—¿Quién mierdas te crees para entrometerte en mi puta vida? ¿Sabes qué? No tengo porque pedirte permiso, yo me largo de aquí—dije tirando lo que quedaba de mi cigarrillo.

—¡Axl! No te puedes marchar, tenemos un montón de trabajo que hacer.

—No soy el puto único miembro de esta banda, puedes llamar a los otros drogadictos que traigan su trasero hasta aquí.

—No sé si lo has notado, pero todos estamos aquí, llegamos junto contigo—dijo Duff asomándose por la puerta del baño.

—Al parecer el alzhéimer de Axl está empeorando cada vez más, pobre niño mío— dice Slash desde el sofá con su sombrero tapándole por completo su rostro.

Mire a mi alrededor, y si, todos estaban allí, incluso Dizzy, me encogí de hombros, saque otro cigarro encendiéndolo mientras todos me observaban me di media vuelta y fui hasta la gran puerta de cristal.

—Hasta luego perras —me despedí.

Mientras avanzaba hacia el ascensor, solo podía escuchar los gritos de Doug y como los demás murmuraban. En otra ocasión, me hubiese quedado en la reunión el tiempo necesario sin rechistar, pero el solo pensar en que estupidez estuviese haciendo Stephanie en la casa me estaba volviendo loco, si me quedaba en esa oficina, las posibilidades de que me diera cáncer de pulmón o de que destruiría todo los muebles del edificio eran al cien por ciento.

Al salir del edificio sentí como el frío me pegó directamente a la cara, temblando llegué hasta mi auto y conduje lo más rápido que pude, mientras más avanzaba por la avenida más furioso me ponía, y el hecho de que tenía puesto "Paranoid" de Black Sabbath no me ayudaba a calmar mi ira en lo más mínimo.

Cuando llegué a la entrada, vi que estaba el auto de Stephanie mal estacionado, salgo del auto con mil pensamientos en mi cabeza esperando lo peor, la puerta estaba abierta, cuando entre a la sala principal, todo estaba a oscuras, prendí las luces y no había nadie allí, seguí caminando sigilosamente y alerta en caso de que haya algún extraño dentro o en su defecto para capturarla con las manos en la masa. Seguí caminando hasta el pequeño salón que daba con el patio trasero, las luces estaban apagadas, mire alrededor y nada, me dispuse a salir pero un gruñido hizo que volteara para por fin confirmar mis teorías desde hace horas; Stephenie desparramada en el sillón, prácticamente inconsciente, prendí las luces y  en la mesa de centro varias líneas de cocaína, una botella de whisky. Cerré los ojos y conté hasta diez tratando de apaciguar la ira que sentía, pero fue en vano.

Camino a casa. [𝒆𝒏 𝒆𝒅𝒊𝒄𝒊𝒐𝒏] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora