»30. Mentiras al descubierto (2)«

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Carolina.

Me decidí por fin al presentarme como soy, como Carolina Kopelioff. Esta noche les presentaría a muchos la verdadera identidad de Lina, quien realmente era y soy. Tenía miedo, mentiría si dijera que estaba tranquila, el presentimiento de que algo malo iba a seguir ocurriendo no abandonaba mi pecho. Me habían quitado las cosas que definían a Lina y, sin embargo, aún seguía la opresión en mi pecho.

Hablé con Valentina, me afirmó que el juego aún no terminaba, pues habían agregado diez minutos más porque los Dragones habían logrado empatar de un momento a otro al equipo de nuestra universidad, y que Agustín estaba muy distraído, ya lo habían tacleado varias veces y le quitaban el balón antes de que diera más de tres pasos.

Le pedí que me disculpara con él, ella me regañó y me dijo que no iba a decirle nada, que ya estaba cansada de mi cobardía. Le pedí perdón a ella y le prometí que mañana él lo sabría todo, sin importar que. Ella estuvo de acuerdo y concordamos en que esta noche haría de todo para que Agustín no viniese, no le conté lo de la peluca y los pupilentes, pero si le dije que no quería que me viera esta noche.

Me alisé el vestido de nuevo, estaba muy nerviosa, mi cabello lo dejé suelto y con ondas. Mis ojos iban al natural y aunque no veía mucho sin mis lentes, traía conmigo pupilentes que usaba cuando tenía catorce años. Distinguía a las personas, pero no veía perfectamente.

Suspiré al escuchar ser llamada al escenario. Me armé de valor y salí. Los aplausos que habían resonado al escuchar mi nombre fueron cesando por la sorpresa. Me mordí el labio inferior y tomé el micrófono entre mis manos, la melodía comenzó a sonar y cerré los ojos, esperando ser aceptada.

Agustín.

No podía.

No podía.

Ella se había ido.

Lo único que había pedido esta noche era que ella me acompañara, que ella estuviese hoy conmigo apoyándome. Necesitaba ver su sonrisa, sus ojos brillantes y escuchar su voz alentándome. Carolina estaba más llena de secretos de lo que yo había esperado.

Volvíamos a lo mismo, ella me había dejado una vez más en un partido, y no solo eso, en uno muy importante para mí y el equipo.

Mis pensamientos son absortos cuando siento un golpe en mi hombro que me lanza al suelo como un saco de papas. Suelto un quejido y me hago ovillo, acariciando el hombro adolorido.

- ¡Agustín! -La voz de Michael se escuchó a lo lejos. Me ayudó a levantarme, mientras el fondo de los gritos de las personas se escuchaba a lo lejos. - ¡¿Qué mierda, Agustín?!

Me reprendió.

-Lo siento, no lo vi. -Me excusé.

-Ya me doy cuenta, pero ya van tres veces que no lo ves. -Se mofó. -No puedes seguir así, hermano, nos van ganando 42 - 38 y solo quedan 5 minutos.

-Lo sé, lo sé.

Era la primera vez que no podía concentrarme en el juego, ya iban tres veces que me tacleaban, Julián y Mike estaban ahí para levantarme. Ambos me cuestionaban sobre que era lo que me pasaba, pero no les contestaba, sabía que ellos lo sabían, yo también, pero no iba a humillarme frente a ellos. No iba a contarles mi desgracia porque me sentía tremendamente avergonzado.

Corrimos de nuevo para volver a iniciar, el marcador marcaba 4:35, tiempo para hacer por lo menos cuatro jodidos puntos y volver a empatar. El momento inició y procuré concentrarme en el juego, sin embargo, los minutos pasaron volando.

Jorge López me tacleo en el momento que iba a hacer una anotación.

Los dragones ganaron.

Nosotros perdimos.

Lina • Aguslina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora