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  Estamos en el coche hace unos cinco minutos estacionados en frente del subsuelo en el que será la pelea, porque es un cosa súper clandestina y si la policía se enterase de seguro terminaría con esto en un instante. Una lástima que no fuesen lo suficientemente espabilados ni que yo no fuese soplón de nadie.

   Cassidy no quiere bajarse del coche porque dice que no lo dejarán pasar y yo no quiero bajar del coche porque, aunque me dejasen pasar, no lo haría ni de chiste.

   Además tengo que volver a la cena de graduación y sé que si bajo me tardaré demasiado. Ninguno de los dos dice nada hasta que Cass hace una llamada desde su teléfono y dice:

   –Dakota no quiere bajarse, así que parece que solo serán ustedes.

   Cuelga y me mira como si fuese mi culpa.

   –Sabes que no me gustan éstas cosas –digo.

   –Ya lo pagué. Que si no, no te lo hubiese pedido –Saca la mano por la ventana–. El tarado de Vic dejo que la comprase porque si gana la pelea parte de las entradas van para él y me dijo que tenía que tener dieciocho o un acompañante apenas ayer por la noche.

   No me sorprende, porque Vic está siendo una mierda la mayoría del tiempo, pero digo, no es mi culpa.

   Más cerca de lo que quisiese vienen Marsh y Ed riéndose y saludándonos como locos, Cass les sonríe y los alienta a venir con la mano. Me hundo en mi asiento y me quejo un poco porque obviamente ya me han visto.

   – ¡Cody! –grita Marsh.

   Comienzo a cerrar la ventanilla, pero antes de que pueda hacerlo tengo a Marsh a mi lado con casi medio cuerpo adentro del coche.

   –Vamos, que empieza ya –dice y mira hacia atrás a cada rato.

   –A ver, Ed –le digo–. Tú tienes dieciocho.

   –Sí, pero estoy acompañando a Marsh.

   –Por favor –Repite Cass.

   Y si las peleas no me pareciesen algo horrible y además esta fuese posiblemente una de las noches más importantes de mi vida, de la cual ya había tenido que desviarme, me hubiesen convencido. Sin embargo no lo hacen, porque la verdad es que todas esas cosas estaban pasando, hasta que Ed dice:

   –Hazlo entrar, luego yo me ocupo de él. Adentro no hay controles.

   Y eso no está tan mal. Puedo dejarlo adentro con los chicos y luego lo paso a buscar con la camioneta de papá o algo. Vuelvo, hago sociales y cosas que si valen la pena en la cena de graduación y de paso papá no me odia por el resto de mi vida. Una parte inconsciente de mi cerebro ya está armando una excusa creíble sobre porque he tardado cerca de veinte minutos.

   –Entramos y me voy –digo.

   Cass sonríe de oreja a oreja dejando que se le vea el diente chueco del frente y ya está fuera del coche cuando dice:

   –Entramos y te vas.


   El lugar está por debajo de cutre. Por pintura de pared tiene grafitis que hacen entrar miedo, y para empezar ni siquiera tiene suelo, pero sí que tiene una barra de tragos y apuestas, y la chica atendiendo se está volviendo un poco loca para escuchar a todas las personas que le están hablando a la vez. Justo en el medio hay un ring de boxeo bastante decente, pero es todo. Lo demás son personas, personas, personas. Más de las que entramos en un lugar tan chiquito. Pienso en un accidente, como un incendio. Estaríamos muertos, salir sería imposible. De verdad no entiendo como este puede ser el plan de tantas personas un sábado por la noche.

Cassidy y DakotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora