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   Cass no está en su habitación ni en la cocina y apenas son las diez. Le escribo a Marsh y me contesta que justo iba a preguntarme la misma cosa, así que no puedo decir que esté tranquilo. Sin embargo no tengo tiempo de ponerme histérico ni mucho menos, porque aparece cuando estoy lavando mi taza de café y se sienta en la mesa.

   – ¿Me pones agua? –me dice.

   Y casi corro a hacerlo porque me estaba muriendo un poco porque hablásemos y no me importa si ha sido para pedirme algo. Al final también pongo agua para mí otra vez y me siento en la mesa con él cuando el té está hecho.

   Es la primera vez en mucho tiempo en la que por fin tengo la oportunidad de hablar con él, pero no se me ocurre nada que pueda decir sin gritar «¡¿Por qué te metiste en las drogas?!» Y si le gritase eso posiblemente se reiría un poco de mí y terminaría de beber el té en su habitación.

   Le presta atención al móvil y yo solo a él así que me pierdo el momento en que se levanta y lava su taza. No sé cuánto tiempo ha pasado, pero mi té está frio y sé que he perdido mi oportunidad. Ahí es cuando uno da manotazos a la desesperada.

   –Cass –le digo antes de que pueda irse.

   Levanta la vista del móvil y me pregunta que quiero con un movimiento de la cabeza.

   –No estoy enojado –digo.

   Ojalá él supiese que lo vi, pienso. Pero si se lo dijese se escondería de mi completamente y ya no podría ayudarlo. Así que solo espero que algo dentro de él se mueva y entienda de qué estoy hablando. No estoy enojado, lo estaba, pero ya no lo estoy. Lo quiero, es mi hermano.
   Estoy preocupadísimo.

   –Yo tampoco –dice.

   Y casi me siento aliviado, pero cuando se va de la cocina susurra demasiado alto, conscientemente y queriendo ser escuchado:

   –Estoy harto.

   Paso unos buenos veinte minutos decidiendo que debería usar hasta que caigo en la cuenta de que vamos a entrenar a un gimnasio y no debería lucir tan desesperado por impresionar a la chica, así que me quedo con los pantalones de franela que me había puesto para entrenar con papá por la tarde y me calzo al hombro un bolso con mis guantes dentro justo cuando Aisha nos llama a cenar.

   A eso sí que lo había olvidado por completo, pero sé que si me quedo no llegaré a tiempo ni de chiste, así que bajo con el bolso al hombro y cuando papá me pregunta a donde estoy yendo digo:

   –A correr.

   Pone la misma cara que nos da cuando el entrenamiento ha salido bien, una mezcla de orgullo y algo muy parecido a la felicidad.

   Al final dice que me guardarán algo de comida para cuando regrese, pero apenas lo oigo y tan pronto como me ha dado el visto bueno salgo por la puerta porque ahora que le he mentido no puedo llevarme la motocicleta y si quiero llegar a tiempo sería mejor que comenzase a correr de veras.

   Llego justo para ver como un hombre altísimo que presumo es el padre de Indiana le coloca un candado a la cadena que cierra las puertas del gimnasio y se marcha en una Rover.

   Y entonces me llega un mensaje al móvil.

Indiana

Ya tienes una llegada tarde, para que sepas. 19:14
Por la puerta de atrás. 19:14

   Me está esperando adentro y está usando unos shorts de deporte que le hace unas piernas fenomenales.

   Mientras se ata el cabello en una coleta va hacia un armario y pregunta:

Cassidy y DakotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora