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   Cassidy no me habla hasta que estamos a unos pocos pasos de casa. Los tres. La chica, él y yo. Se la había arrancado a Jess de las manos y le había gritado que si intentaba golpearla se lo diría a la policía. Al final salimos de allí los tres, pero no creo que Cassidy haya podido evitarle los golpes todas las veces.

   –No te vuelvas a meter en mis asuntos –me dice.

  Jess nos había molido a golpes y creo que Marsh tenía razón sobre eso de que era peleador. Al menos él viene apoyando su peso en la chica.

   –No te vuelvas a meter en esa casa –Le digo.

   La mayor parte del tiempo es difícil saber qué es lo que Cassidy está sintiendo, pero ahora sin dudas estaba furioso. Sé que no va a golpearme, no lo ha hecho nunca. Pero está enojado, drogado y cuando me toma por la camisa mi cabeza se confunde.

   –La próxima vez te mataré a golpes –dice chocando su nariz con la mía.

   Cierro los ojos esperando el primer golpe y no los abro ni siquiera cuando se marcha y estoy seguro de que nunca llegará.

   Prefiero no tomar riesgos.

   Cuando llegó al gimnasio Indiana está boxeando frente al espejo. Sus puños son como flechas y sus pies no se quedan quietos, y es como si afirmase aquello que había pensado antes de lanzarme debajo de Jess: lo hubiese hecho llorar.

   No me ve hasta que estoy justo detrás de ella y parece que está golpeando mi reflejo.

   Da un respingo, y aunque primero pienso que ha sido porque me he aparecido de pronto luego dice:

   –Ay, santo cielo –así, en español.

   Y sé que es por mi cara.

   Me pregunta que ha pasado y le digo que me he tirado debajo de un tipo que estaba golpeando a mi hermano.

   –Arriba del ring puedes ser tan Superman como te venga en gana, pero deberías saber cuándo detenerte –dice.

   Y yo me debato, pero al final digo:

   –No lo puedo evitar.

   –Si puedes –dice.

   Luego golpea sus puños dentro de los guantes.

   –Esa es la diferencia entre estos, y esto.

   Y cuando a dicho «esto» con tono lastimero, me ha señalado entero.

   Me pide que le saque los guantes y se los desato con cuidado. Me mira todo el tiempo hasta que no puedo ignorarlo más y la miro de vuelta.

   –Ahora cálmate –Me dice.

   Y yo, que ya he dejado se mirarla porque esto me parece sumamente vergonzoso, señalando a las bolsas detrás de ella, digo:

   – ¿Cuándo le vamos a pegar a una de esas?

   Me da una sonrisa de medio lado y se libera de los guantes para poner una de sus manos sobre las mías.

   –Por ahora vamos a mirarlas desde aquí.

   En cambio se sienta en el suelo, me mira hacia arriba y le da unas palmaditas al suelo a su lado para que la acompañe.

   –Hoy nos toca respiración –dice una vez me he sentado.

   Quiero preguntarle si es una broma, pero parece que ya lo ha leído en la tremenda cara que le he puesto.

   –No me mires así, te ayudará con tu resistencia.

Cassidy y DakotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora