Tengo que correr de verdad. No había llegado tarde nunca, no había faltado ni un solo sábado desde que mamá se había ido. Además me he saltado el entrenamiento especial con papá, así que cuando lo escucho en mi cabeza diciendo que bajaré mi resistencia, corro más rápido.
Cuando llego paso de saludar. Sueno tan agitado que tengo que decir el nombre de mi mamá dos veces.
Se ha arreglado el cabello y luce súper bonita, tanto que casi no me creo que no esté en casa con nosotros. Está sentada en la cama, con las manos entre las rodillas, simplemente esperándome, como nunca antes y cuando me ve se pone de pie como impulsada por un resorte y se me acerca un poco.
Por un momento creo que va a abrazarme, así que me hecho hacia atrás lo suficientemente rápido como para que no lo haga, no porque hubiese podido evitarlo. Recuerdo a Indiana diciendo que deje de correr, miro a mamá y pienso que simplemente hay personas que no pueden hacerlo.
–Lo siento –comienzo aun jadeando–, he estado entrenando y se me ha hecho tarde, pero si iba a venir, no me olvide.
Mamá me sonríe y me lleva diez años atrás, cuando llegaba a casa con las rodillas lastimadas pidiendo disculpas y me sonreía de la misma manera. Esta vez no me revuelve el cabello, pero dice:
–Pero has venido.
Y ya lo hemos olvidado.
Mamá me cuenta sobre su semana, que no es muy diferente del relato de la semana anterior –la verdad es que creo que omite algunos detalles– y entonces pregunta por la mía. Me toma un momento pensar en que decirle, por donde comenzar, porque la verdad es que ha sido una locura.
–No me está yendo muy bien en los entrenamientos –digo al final–, papá me ha suspendido.
– ¿Suspendido? –Pregunta abriendo un montón los ojos.
–No es nada, es como un descanso.
–Ya decía yo que estabas entrenando demasiado –resopla.
No sé qué decir y se da cuenta, porque es mi madre.
– ¿Qué sucede? –Pregunta.
Y esta vez digo:
–Me he peleado con Cassidy.
Y ella otra vez repite:
– ¿Con Cassidy?
Y yo quiero repetir otra vez que no es nada, que en realidad también nos estamos dando un descanso, pero la verdad es que no es cierto.
–No sé lo que le pasa, ha estado raro.
La verdad es que si lo sé, pero ya he rozado el límite hablándole de la otra familia, así que no le voy a decir que en realidad Cassidy se está convirtiendo en un narco.
– ¿Has hablado con él? –Me pregunta.
–No –digo.
Y mamá me dice que por lo menos ya sé por dónde comenzar.
–Apuesto a que eso te está distrayendo y por eso no rindes bien en el football –dice.
Esta vez, cuando me quedo callado y me pregunta que sucede se me han acabado los esquives y ni siquiera lo pienso dos veces.
–Estoy tomando clases de boxeo –digo.
Mamá se cubre la boca con las dos manos, y yo igual: es como si no hubiese podido contener las palabras, y ahora las había escuchado mi madre, de todas las personas del universo. Se está cubriendo la boca para no dejar escapar los sollozos que completarían la imagen de las lágrimas gruesas que le caen de los ojos.
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Cassidy y Dakota
Teen Fiction-Solo quiero ayudarte, Cass. -Sí, pero no puedes. Estás demasiado asustado. Primero tienes que salvarte a ti mismo.