Me va a explotar la cabeza, no sé en qué me he metido. La chica si que lo sabe porque como que se ha hecho la señal de la cruz cuando la gente me ha arrastrado hasta adelante. La vi, pensó que no la había visto pero si lo hice. La señal de la cruz.
Me hubiese gustado sentirme ofendido, pero no tengo tiempo para eso porque estoy cagadísimo.
La gente me ha medio cargado y lo único que sé es que tengo que librarme para poder salir corriendo exactamente en el sentido contrario al que están llevándome, pero es como intentar nadar en miel y lo único que logro es repartir codazos y ganarme golpes.
Veo por fin a Cassidy y a los chicos, pero no puedo hacer que me miren de vuelta porque se están partiendo al medio de la risa. Grito el nombre de Cassidy como unas cien veces antes de que pueda escucharme, y cuando lo hace ya es tarde.
Estoy dentro del ring y me están apuntando en la cara con una luz que está dejándome ciego, como esas linternas para cegar osos pardos, y como no soy un oso o un estúpido enseguida me hago a un lado e intento salir entre las cuerdas del ring, aunque no lo logro ni de chiste porque toda esta gente que me había traído hasta aquí ahora está bloqueándome la entrada y esperando con caras de ansias que haga algo divertidísimo.
Si me quedo un minuto más aquí arriba lo único que pasará es que moriré dolorosamente; no sé cómo vayan a tomarse eso.
Por el momento por debajo del pitido de mis oídos escucho vítores.– ¡La última noche lo hemos escuchado ladrar, y hoy veremos si muerde! En la esquina azul el novato de esta noche: ¡Su-per-man! –dice el presentador y termina riéndose como un desquiciado.
La gente lo copia y comienza a gritar eso mismo en vítores ensordecedores, aunque lo único que estoy haciendo es quedarme parado en la esquina como un ciervo frente a las luces de un coche.
Sé que el presentador está anunciando a la persona que se encargará de hacerme trizas la cara, pero no lo veo ni logro escuchar su nombre porque luego los gritos desaparecen y estoy mirando a Cass. Me hace señas con las manos y tiene muy abiertos los ojos. No lo escucho lo suficiente, pero puedo leerle los labios:
– ¡Baja de ahí ahora! ¿Qué demonios te sucede?
Quiero decirle que no tengo ni idea, pero cuando abro la boca se ha distraído con algo y no me está mirando.
Primero pienso que Jess le está tocando el culo, pero luego me doy cuenta de que le está dejando algo en el bolsillo trasero de los jeans. Es dinero, pero no alcanzo a preguntarme de donde lo ha sacado porque luego le deja en la mano una bolsa de esa mierda que se mete. Cassidy se apresura y se lo guarda en el bolsillo de la camisa abierta.
Pienso que para ser alguien que no soporta a los tarados, con él he estado probando mis límites excelentemente.
Debo haber hecho una de las peores caras de asco de todas, porque Marsh deja de vitorearme y se le borra la sonrisa.
Estoy tan atónito que la campana me hace dar un salto del susto, pero más me sorprende el golpe que viene después y me hace dar contra las cuerdas.
Se oye un « ¡Uhhh!» colectivo y la vocecita de Marsh que grita:
– ¡Tarado!
Le saco el dedo del medio justo antes de que este tipo intente sacarme todos los dientes. Cuando por fin me da un respiro le puedo dar una mirada y casi me da lástima porque me doy cuenta de que yo soy Vic.
No es chiquito, pero yo soy mucho más grande.
La verdad es que no quiero golpearlo, nunca quiero hacerlo. Y cuando otro de los golpes que me da me deja mirando detrás de él hacia mis amigos me doy cuenta de que esta vez no van a subir al ring a salvarme, y me encuentro totalmente perdido.
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Cassidy y Dakota
Teen Fiction-Solo quiero ayudarte, Cass. -Sí, pero no puedes. Estás demasiado asustado. Primero tienes que salvarte a ti mismo.