27. La gran batalla

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Los áridos pasadizos de hielo se estrechan conforme el joven heredero avanzaba. Las bombas creadas por el científico pesaban demasiado para llevarlas una única persona a cuestas. Sin embargo Leo sabía que en aquellos momentos Raph se encontraba sano y salvo en su cálida tienda en el campamento de la montaña.

Leo dejó uno de los detonadores en uno de los lugares marcados por el esbelto Donatello. Leo colocó el último detonador en un pasadizo cercano al que guardaba a todos los monstruos mutantes.

El lider se encaminó a la salida pero una inexplicable sensación de inseguridad lo invadió.

Leo dudó un instante antes de correr a la cámara de hielo donde estaban todos los mutantes.

El de ojos azules corrió hasta el centro de la sala espantado al encontrarla vacía.

-¡Mierda!- maldijo Leo.

Un duro golpe en la espalda lo hizo caer de rodillas al suelo.
Leo se levantó rápidamente para encontrarse cara a cara con su enemigo... Fauluot.

El rey alzó su espada, sin embargo, Leo detuvo el golpe con sus voraces katanas.

-Un plan brillante elegido, lástima que yo sea más listo- habló Fauluot soltando su gélido aliento en la cara de Leonardo.

-Así que... Desde el principio, tú lo sabías-

-Te equívocas- dijo el rey riendo- he reconocer que conseguisteis engañarme-

Fauluot retrocedió para poder coger impulso en un intento de atravesar a Leo con su espada de hierro forjado. El líder evitó el golpe y contraatacó golpeando el estomago del rey. Leo aprovechó su ventaja para intentar clavarle sus katana, pero un rudo golpe de su enemigo hizo que las katanas de Leo se escurrieran entre sus dedos hasta caer lejos de él.

Fauluot lo acorraló a hasta poner su espada a centímetros del pecho de la tortuga.

-Voy a ha vengarte... Saga- musitó Fauluot antes de hacer un profundo corte en el brazo de Leo -Ahora que estás a punto de morir te diré algo, elegido- Fauluot blandió su espada riendo sin cordura alguna -mientras tu pierdes el tiempo aquí, tu campamento está siendo atacado por mi ejército-

Fauluot continuó riendo tras ver la expresión de horror dibujada en el rostro de su enemigo. Raphael se encontraba en aquel campamento: encadenado, desarmado y solo.

-Este es tu fin- sentenció Fauluot -nos vemos en el infierno, elegido-

El rey dirigió su espada con rapidez y fuerza al corazón de Leo. Sin embargo el líder detuvo el ataque juntando las palmas de sus manos.

Una luz roja y azul se filtraba por los huecos de la caverna de hielo y hacían a Leonardo recubrir su cuerpo de un aura de semejante color. El eclipse había comenzado y ahora Leo sentía el poder recorrer su cuerpo.

La tortuga de bandana azul partió la espada de hierro como si de un frágil cristal se tratase y le dio una fuerte patada al rey, consiguiendo la oportunidad de recuperar sus armas.

-se acabó, Fauluot-

Una explosión los derribó a ambos, las rocas y el hielo empezaron a caer sobre ellos. Temiendo por su vida, Leo huyó.

-¡Por favor! ¡No me dejes aquí! -suplicó Fauluot quien había quedado atrapado entre unas rocas.

Leo dudó antes de correr a ayudarlo, apiadándose de él, el líder apartó las rocas de su cuerpo, pero cuando Fauluot estuvo libre, lo empujo bajo una gran placa de hielo que estaba por caerse.

El intrépido líder fue golpeado por la placa y se desmayó conforme todo se derrumbaba a su alrededor.
Orgulloso Fauluot huyó antes de morir aplastado...

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