Después de la suciedad de mi rostro y la mugre en mis uñas, fui aquella a la que alguna vez llamaron la estirada, una mujer elegante y refinada, de buenos gustos y con mucho glamour, con buenos modales y mucha clase, mucho porte; ¿pero en qué moment...
Al día siguiente desperté en un lugar completamente desconocido para mí, al abrir mis ojos estaba en una habitación iluminada por los rayos del sol que entraban desde la ventana, me apoye en el marco de la ventana para ver hacia afuera y nunca había visto tanto verde en mi corta vida, salí de la habitación y corrí hasta la puerta que supuse podía ser la puerta de la entrada por ser enorme y la abrí, y aun descalza salí hasta el verde y picoso pasto, el aire era más fresco, y podía oler la húmeda, la lluvia, el olor de los animales y... a pastel? amaba estos nuevos olores. Volteo mi vista hacia la casa y no es como una choza como decía mi papa, es una casa normal solo que no es tan grande como la anterior, no es de dos pisos, ni muy lujosa, me gustaba mucho este nuevo lugar. La voz de mi mama llamándome me saco de mis pensamientos.
-Georgina!- Me dice al verme.
-Lo siento mama- Le digo y agacho la cabeza.
-Por qué te disculpas?- Pregunta ella confundida.
-Por no traer mis zapatitos puestos- Le digo aun con la cabeza abajo. Ella alza mi mentón hasta su vista y pensé que me había ganado el regaño del siglo, pero la mirada de mi mama se llenó de ternura, y con dulzura me hablo.
-No cariño, aquí ya no tendrás que usar zapatitos si no quieres, podrás correr como se te antoje, ya no tendrás que usar esos enormes vestidos y podrás jugar en el campo, pero sin cortarme las flores ok.- Me dijo dándome un pequeño toque en la nariz
-Está bien mamá- Y la abrace emocionada. Por fin ya no tendría que usar esa incómoda ropa que me asfixiaba, ni esos molestos zapatos que hacían ampollas en mis pies, por fin iba a poder jugar en esos tentadores charcos de lodo en los que siempre quise salpicar.
Esa misma noche mientras cenábamos solo mi mama y yo, tocaron la puerta, mi mamá se levantó de la mesa y fue a ver quién era, y escuche el sonido de unos zapatos finos y un olor conocido llego a mi nariz y supe de quien se trataba, me baje de la silla y corrí hasta el pasillo de la entrada y estaba ahí con su sombrero en la mano y con una expresión en su cara que decía lo siento. Corrí hasta él y lo abrace, mi mamá lo miró por unos segundos más y le dio un abrazo de aprobación a su petición.
2años después.
Estaba jugando cerca del corral de los cerdos, me gustaba jugar con los animales de aquí y corretear a las gallinas de vez en cuando era como mi pasatiempo favorito. Y veo que el auto de mi papa se aproxima por el camino, y corro para recibirlo.
-Papii llegaste!! Te extrañe mucho- le digo y lo abrazo ensuciándolo te barro.
-HASS!! Georgina mira como me has ensuciado el saco- Me dice con cara de disgusto y sacudiendo el exceso de barro.
-Lo siento, solo quería saludarte- Le dije en un sollozo.
-Tranquila cariño, no llores, está bien, tu mama ya lo lavara después- Me dijo acariciando mi cabello. –Quédate aquí sí!! Iré hablar con tu mama ahora- Y se dirigió a la casa para entrar.
Mi papá había estado ausente una temporada, por su trabajo, y porque él no le gustaba este ambiente campesino, el era un hombre más de ciudad, ó sea que casi nunca podías encontrarlo aquí.
En cambio mi mamá había crecido en este pequeño pueblo, sus padres la criaron aquí y podría decir que tengo el mismo espíritu que ella, aunque no creo poder ser tan fuerte de carácter.
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Ella era muy feliz aquí aunque su esposo no estuviera siempre, solo la compañía de su hija era suficiente.
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