❝Donde la verdad comienza a salir a la luz.❞
ゞ Nombre anterior: The Beginning of Truth.
ゞ Historia de ❛ Levi Ackerman x Reader/OC.
ゞ Prohibida copia y/o adaptación.
ゞ Los personajes de Shingeki no Kyojin no me pertenecen, a excepción de los OC.
ゞ C...
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❝Desastres e ideas. ❞
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Mis padres charlaban animados con los Ackerman, sin percatarse del silencio de los menores. Se veían muy acostumbrados al ambiente tenso, al igual que mi hermano. Él se integraba bastante bien. Me removí en el asiento varias veces, incomoda por no poder entablar conversación con los demás. Levi parecía metido en su mundo, mientras miraba el diseño de una botella de vino y bebía de una copa con temblor a que esta misma lo ataque. Isabel y Farlan comentaban su día a día, no se veían como hermanos o parientes, no podía encontrar alguna característica en común, sólo la sonrisa. Al momento que la tortilla de los tacos reposara en mi plato, mi mente formó un "clic", como si de un momento a otro la timidez se hubiera esfumado. Me dio igual ser delicada como una chica. Empecé a echar todas las salsas y la carne para comer, hace meses que no comía comida casera y de tan alto nivel.
—Hija... —murmuró mi madre, ante mis acciones.
Al levantar la mirada, todos observaban el desastre que armaba, hasta las dos personas que parecían los criados, miraban con una mueca toda la escena. Mi lengua empezó a vagar por mis comisuras, tratando que la salsa no bajara a mi mentón.
—Farlan, si vieran nuestros padres, se morirían de un ataque —murmuró Isabel.
— ¡Esto esta riquísimo! —exclamó mi hermano con un tono nervioso.
Me miró de reojo, apuntando con su dedo mi mentón y mejillas con disimulo. Al tener todo el taco en mis manos, no podía agarrar alguna servilleta para limpiarme. Un chasqueo de lengua se escuchó cerca de mí, proveniente de la persona que se sentaba a mi lado. Miré al moreno que agarraba una servilleta de tela entre sus dedos (la cual descansaba en su regazo) y con ella limpió mi mentón y parte de la mejilla. Esa acción hizo que nuevamente sintiera confusión y alivio de que no perdiera esas costumbres que raramente conocía. Eso mismo sentí cuando lo vi sentado en la banca. Lo conocía, no de pequeños, pero conocía a ese chico en la actualidad. Una parte de mi apostaba que era en esa clase de juego o prueba. Quería saber con certeza que lo había visto y también cambiado palabras con él. Pero el solo hecho de tratar de recordar, hacia que mi cabeza doliera.
Miré de reojo a los demás, parecían preocupados y asustados ante las acciones de él. Como si mi rostro le causara alguna enfermedad o que yo fuera capaz de morderlo por tocarme. Aunque era todo lo contrario, su mano firme tomaba mi mentón con cuidado, como un hermano mayor limpiando las travesuras de la menor. Al sentir la tela rozar por mi nariz y luego ir a mis labios, hizo que se me formara un cosquilleo que no pude controlar. Estornudé sin darme cuenta, viendo al joven cómo trataba de esquivar mi saliva u otro líquido que no quería aceptar. Me quedé mirándolo con los ojos abiertos, sintiendo que mi alimento empezaba a caer de mis dedos hacia el plato.
¿Qué acababa de hacer?
Sentía la mirada atónita de todos, y más la de mi hermano, que se agarraba la cabeza. El honor de mi familia estaba en el suelo, luego de mi hermoso acto. Sabía quién estaría en la lista de los: "no invitados que nos hacen pasar vergüenza".
—Lo... lo siento —traté de comentar.
— ¡Mi hijo es todo un caballero! —comentó Kuchel para quitar la tensión del momento.
La risa de mi madre me hizo tocar el suelo y salir de mis sueños. Me acomodé en la silla, limpiando mis manos con la tela que, anteriormente, usaba mi compañero para limpiar mi suciedad. No podía volverlo a mirar a los ojos y más si se encontraba a mi lado. Desde que llegué a esta área para vivir, todo me salía mal o pasaba vergüenza.
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Al terminar la cena, las dos personas empezaron a quitar cada plato con comida y a limpiar con un paño húmedo la mesa. Era una chica adolecente y una mujer bastante mayor. Se veían muy higiénicas, sus ropas no eran como en las películas. No llevaban algún delantal, ropa de criados o un traje como mayordomo. Parecían residentes de la casa, con ropa cómoda y sin necesidad de llevar uniforme para hacerlos inferiores.
—Y cuéntame, Rin. ¿Levi y tú, ya se hicieron amigos?
Miré confundida a la señora. ¿A qué se refería? El suspiro desganado de su hijo, hizo que mirara a la izquierda de manera disimulada. Mantenía una cara desganada y articulaba de forma refunfuña sus maldiciones. Al parecer no era la única que dejaban en vergüenza en público.
—Creo que lo he visto en clases —espeté—. Pero es la segunda vez que hablamos.
Traté de ser franca en mi respuesta y cambiar su curso. Quizás tenía razón, teníamos clases juntos y no me había acordado de su rostro. Pero su mirada era igual o parecida de aquel doctor, tenía la necesidad de saber si compartían algo, sangre, apellido u cualquier cosa. Me sentía metida por esos temas, pero era demasiada necesidad para mí saberlo. Empezaron a charlar ambas mayores sobre la vida en la "academia". Nunca supe qué era eso (porque no parecía una escuela común), tampoco tenía la necesidad de preguntar más a fondo aquello que mi madre siempre atajaba de las conversaciones.
—Julie —comentó minutos después la mayor—, recordé que dentro de poco habrá una competencia de hacer "pasteles". Suena medio raro, pero si metemos a nuestros hijos... —Movió sus manos, buscando que mi madre la entendiera—, podrían concursar.
— ¿He? —hablamos todos los menores en unísono.
—A mí no me metan —opinó rápidamente el moreno. Llevó sus blanquecinos dedos hacia su vaso, para darle pequeños sorbos sin dejar de mirar a su madre. Parecía una advertencia.
— ¿Qué es ese concurso, Kuchi? —preguntó Isabel. Parecía igual de curiosa como mi hermano. Este mismo sentía la curiosidad en la punta de su lengua.
—Julie y yo estamos en un grupo de: "madres pasteleras".
—Pero mamá no agarra ni una... —antes que mi hermano pueda terminar la oración, gritó levemente ante un golpe en las costillas, proveniente de su progenitora—. Digo... ¡Tienes razón! Mi madre hace unos postres...
Formó un ademan de gusto, besando sus dedos y luego abriendo la mano como si aquello lo deslumbrara. Nadie le creería así.
—Yo tampoco quiero —murmuré aburrida. No era mi especialidad la cocina, aunque mi abuela decía que sí, cuando me crió de pequeña en una cabaña. Allí me cocinaba comidas proveniente de sus raíces, era bastante buena en esas artes culinarias.
—Cierto, lo organizan ellos —respondió por fin mi madre. Miró a todos esperando colaboración, menos la mía—. Pero se admite solamente en parejas. Nuestros niños deberían practicar, al menos en hacer una fácil. Zack, con suerte, podría quedar en el puesto 20.
— ¿Y cuantos compiten? —preguntó el nombrado. Yo también pensaba que podría ser mundial aquel concurso, uno en que todos los continentes luchen contra la harina y los huevos.
—10 -dijo con una sonrisa mi madre.
No aguanté en dar una leve risa ante el comentario. Mi hermano le formó un ademan de: "ya ni cuentes conmigo".
—Pero Rin... —Al escuchar mi nombre en ese comentario, mi sonrisa se borró—, es buena en las matemáticas. Pero en cocinar, quema hasta la jarra del agua hirviendo, sin poner el agua —prosiguió riendo con Kuchel.
Alcé una ceja irónica, nunca en mi vida había quemado una jarra. Quizás una o dos veces, cuando me encontraba dormida o trataba de acostumbrarme a las comidas de aquí, pero tampoco tantas para exagerar.
—De Levi ni te cuento. —El moreno colocó ambas manos en su rostro, como si esperara su turno de escuchar alguna desgracia vergonzosa—. Podría incendiar la cocina para preparar el agua.