❝Donde la verdad comienza a salir a la luz.❞
ゞ Nombre anterior: The Beginning of Truth.
ゞ Historia de ❛ Levi Ackerman x Reader/OC.
ゞ Prohibida copia y/o adaptación.
ゞ Los personajes de Shingeki no Kyojin no me pertenecen, a excepción de los OC.
ゞ C...
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❝Devuelta a la realidad.❞
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Todo se volvió negro nuevamente, escuchándose ahora sonidos del exterior con más claridad. Empecé a abrir los párpados, al no sentirlos pesados, encontrándome con un fondo blanco e iluminado. Cuando mi vista se acostumbró a la luz, pude observar que estaba en una cama en medio de una habitación.
A la derecha se encontraba una mesa mediana, con unos tres osos pequeños sosteniendo un cartel de "Bienvenida", junto a un tazón de vidrio, que contenía algunas flores amarillentas con una especie de agua verdosa que se dispersaba entre las raíces; a su lado se encontraba una ventana ancha que brindaba una hermosa vista de un pleno atardecer; en la izquierda una mesa de noche, con un casco fino y negro, un vidrio trasparente se formaba encima junto unos cables grises con unas ventosas blancas, y al frente de esta misma una silla, en su respaldo colgaba una chaqueta de cuero con botones azules opacos.
¿De quién era?
Mientras proseguía a restregar mis dedos sobre mis ojos liberando lagañas, la puerta de la habitación se abrió. Baje mis manos, encontrándome con un hombre mediano y rubio, su cabello se encontraba parcialmente rapado en la cienes, pues se le estaba creciendo más, como si antes hubiera tenido un corte militar o de marinero hace mucho, dejando leves rizos largos en su rostro permaneciendo informal y elegante por donde lo veas. Llevaba una bata blanca con un bolígrafo en el bolsillo del pecho y una especie de linterna a su lado, mi mirada terminó en su semblante desinteresado, que me estudiaba con la mirada como yo lo hacía con él.
—Veo que despertó, señorita Suzune —dijo acercándose a mí.
Sus manos se posaron en mis brazos, recorriendo con su dedo pulgar por las venas de mi muñeca, tomándome así la presión. Su mirada se encontraba de forma expectante, en las agujas del reloj británico que descansaba en su muñeca. Ahora que lo notaba, llevaba leves vendas en mis antebrazos, como si me hubiera lastimado con navajas o algo por el estilo. Me extasiaba ver las extrañas formas de tajos, provenientes de la sangre seca que quedaba levemente visible en el aburrido blanco de la tela.
Mi madre me había vendado, de seguro.
— ¿Señorita...? —preguntó con una voz suave, pero forzada. Aquella sinfonía de voces que se armaba en mi cabeza, me había sacado de la atracción que me producía la sangre.
— ¿Qué paso? —me adelanté a preguntar—, No recuerdo nada.
Este mismo tardo en responderme, soltándome con cuidado, para empezar a anotar algunas cosas en una ficha que se encontraba con un hilo enganchado a la cama y luego, en una pequeña libreta con tapa azul cielo que traía en el bolsillo izquierdo de su bata.
—Soy el doctor Fairchild, ¿Qué es lo último que recuerda? —dijo con una pizca de curiosidad, sin proporcionarme mirada alguna—, ¿Se siente distinta o algo parecido?
—Sólo recuerdos borrosos, el último es con mi familia en un auto —comenté, mirando mis manos. Las uñas se encontraban algo largas y pintadas de una tonalidad violeta, pero las puntas se encontraban despintadas de una forma extraña—. Y solo me encuentro confundida y nerviosa.
Coloqué una mano en el centro de mi pecho, sintiendo mi corazón latir con tanta intensidad, que hasta podía jurar que lo escupiría en estos momentos.
—Despertó otro mocoso —comentó una doctora desde el umbral de la puerta.
Ella era la dueña de la primera voz que escuche al estar mediadamente consiente, llevaba la típica bata blanca, con zapatos de tacón negro y cabello rubio brillante, sin olvidar que mantenía el mismo semblante del doctor que me atendía. Parecían hermanos o familia por el parentesco.
—Ahora voy —comentó hacia la doctora con una efímera mirada, haciendo que esta misma asienta y abandone la habitación al momento. Sus tacones resonaban en mis oídos, hasta que dejo de escucharse por la lejanía—. Cuando estés mejor, te iré comentando de a poco tu situación. Algunos de tus amigos también despertaron, pero tuvimos complicaciones al colocar el suero —informó arreglando gotero.
Me miro por última vez, chequeando que todo esté en orden, prosiguiendo a irse, dejándome con la duda en la punta de la lengua.
¿Grave? ¿Amigos?
Suspiré, sabría las respuestas pronto o eso esperaba. Moví mis brazos, se sentía un leve cosquilleo y adormecimientos en mis manos, recalcando que la intravenosa me dolía.
Mis ojos se fijaron en un celular con funda azul y unos auriculares blancos, iguales a los de mi hermano. Agarré el objeto entre mis dedos, buscando el pequeño botón para encenderlo, la pantalla se iluminó, dejando a la vista una foto de un joven con los cabellos desordenados, algunos mechones caían a sus sienes, llamando la atención sus orbes verdes. Tenía una sonrisa ladeada, con una toma a su perfil del rostro. Podía decir que mi hermano era realmente guapo para las chicas, siendo más expresivo que yo.
A veces, envidiaba su rostro británico, idéntico a mi padre. Todos eran igual a él, mientras que yo no. Había salido igual a mi madre, coreana para ser precisa y algunos rasgos japoneses por mi abuelo. Nunca tomé en cuenta mi estado físico, hasta que todo el mundo me mirada y me confundía con que era la hermana de mi madre u otras chica con mi misma fisionomía.
—Ya despertaste, pequeña —comentó una voz reconocida.
Levanté la mirada, observando a mi hermano entrar por la puerta, con una camiseta de alíens verdes. Sus pasos eran rápidos al acercarse a mí, mientras entre sus dedos mantenía un vaso con café. Prosiguió a brindarme un beso en la frente y así mismo sentarse con una sonrisa que nadie se la podía quitar.
—Lo siento si no estuve cuando despertaste, la fila de la cafetería era muy larga. ¿Quieres? —preguntó elevando el café, pero me negué.