capítulo 3

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- ¿Podría quedarme acá hasta que encuentre un lugar en donde quedarme? -le pregunto Elizabeth con lágrimas en los ojos.

Meliodas no dudo en dejarla pasar, la pobre estaba mojada de la cabeza hasta los pies con su bolso de ropa todo mojado.

- Voy a prestarte un poco de ropa para que no te enfermes -le dijo colocándole una toalla en sus hombros.

- Muchas gracias, en serio -le dijo apenada- No tenía a quien más acudir.

- No te preocupes, se que no va a ser fácil al principio -le confesó, ella lo miró con una sonrisa y el se sonrojo- Voy a prepararte una habitación para que puedas dormir.

Elizabeth lo primero que hizo después de ducharse fué tender su ropa dentro de la habitación para que se secara, saco sus libros que por suerte no se mojaron mucho, y los dejo arriba de un escritorio que estaba en la habitación. Se colocó otro pijama que le había prestado Meliodas y sintió sus mejillas arder.

- Es... Una persona muy misteriosa -el sonrojó se hacía cada vez más fuerte- No se, como agaradecerle esto que está haciendo

Se recostó en la cama y miró hacia la ventana que estaba alado de esta, se veía como la lluvia caía sin cesar con algunos truenos, aunque esa noche era lluviosa, ella sentía como que era una noche iluminada, llena de estrellas alumbrando por completo el oscuro cielo nocturno.

Meliodas no podía dormir, estaba muy intrigado con la historia de Elizabeth, ¿Quien era el padre de esa criatura? ¿Porque acudió a el y no a su amiga? ¿Porque sus padres fueron tan duros con ella? Esas preguntas no lo dejaron dormir en toda la noche, se desveló pensando en eso, y en qué pasará después con ella. No la van a dejar estudiar estando embarazada, casi ningún trabajo la va a aceptar en ese estado.

- No se que hacer -la lluvia paro el se poso en la baranda de su balcón- No se como puedo ayudarte Elizabeth.

En ese momento eran las seis de la mañana, Elizabeth levantó porque le dieron ganas de vomitar y fue corriendo al baño. Meliodas estaba pasando por ahí cuando ella entró y cerró la puerta.

- ¿Estás bien? -le pregunto tocando la puerta.

-... Si... -le contesto entre jadeos.

- Te voy a esperar para desayunar -en ese momento ella abrió la puerta con la cara muy pálida.

- No me esperes, yo... no tengo hambre -le dijo cerrando la puerta- No se como agradecerte lo que estás haciendo por mi

- No te preocupes, es algo que cualquiera hubiera hecho -le dijo tocandole el hombro- Pero no te vas a quedar acá si comer por lo menos un bocado.

- Está bien, te voy a ayudar con el desayuno.

- No, no te preocupes por eso

- Por favor, es lo menos que puedo hacer por aceptarme en tu casa -dicho esto bajo dejándolo a Meliodas en la puerta de el baño.

- Es tan amable y cariñosa, no entiendo que idiota solamente la uso por motivos sexuales y la abandonó -pensó con un poco de tristeza.

Era difícil y horrible pensar que una chica tan estudiosa y dedicada como lo era Elizabeth haya terminado así, embarazada y con su familia dándole la espalda. Meliodas le tomo cariño desde que la conoció, ahora no sabía de qué manera ayudarla, porque no iba a ser fácil criar a un bebé ella sola, el trabajaba de medio tiempo de mesero en un restorán con su mejor amigo.

Elizabeth no tenía trabajo, su familia la iba a mantener hasta que de graduara, pero eso no pudo ser, ahora estaba literalmente sin nada, solamente contaba con la amabilidad de Meliodas que quien sabe hasta cuánto iba a durar, tenía que encontrar un trabajo y un lugar en donde vivir rápido, no quería avisar de su hospitalidad.

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