12. Kirk

338 42 48
                                    


Capítulo especialmente dedicado a esa persona que, además de regalarme algo precioso, casi me hizo llorar de la emoción (espero que te des cuenta, S, UwU).

Y daos cuenta de que narra Kirk, aunque ya lo hiciera en el capítulo pasado.

—Kirk, yo... —comenzó a decir mientras, nerviosa, jugueteaba con sus manos— yo me tengo que ir a Londres.

—¿Cómo? —Uno extraño gesto se dibujó en mi rostro.

—Sí, que me tengo que ir a Reino Unido —dudaba al hablar.

—¡¿Eh?! ¿E-enserio?

—Sí, es que... me ha salido una plaza para hacer un curso de psicología avanzada —me sonrió con expresión triste—. Perdón por irme así, sin avisar... pero es que me enteré la semana pasada y no tenía muy claro lo de marcharme hasta anteayer.

—No te preocupes por eso, quiero decir, es tu trabajo, tu ciclo... me alegro por ti, mi amor.

Apartó la mirada y se acercó a mí, para darme un fuerte abrazo y un gran beso en los labios, que le correspondí, aunque con un fuerte sentimiento de culpa en el alma.

—Me voy esta tarde —dijo con una risita.

—Dios, Rebecca, me pillas muy de sorpresa —repliqué yo, pero sin estar realmente molesto.

—Ya lo sé, cielo, pero compréndeme...

—No te angusties tanto, Rebecca, no lo hagas —abrí los brazos al pronunciar esas palabras—. Ven, ven aquí.

Nos fundimos en un tierno abrazo de considerable duración, que pareció calmar un poco a la chica. Estaba bastante alterada, supongo que por la presión del viaje o por tener que dejarnos a mí y a sus padres en San Francisco durante dos meses. Me dio pena, sobre todo, porque cada vez me daba más cuenta de que no sentía casi nada por ella ya, nada más estaba el recuerdo, el amor se había esfumado.

—Te quiero, Kirk.

—Yo también —me dolió decir eso como si un cristal helado se me clavase en el pecho.

—Venga, aprovechemos lo que nos queda juntos —propuse.

—Vale —me sonrió mirándome a los ojos— vayamos a comer por ahí, pero cerca del aeropuerto.

—Vamos, pero deja que me vista primero —señalé mis pantalones de pijama y mis pies descalzos—. Y así le digo adiós a Lars.

—Claro, cámbiate, yo voy a mear mientras. Bueno, subo contigo, meo en el baño de arriba, y le digo adiós al otro también, ahora que lo dices.

(...)

El sol brillaba bastante, pero no hacía mucho efecto en la baja temperatura del día, todo estaba helado. Cogí a Rebecca de la mano y nos pusimos a pasear por un parque cercano al aeropuerto, mientras comíamos manzanas caramelizadas como niños pequeños.

—¿Me echarás de menos? Por que yo a ti sí, mucho —dijo con un aire de nostalgia en la cara.

—Pues claro que sí, no sé, esperemos que te pueda ir a ver a Londres.

The Struggle Within... [Klars]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora