15. Lars

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Menuda sorpresa, Kirk, en casa de James, con el pecho al aire y un ramo de flores, parecía un vídeo de cámara oculta. Justo después de besarme intensamente, me miró a los ojos y pronunció las palabras: «a amar a los que quieres», Dios, esa frase me dio la vida. «Vamos, venga, dame la mano, que nos vamos» ordenó antes de salir cogidos de la mano a dar un paseo.

—Tenemos que hablar —soltó con aire solemne.

—¿De qué?

—De ti..., de mí..., de lo nuestro —"lo nuestro", ¡lo nuestro! Kirk siempre tuvo la facilidad de hacer que mis emociones se intensificaran.

—Claro, ¿damos un paseo? —Pregunté inclinando la cabeza hacia delante.

—Lars, ya lo estamos dando —me sonrió mientras esas palabras salían de su boca.

—Bueno, vale... —reí negando ligeramente con la cabeza.

Seguimos caminando en silencio unos minutos, sintiendo el contacto de nuestros dedos entrelazándose y regalándose caricias. Se sentía tan bien ese silencio... era como si nuestras manos hablasen por nosotros, sí, sé que ha quedado muy cursi esto último, pero me da igual, Kirk me hacía ser cursi y no preocuparme por eso. El viento no soplaba tan fuerte como los anteriores días, pero se notaba su presencia; algunas hojas ya bastante marchitas o secas revoloteaban por el lugar y formaban parte de una bonita estampa otoñal. Cuando nos metimos en un parque muy amplio y vallado por casi todos sus lados, él se paró en medio de un camino y, cogiéndome de las dos manos, me puso enfrente suya.

—Bien, pues empiezo —suspiró y se aclaró la garganta actuando para hacerme reír.

—Ay, Lars... —empezó cuando asentí— nunca pensé que me iba a enamorar tan locamente de un tío, hasta hace unos meses escasos. Eres tan especial... tan, tan, ay, no sé. Me gustas muchísimo. Y bueno, esto ya lo sabes porque me he liado contigo, pero nada más quería hacerte saber que siento algo demasiado intenso por ti como  para explicarlo.

Parecía que el cosmos hubiese hecho algo en Kirk para hacerme feliz. Me sentía realmente feliz. Joder, tan feliz que me era imposible reprimir la gran sonrisa que se formaba en mi rostro al oír lo que me decía. Aunque para decir eso no teníamos que ir a un parque, pero era satisfactorio estar al aire libre.

—¡Oh, Kirk, ven! —Abrí los brazos, soltándolo así, y le di un abrazo.

El abrazo se transformó en un beso de larga duración y precioso. Kirk tenía los labios resecos, pero no me importó lo más mínimo. Realmente me hacía sentir especial.

—Oye, ya es hora, ¿comemos? Son las cuatro y hace tiempo que desayuné.

—Claro, vayamos a comer a algún puesto de esos —señalé una camioneta que vendía comida basura.

—¡Qué asco! Esa comida no es nada sana, además, la industria alimentaria que hay detrás de eso explota animales y territorio —contestó mientras fruncía el ceño—. Yo ahí no como.

—Boh, Kirk, no seas tonto... ¡venga, que tengo hambre, coño ya!

—Pues vete tú a ese puesto y yo voy a la tienda esa de la esquina, a ver si hay algo para hacerme de comer —apuntó con el dedo a un supermercado que estaba en la acera de enfrente.

Tocaba joderse, si él no quería comer un perrito caliente, problema suyo, porque yo sí que tenía ganas de hacerlo. Perrito, hamburguesa, patatas, aros de cebolla... cualquier cosa con tal de saciar el hambre voraz que se apoderaba de mi apetito. Partimos en caminos diferentes, cada uno a buscar algo a qué hincar el diente. Me acerqué a la mencionada furgoneta y me puse detrás de unos hermanos que estaban esperando para comprar, o eso supuse.

—Pero mira que eres gilipollas, Liam... venga, compra algo ya, coño. No puede ser mi hermano un ser tan subnormal. Me estoy aburriendo y tengo hambre —le susurraba en alto a su hermano, visiblemente enfadado.

—Pues escoge tú primero, cansino, pero a mí déjame elegir lo que quiera.

Y yo, atendiendo a la conversación ajena, me encontraba detrás de esos característicos e inusuales chicos, con hambre y ganas de decirles que se callaran y compraran rápidamente la comida. Por fin, pasados unos minutos se decidieron por unas patatas y un sándwich y se largaron a comer por el parque adelante. Yo escogí rápidamente algo que vendían allí, una hamburguesa y una coca-cola, y me senté en un banco cercano a la espera del moreno. Me fijé en una niña que estaba jugando en un rincón debajo de un árbol, tenía uno de esos típicos cubos con los que construyen castillos de arena y canturreaba una cancioncilla. Tenía la piel clara, casi tanto como la tenía yo de crío, una nariz pequeñita y unos ojos muy expresivos, pero lo que de verdad daba el toque especial que todo ser humano posee era su boca rosada y de labios finos. No me suelen gustar los niños pequeños, más bien me repudian, pero verla así tan pacífica no me molestó para nada, es más, me agradó que estuviese pululando cerca mía. Su madre, o lo que quisiese que fuera de ella, la llamó y la pequeña recogió su cubo y salió corriendo tras la otra.

Vi a Kirk entrando por la verja, sobre las manos, un bocadillo, y sobre la cabeza, una toalla a modo de turbante. Me dio tanta gracia verle con esa cosa puesta que empecé a reír, provocándome un atraganto; tosí un poco y enseguida pude volver a respirar con normalidad.

—¿Estás bien? —Preguntó riendo y sentándose a mi lado.

—Sí, joder, es que... ¿qué cojones haces con esa mierda en la cabeza?

—Bah, no es nada, es para sentarnos a comer en el suelo y hacer un mini-picnic aquí, aunque haga frío, tú ya me calientas —me miró con cara de pervertido y yo me sonrojé tontamente.

Me levanté en la procura de un lugar donde sentarnos a comer y charlar pacíficamente, y Hammett me siguió, mientras empezaba a comer su bocadillo.
Encontramos el sitio idóneo para sentarnos y Kirk entendió la toalla antes de que nos sentásemos y terminásemos la comida.

Me entendí encima de la toalla lo que ésta me permitió y miré a Kirk a los ojos, haciendo que él también mantuviera contacto visual.

—Eres muy guapo —lo dije porque me apeteció.

—Tú no —rió, lo dijo de broma, lo sé.

Me revolvió el pelo y, apartando cuidadosamente un mechón de delante de mi boca, susurró: «te quiero». Me cogió de manera suave por el mentón y me atrajo hacia sus labios. Nos dimos unos tiernos besos antes de que un repugnante adolescente empezó a señalarnos y a reírse de nosotros junto a un amigo suyo. A mí me incomodaron, pero a Kirk no, porque cuando les vio hacer eso, se puso a besarme con ferocidad y, de repente, se colocó encima mío y prosiguió con la investigación a fondo que su lengua llevaba a cabo dentro de mi boca.

—Putos niñatos —dijo cuando se separó de mis labios.

—Oye Lars, ¿sabes qué? —Me miró con lujuria.

—¿Qué? —Mi lado curioso e impaciente salió a la luz.

—Que mañana no te vas a poder sentar —me susurró, provocando que mi vello corporal se erizase—. Ven, vámonos.

Oie pues sí.

Ale chao.

Capítulo algo soso de no ser porque Noel y Liam salen dando guerra.

(Y aclaro que Noel y Liam sí estaban ese día en ese parque, obviamente ficticio, pero se supone que real. Los que salieron antes y tenían apellido de miembros de Pink Floyd era sólo que compartían apellido, pero no figuran como tales, ¿ok?)

Ahora sí, chao.

Besos y Klars para todxs ❤️

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The Struggle Within... [Klars]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora