19. Kirk

236 32 27
                                    

La verdad es que Kirk se está cebando a protagonizar (y se supone que a narrar) capítulos, pero bah, para el próximo le toca a Lars.

—Así que me mentiste —susurré, impactado por la reciente noticia que, torpe y a prisas, me había dado Rebecca.

—Es que si no... te perdería, Kirk —hablaba en susurros inteligibles y con la voz quebrada. Lloraba en silencio.

—¿Por qué nunca me dijiste eso? —Empezaba a sentirla como una completa desconocida, no podía hacerme a la idea de que en dos años me hubiese estado ocultando algo así.

—Porque tenía miedo de tu reacción —estaba demasiado cohibida como para hablar claramente.

—Ya... pero me escondiste que eras una psicópata —me di cuenta de lo mal que quedó eso después de decirlo, mi madre también era una psicópata.

—¡No digas eso! —Realmente no le sentó muy bien, y no me extraña— Solamente tengo un ligero trastorno psicológico —se puso a llorar más fuerte—, a mucha gente le pasa. ¿Vale?

—Sí, perdón.

—Espero que algún día puedas perdonarme —dijo entre lágrimas y sollozos— lo siento.

—Chist, calla —me acerqué y le saqué un mechón de delante de los ojos—, perdóname tú a mí.

—Te perdono —medio sonrió—. Pero no me mires así, por favor.

—¿Y cómo te miro? —Hice una extraña mueca.

—Así... deja de mirarme así —se sonrojó como una niña.

—Rebe...

—Sí.

—Prométeme no volver a hacer ninguna tontería parecida.

Se limitó a sonreír de manera agridulce y a soltar un suspiro corto pero sonoro. Me cogió una mano y preguntó, algo agobiada.

—¿Por qué te dejé de gustar?

—Pues —ni yo mismo lo sabía—, digamos que, aish, es difícil... me enamoré de Lars —su cara se descomponía y se volvía más desesperada.

—Pero Rebecca... aún tenemos toda la vida por delante. Hay que pasar página, —yo-yo no puedo estar contigo sin estar enamorado. Y siento mucho haberte engañado, todos los días pensaba en contártelo, pero entonces me acordaba de que estabas en Londres y... —no me dejó acabar.

—Hay otra cosa que no sabes. Júrame que no te irás espantado... —asentí— es que... resulta que... ¡joder! Estuve en Londres, sí, pero no para estudiar. Estuve con mi tía, porque mi padre se fue de casa, mi madre pilló una depresión —«claro, pillar una depresión como quien pilla un catarro, no te jode» pensé—, y yo estaba ya bastante mal de aquellas, así que me fui a casa de mi tía para que ella me cuidara. Sé que mi vida parece más bien una telenovela... pero, joder, ¡qué asco todo!

—Madre mía —dejé escapar.

—Vete, anda.

—Sí, será mejor. Mañana vendré a verte, cuídate —le di un beso y un abrazo, bastante largo, por cierto. Después me marché del hospital demasiado confuso y molesto.

(Cinco días y cuatro visitas al hospital más tarde...)

—Lars... ayúdame, quiero hacer algo rico para cenar.

—¡Pero si una ensalada y un huevo ya es muy rico! —Rió, porque detestaba cocinar.

—Venga... que siempre hago yo la comida... —le puse morritos y ojos de bebé.

The Struggle Within... [Klars]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora